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“Morena” o cuando los símbolos se pervierten

 

En una reciente reunión semanal con mis amigos, hice mención de que algunos pensadores consideran que el calificativo de Homo sapiens debiera cambiarse por el de Homo symbólicus, dado que el símbolo es el motor de la cultura y en general de todos los constructos humanos, incluyendo el de la política.

Uno de mis amigos, quien fue investigador y funcionario de una universidad, con estudios sobre la sociedad y doctorado en epistemología, abundó afirmando que la política ha echado mano de los símbolos y narró una experiencia que vivió como investigador.

Nos dijo que uno de los fundadores del PRD, impresionado por el número de adeptos que rebasaba con mucho las expectativas quiso identificar la causa del fenómeno promoviendo una investigación. Mi amigo lideró el grupo de investigación para explicar este fenómeno inesperado.

Sin entrar en detalles del protocolo de investigación, en un poblado de Michoacán un campesino dibujó un símbolo, el símbolo del sol azteca que representaba para él, al partido naciente. Se le preguntó el porqué del símbolo y solo se limitó a decir “porque así es”. El símbolo fue adoptado por el partido del sol azteca. Lo demás ya es historia.

Muchos pensadores resaltan que el símbolo es esencial en la construcción de significados, la cohesión social y la comprensión cultural en las sociedades humanas.​ Carl Jung dice al respecto que el inconsciente colectivo alberga arquetipos que se manifiestan a través de símbolos. Durkheim sostiene que los símbolos son cruciales en la cohesión y solidaridad social, actuando como reguladores de la vida colectiva.

Vivimos en un mundo al que damos sentido a través de palabras, imágenes, creencias, arte, religión, ciencia y más, es decir, a través de símbolos. El lenguaje, por ejemplo, es un sistema simbólico, las palabras no son cosas, pero las representan y nos permite pensar, imaginar, recordar, planear, crear mundos enteros. La cultura se construye con símbolos.

La política no escapa a esta premisa, no es ajena a los símbolos. En la historia de nuestro país los partidos han usado símbolos para ganar votos. Hace 96 años el partido que duró en el poder 71 años consecutivos usó un símbolo nacional, los colores de la bandera; en 1989 se fundó un partido que usó un símbolo que aglutinó a muchos, en un sentimiento de identidad y pertenencia, el símbolo del sol azteca.

Hace 24 años se dio un fenómeno: el “tsunami de Morena”, este movimiento astutamente adoptó como nombre el símbolo por excelencia de los mexicanos, el de la Morena, que genera un arquetipo nacional, ya que evoca a la Tonantzin, la Madrecita tierra, la Morena, cuya celebración el 12 de diciembre paraliza al país.

Cuando los símbolos se pervierten, pierden su fuerza de cohesión social. Recordemos lo que pasó con el partido que duró 71 años en el poder; otro tanto ocurrió con el PRD, que alcanzó un segundo lugar de las preferencias y hoy está por desaparecer.

El símbolo por excelencia de los mexicanos, fue adoptado por el Movimiento de Regeneración Nacional abanderando los principios de no robar, no mentir, no traicionar y logró el llamado Tsunami de Morena. Bajo la cobertura de este símbolo, logró hacerse a nivel nacional de un poder casi absoluto. Hoy sus líderes, enajenados por el poder, mienten, roban y traicionan a un pueblo al que engañaron desde la fuerza de un símbolo.

Los hechos son evidentes, solo por mencionar algunos, recordamos la forma cómo alcanzaron la mayoría calificada en ambos congresos, y apenas hace unos días, el hecho vergonzoso donde prevaleció la mentira y la traición al pueblo y a las mujeres cobijando y defendiendo lo indefendible a costa incluso de la dignidad de muchas de sus legisladoras.

¿Morena seguirá la historia de sus antecesores quienes al pervertir y traicionar los símbolos perdieron su fuerza y con ello marcaron su debacle como partido? ¿El símbolo de la Morena como movimiento o como partido está perdiendo su fuerza simbólica?

 

José Antonio Gómez Espinoza