

Repensar la educación: una revolución necesaria
En unos días se realizará una reunión de los rectores de las universidades del país que se agrupan en la Asociación Nacional de Universidades de Educación Superior (ANUIES). Nos enteramos de que los y las rectoras durante esta reunión nacional, abordarán una inquietud apremiante de la sociedad: La urgencia impostergable de una Revolución Educativa.

Hay quien piensa que eso de la Revolución Educativa es algo así como un capricho del gobernante en turno, pero no es así, nuestro mundo requiere urgentemente una Revolución Educativa que vaya más allá de débiles intentos de respuesta a las preguntas: ¿qué enseñar?, y ¿cómo enseñar? Una revolución debe ir a la sustancia y la esencia del constructo, por lo que se tendría que partir de la definición de la misión de la educación en el siglo XXI.
El tema es amplio y provocador, pero me centraré solo en dos aspectos, primero, en la necesidad de una Revolución Educativa, tema que abordo en este artículo; el segundo tiene que ver con la pregunta de cuál es la misión de la educación que vertebre y dé rumbo a una Revolución Educativa.
La Revolución Educativa es una necesidad apremiante, si queremos que las próximas generaciones puedan vivir (no solo sobrevivir), en un planeta herido, en una sociedad desigual, y en un tiempo lleno de incertidumbres. Este contexto nos invita a intentar algunas respuestas al porqué de la necesidad de una revolución en la educación
Una Revolución Educativa es necesaria, entre otras cosas, porque el mundo ya cambió, y la educación no lo ha hecho al mismo ritmo; por otra parte, es necesario comprender que el conocimiento está en todas partes, no solo está en las aulas. Lo que se necesita es aprender a pensar, discernir, conectar, crear, desaprender, sentir, imaginar. Esto no se logra con una forma de educación del siglo XIX.

Porque el planeta lo exige. De nada sirve enseñar ciencias sin enseñar amor por la Tierra. Tampoco sirve enseñar economía sin sostenibilidad y sustentabilidad. La educación debe estar al servicio de la vida, no del consumo.
Porque los estudiantes no son recipientes vacíos son sujetos con voz, emociones, creatividad, visiones y preguntas. La revolución implica pasar de la educación bancaria (como decía P. Freire) a una educación dialógica, viva y transformadora.
Porque la Revolución Educativa implica educar no solo la mente, sino también el corazón, el cuerpo, la relación con el otro, la capacidad de convivir, de escuchar, de empatía con el dolor y de la construcción de belleza. No se puede separar el mundo material del inmaterial (E. Morin)
Porque es necesario pasar de enseñar contenidos aislados y atomizados a través de las disciplinas, a enseñar, a comprender, a conectar, a interpretar el mundo complejo e integrado. La educación no debe limitarse solo a saber cosas, es necesario saber para qué, para quién, desde dónde, con qué consecuencias…

Porque es necesario transitar del currículo rígido al currículo flexible, contextual y transversal Los grandes problemas del mundo —como el cambio climático, la desigualdad o la paz— no se pueden entender desde asignaturas separadas. Se necesita una educación que vea al mundo como una unidad compleja, activa e interdependiente.
Porque se requiere dejar de ver el futuro como amenaza, es necesario verlo como posibilidad Educar no es solo prevenir, sino imaginar y construir. Educar implica sembrar esperanza, creatividad, compromiso. Porque educar es formar personas que crean en la posibilidad de un mundo mejor y que quieran hacerlo realidad.
En síntesis, una Revolución Educativa para el siglo XXI, no significa solo cambiar planes y programas, ni incluir computadoras o la IA en el aula. Implica cambiar paradigmas, es decir, transformar de manera radical nuestra concepción del acto de educar, el rol del docente, del estudiante, del saber y del mundo, implica humanizar el proceso educativo.
