

Al apagarse las luces, el mundo exhibe su vulnerabilidad
Hace poco compartí la reflexión del gigante con pies de barro. Mencioné que, si bien la humanidad ha tenido un impresionante desarrollo tecnológico, no ocurre lo mismo con el desarrollo de las capacidades humanas. Por otro lado, el planeta enfrenta una serie de debilidades y amenazas, como cataclismos naturales, hecatombes nucleares, pandemias, guerras cibernéticas y más, que pueden derrumbar al gigante con pies de barro.

Sin presumir de una visión profética, narro lo que ocurrió el reciente 28 de abril, cuando se apagaron las luces en el viejo continente y los europeos descubrieron su vulnerabilidad a través de una falla generalizada de su sistema energético.
Una repentina y silenciosa oscuridad envolvió a más de 60 millones de personas en la Península Ibérica. España y Portugal quedaron literalmente paralizados durante horas debido a un apagón masivo que, más allá del caos, reveló una verdad inquietante: Europa, el mundo, es un gigante con pies de barro.
Durante la primera hora del colapso, el desconcierto fue general. La Red Nacional de Ferrocarriles Españoles (RENFE), se detuvo completamente en todas las estaciones. El metro de Madrid y los tranvías de Barcelona también quedaron fuera de servicio, El acceso a internet se mantuvo muy limitado, en los hospitales se aplazaron procedimientos médicos.
El tráfico en las ciudades fue un caos, pues los semáforos en numerosas localidades colapsaron; el metro suspendió su servicio; se cerraron túneles y tuvieron que desplegar agentes para dirigir el tráfico manualmente. Los servicios de emergencia atendieron cientos de incidencias, incluyendo rescates de personas atrapadas en ascensores.

Si el apagón en la Península Ibérica hubiera durado 24 o 48 horas en lugar de las 6 a 10 horas que se reportan, la economía y la seguridad pública hubieran colapsado. La inteligencia artificial muestra un posible escenario de un apagón de 24 o 48 horas.
Se dejaría de suministrar el vital líquido; la población quedaría incomunicada por falla generalizada en la telefonía y el internet; los hospitales prácticamente suspenderían sus servicios, los alimentos se echarían a perder, sin semáforos las ciudades entrarían en una parálisis; el vandalismo y saqueos se harían presentes; ambulancias, bomberos y policías tendrían serias dificultades para operar y coordinarse, la actividad económica se detendría, no habría cobros con tarjeta, ni servicio bancario.
Pronto surgieron las primeras sospechas. No se trataba de una simple falla técnica. Las redes eléctricas se habían desconectado automáticamente ante fallas de lecturas generadas desde sistemas de control comprometidos.
Se han generado diferentes hipótesis del apagón entre las que no se descarta un ataque cibernético. La Comisión Europea ha iniciado una investigación independiente que deberá presentar un informe preliminar en seis meses.

La posibilidad de un ataque cibernético de esta magnitud muestra al mundo que se pueden desestabilizar grandes regiones sin disparar un solo misil, basta con cortar el flujo invisible de electrones que alimenta ciudades para desquiciar hospitales, economías y la vida cotidiana. Sería una guerra de algoritmos y servidores infectados en lugar de campos de batalla y soldados.
Las sociedades modernas son vulnerables a códigos y algoritmos que con pocas líneas pueden desorganizar el mundo que conocemos. ¿La hipertecnología nos ha vuelto tan vulnerables? ¿Se ha perdido el control de sistemas que no comprendemos ni podemos defender? ¿Quién protege las redes eléctricas, los satélites y las plantas de agua?
El apagón del 28 de abril ha evidenciado la fragilidad de las redes altamente interconectadas y automatizadas. Algunos analistas piensan que si el apagón tiene como causa un ciberataque, este sería solo el principio de otros con mayores dimensiones. ¿Quién se beneficiaría con estos posibles ciberataques? ¿Usted qué piensa?
