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Héctor T. Zetina Vega*

Para Marcela Gregorio. Valiente defensora del territorio

La vocación de los corporativos trasnacionales, que encuentran aliados entusiastas en las clases dominantes nacionales y locales, es convertir al planeta en una región de sacrificio ambiental mientras aceleran el crecimiento de sus ganancias. Minería, parques industriales, proyectos de energía contaminante, agroindustria, urbanización y crimen organizado son proyectos económicos que demuestran sin pudor los mecanismos infamantes del neocolonialismo para la explotación del trabajo y la riqueza natural. Esto incluye la protección planificada de algunas áreas naturales excluidas de la participación democrática, pensadas para garantizar la reproducción de otras formas del capitalismo tardío, como el turismo y los bienes y servicios del ocio consumista. Esos corporativos, que gestionan sus fortunas en los centros financieros internacionales, impulsan la crisis civilizatoria y ecológica en todos los rincones de la tierra, y son la matriz de origen de los graves problemas ambientales que sufren las poblaciones del mundo.

El territorio de Morelos, antiguo centro civilizatorio de Mesoamérica no escapa a esta dinámica del actual poder hegemónico colonial y corporativo que enfrentan las comunidades locales, y que en su forma más extrema se puede ver en la franja de Gaza, en Palestina, hoy devastadas sus ciudades y sus fuentes vitales por el complejo industrial militar enmascarado tras la perversa ideología sionista.

Regresando a la situación local, la intersección entre economía global, política y ecología revela una realidad inquietante. Los índices de contaminación, la acumulación por desposesión, la violencia contra los defensores ambientales y la aniquilación de la biodiversidad son focos de conflicto que están escalando en este pequeño territorio denominado Morelos. A continuación, se expondrán brevemente algunos problemas que requieren de un inaplazable acompañamiento solidario.

En Jiutepec se va a cumplir en abril un año del inicio del incendio en el basurero clandestino de Tezontepec. El incendio no se ha extinguido. Durante décadas la industria farmacéutica de CIVAC arrojó en el socavón de la mina toneladas de residuos de distinto tipo, en su mayoría peligrosos y tóxicos, creando capas profundas de veneno inflamable. Este desastre no solo representa un riesgo inmediato para la salud de los habitantes locales, sino que también refleja la falta de seriedad en la regulación y control sobre la gestión de desechos peligrosos, y la corrupción piramidal que parte del cacique local propietario del predio, los consecutivos gobiernos municipales, estatales y federales, y las poderosas empresas multinacionales de la Ciudad Industrial.

Cinco años han pasado desde el asesinato de Samir Flores Soberanes, defensor indígena del territorio en la comunidad de Amilcingo, y uno de los líderes morales de la lucha contra el megaproyecto de energía fósil denominado Proyecto Integral Morelos (PIM). Su sacrificio sigue siendo un recordatorio doloroso de los peligros que enfrentan aquellos que defienden la tierra y el agua contra el capital trasnacional y sus cómplices en la administración gubernamental. En un proceso opaco, solo sabemos del desvío de las investigaciones, el ocultamiento de pruebas y el asesinato de testigos clave. ¿A quiénes protegen el fiscal del estado y las demás autoridades gubernamentales para no avanzar en el esclarecimiento del crimen? ¿Por qué desde el gobierno se continúa amedrentando y persiguiendo a quienes acompañaron a Samir en su lucha, y siguen exigiendo la cancelación del nefasto megaproyecto?

La crisis hídrica en Morelos se profundiza. La sobreexplotación de los recursos hídricos, el desperdicio y la contaminación de los cuerpos de agua, además del avance de la sequía a consecuencia del calentamiento global, ha dejado a muchas comunidades sin acceso a agua potable segura y suficiente. A finales de febrero el gobierno del estado informó que los cuerpos de almacenamiento se encuentran a un 32.42% de su capacidad total. Es inaplazable que los morelenses encuentren modelos más democráticos y resilientes ante el desastre que han dejado los órganos del Estado encargados de la gestión del líquido del que depende la vida; ni más ni menos.

Por otra parte, la destrucción de hábitats clave debida a la expansión urbana descontrolada y la tala clandestina es una amenaza grave para la biodiversidad y el equilibrio ecológico de la región, además de privar a las comunidades locales de bienes naturales vitales. A esto hay que incluir las diversas formas de contaminación, pero particularmente la de los plásticos. El polímero del plástico, sumado a los miles de sustancias que le dan sus distintas cualidades, es un riesgo inminente a los ecosistemas y la salud humana. Literalmente el territorio de Morelos está envuelto en plásticos, sin que se ponga freno a las empresas productoras y se regule su producción. Aunado a que los principales rellenos sanitarios del estado han sido objeto de distintas denuncias debido a irregularidades en su gestión y operación, lo que agrava aún más los problemas de contaminación y los riesgos a la salud pública.

Finalmente, pero no menos importante, la amenaza latente de la minería sobre las comunidades del poniente de Morelos, que plantea preocupaciones sobre la destrucción del medio ambiente, la pérdida de tierras agrícolas y el desplazamiento de comunidades enteras. Los pueblos que luchan contra la minería han declarado que no cesarán sus demandas hasta la cancelación total de las concesiones otorgadas por autoridades federales, pero aplaudidas por sus cómplices locales, tanto en el sector público como en el privado.

En suma, la crisis ambiental en Morelos es un reflejo de la intersección perversa entre intereses económicos y políticos, y una sociedad apática hipnotizada por los pregoneros del consumismo. La ecología política nos recuerda que la salud del planeta y la de sus habitantes en cada uno de sus rincones están intrínsecamente ligadas, y que es imperativo organizarse para garantizar una transición que privilegie la vida digna y el poder del pueblo sobre los infames agentes del colapso socioambiental en marcha.

*Integrante del Observatorio Ciudadano de la Calidad del Aire de Morelos y de la Red de Ambientalistas y Académicos por un Morelos Sustentable.

Imagen cortesía del autor