Ciertamente la verdad importa en todos los campos humanos de la vida. Diferente es la cuestión de que se le ha vituperado, escupido, lacerado, también, en la mayoría de los ámbitos de lo humano. Sobre lo que es la verdad se ha escrito mucho, desde la antigüedad hasta épocas recientes. La filosofía ha dado numerosas teorías y posturas de lo que ella es. Aristóteles por ejemplo dijo acerca de la verdad que esta se corresponde con lo que es. Decir algo que no es, por lo tanto, es una mentira. Esto dio pauta para que se forjara una de las teorías clásicas de la verdad: la de correspondencia. Si se dice algo que sí corresponde con el mundo de las cosas o de los objetos se está diciendo la verdad, y si se dice algo que no, se está diciendo una mentira.
Parecería una cuestión elemental, pero no lo es. Sobre todo, en la sociedad de la información donde nuestras formas de ser y de percibir se crean gracias a la información que leemos y escuchamos, que creemos y damos por verdadera o falsa. Ya en varios lados se ha dicho que en nuestros perfiles de las redes sociales que usamos se nos ofrece la información afín: perfiles con preferencias parecidas, fuentes o medios que nos allegan las mismas posturas a las que les hemos dado like. Gustos y estilos de vida leídos por la propia configuración algorítmica. En fin: vivir dentro de nuestra propia esfera sin dar cabida a la pluralidad.
Luego, vamos por el mundo pensando que nuestra particular y única forma de ver el mundo o la vida es la de mayor valor o la de máxima certeza. De manera que poco a poco se conforma y da fuerza al prejuicio, lo cual resulta en que para “creer” determinada información se da mayor peso a la creencia, a los prejuicios, que a los hechos o a las evidencias.
Esto es por demás problemático porque hace que el discurso o el lenguaje, hábitats naturales dentro de los cuales vive la verdad, se erosionen. ¿Cómo podríamos construir consensos, acuerdos, compromisos si no tenemos ese eslabón representado por la verdad? El asunto se complica cuando hablamos de tecnologías donde se involucra la generación de lenguaje, como las recientes herramientas que lo crean: de las más conocidas por el momento está ChatGPT, pero ya hay otras como Bing, Gemini y recientemente la IA de Meta, instalada en el servicio de mensajería de WhatsApp.
En aquellos servicios muchas veces buscamos información y damos por hecho que los resultados arrojados son confiables o verdaderos. No sucede así porque la búsqueda que realizan la hacen dentro de la propia red y, ¿quién nos garantiza que la información de toda la red es verdadera? Sobre todo con la proliferación de noticias falsas o fake news de los últimos tiempos. A este problema los creadores de estas herramientas les llaman alucinaciones; es decir, cuando los resultados que nos dan estas aplicaciones son falsos o incoherentes.
Más allá de un mero arreglo o de una solución que suponga, por ejemplo, que se den respuestas coherentes o sensatas, la cuestión se vuelve un asunto filosófico porque nos remite a la existencia de condiciones para la verdad, o su contrario: generar condiciones de propagación de mentiras que, repetidas mil veces, se tomen como verdad.
Recientemente Michel Townsen et al. en su artículo “ChatGPT is bullshit” (ChatGPT es charlatanería) describen por qué esta herramienta no solo es capaz de dar respuestas mentirosas, sino que propaga la indiferencia por la verdad. De acuerdo con el argumento del filósofo Frankfurt, quien en su libro On bullshit (2005) describiera con precisión por qué la charlatanería (o bullshit) no es propiamente una mentira, sino la indiferencia por la verdad para conseguir determinados fines.
En el contexto que estamos analizando esto es mucho más peligroso porque se pueden decir cosas, hacer afirmaciones sin el menor reparo de certeza o verificación, autocuestionamiento o investigación. Acostumbrar a una sociedad a que de esta manera se obtengan ideas, a que de un discurso despreocupado por la verdad se intenten construir consensos es condenar a esa misma sociedad a una especie de esquizofrenia de las percepciones.
*Red Mexicana de Mujeres Filósofas