Omar Alcántara Islas*
Ninguna empresa humana es perfecta y tampoco ningún gobierno puede serlo. Con los aciertos del movimiento político autonombrado la 4T, quedan muchas tareas pendientes que, esperamos, se concreten en el próximo sexenio. Aquí se aborda solo una de estas: la legalización de la mariguana en todas sus formas.
La planta, traída por las carabelas de Colón o por las comunidades originarias de África, tuvo una existencia próspera en estas tierras como vehículo religioso, remedio medicinal, para uso textil y es de suponer que en actividades recreativas, hasta que paulatinamente llegó la prohibición a nuestros países en algún momento del siglo pasado –en México se suele señalar el año 1920–.
Los revolucionarios se aliviaban de las batallas con esta yerba, la famosa canción «La cucaracha» no es solo entretenimiento, sino que habla de lo cotidiano. Después de ese período, fue seña de identidad de nuestros «pachucos» en Estados Unidos, a mediados del mismo siglo. En esos mismos días, pudimos asistir a su denostación más popular: la chorreada calificando de «mariguano» a su violento padrastro en Nosotros los pobres (1948), película que también ridiculizó el consumo de alcohol en las mujeres.
La estigmatización de los consumidores y la mala fama de la cannabis creció en el inconsciente colectivo de forma paralela a los peores años del priísmo. El contexto católico también jugó su papel, quizá porque en su horror del cuerpo todo aquello considerado placentero –y droga que no da alivio o placer a nadie interesa– era inmoral o digno del infierno.
Y es que una manera de designar el acto de fumar mariguana –planta tan versátil como los adjetivos que la nombran– es «quemarle las patas al diablo». «Quemar las patas al diablo» es hacerle cosquillas a quien por su naturaleza no puede ser quemado, pues su espacio vital es ya el calor o el infierno. Por consiguiente, el chiste es una manera de ponerse a tono con una planta que suele estimular tanto la risa como el pensamiento –¿o acaso es esto el principal problema para sus detractores?–.
No hay planta más vilipendiada ni consumidores más señalados, todo esto desde la ignorancia y el gobierno actual no ayudó a cambiar esta forma de pensar. Hay ignorancia cuando a cualquier persona en estado inconveniente, como se dice en lo coloquial, se le endosa el epíteto de «mariguano». «Te va a llevar el mariguano» si no te portas bien, decían algunas señoras para enseñar comportamiento a sus hijos o unos niños a otros para asustarse.
Pero la droga ilegal más consumida en el mundo no tiene, socialmente, efectos más perniciosos que los que produce el alcohol, sin embargo, parece un tabú abordar el tema. No solo eso, sino que el actual gobierno continuó en sus promocionales, sobre la disuasión del uso de drogas, en el mismo tono que sus pares antecesores en el puesto en este siglo XXI: infundir temor y no información; sin gradaciones, para una población que las sigue consumiendo en grandes cantidades.
El consumo de mariguana entraña peligros, sobre todo en las primeras edades, mas, se insiste, no es distinta o más dañina que el consumo de alcohol, la droga legal más consumida en un país que pretende actuar como si este no fuera una droga, solo por su fácil acceso o por ser ya parte de la cultura. En cualquier caso, el alcohol o la mariguana no son el problema en sí, sino el abuso en el consumo. Por lo demás, legalizar no es promover o incentivar, tal como suena el argumento de los más temerosos. De nuevo, el alcohol es el gran referente, hay a quienes gusta y a quienes no; hay para quienes constituye un problema personal o familiar y para quienes no, así de sencillo.
Si la mariguana gozara de las mismas condiciones que esta otra droga líquida, estaríamos hablando de una industria en auge que aportaría a la Federación ingresos considerables que podrían orientarse, precisamente, a esa información y asistencia que tanta falta hace en muchos sectores. Además de la descriminalización de muchas personas, una gran cantidad de recursos podrían encauzarse hacia el control de drogas que son, en sí mismas, un arma suicida que no permite ninguna curiosidad ni un primer acercamiento imprudente, es el caso del fentanilo.
La legalización avanzó ya en países como Alemania, Estados Unidos, Países Bajos o Uruguay, entre otros. Lo positivo es que la próxima presidenta tiene formación científica y confiamos en que se base en este tipo de decisiones para los casos que lo ameriten, además de que estará acompañada de un experto en la materia, el doctor Juan Ramón de la Fuente, por lo cual se espera que el autollamado Segundo Piso de la 4T sepa estar también a la vanguardia de los movimientos de salud pública.
*Profesor de literatura