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Vicente Arredondo Ramírez *

Empieza un nuevo año calendario. Lo más sencillo es decir que transitamos simplemente de un año a otro, que abrimos de nuevo un ciclo anual calendarizado de enero a diciembre, y que lo distinguimos del ciclo anterior, señalando que es el 2023.

Pero a no ser que nos autoengañemos, más allá de calendarios anuales, habrá que reconocer que algo muy importante está pasando en el aquí y ahora del mundo, y que por tanto no empezamos un año cualquiera.

 

Hay un desacomodo generalizado en las distintas sociedadesde los Estados/nación en las que vivimos los habitantes de este planeta. Estamos envueltos en comportamientos atípicos de la madre naturaleza que explicamos como resultado del cambio climático, así como también en fenómenos sociales al interior de las sociedades, y en el ámbito de las relaciones internacionales, que nos producen tensión, confusión, miedo, e incertidumbre. Por más que intentamos regresar a la normalidad prepandemia, surgen nuevos obstáculos para ello. Las secuelas de la pandemia, y los malditos efectos de una guerra europea cínicamente provocada, están afectando el sistema de relaciones económicas, políticas, sociales y culturales sobre las que se había construido la “normalidad” en la que estábamos viviendo.

 

Para quien medianamente entiende la profundidad de la crisis que experimentamos, no le resulta extraño el señalamiento de que estamos frente a un cambio de época.Esto implica, entre otras cosas, que los problemas actualesno se pueden solucionar con las fórmulas hasta ahora conocidas, sino que es necesario revisar las premisas, supuestos, mecanismos, manifestaciones y simbologías sobre las que se construyó el (des)orden actual.

 

Un cambio de época, equivale a un renacimiento de la sociedad mundial, o al menos de una parte de ella, y requiere de herramientas conceptuales que lo perfilen adecuadamente. Para ejemplificarlo, recurramos a la historiade Occidente, y recordemos algunas ideas centrales sobre las que se construyó esa etapa que conocemos como el Renacimiento (en esencia del siglo 14 al 16), cuyo preludio fue la corriente de pensamiento conocida como Humanismo, la cual se caracterizó por rescatar el valor y dignidad de la persona, perdido a lo largo de la edad media, y para lo cual se recurrió, a la vez, a desempolvar el pensamiento de la Roma y de la Grecia clásica. Se planteó la necesidad de educar integralmente a la persona, poniendo énfasis en su desarrollo integral, en lo intelectual, lo físico y lo moral. Para la generación del conocimiento, se señalaba la necesidad no solo del pensamiento abstracto, sino también recurrir a la experiencia práctica y a tomar en cuenta las necesidades de la sociedad. Aunado a lo anterior, diferentes humanistas señalaron la importancia de la formación del pensamiento político, y del estudio de la literatura y de las artes en general.

 

Esa corriente de pensamiento disparó en Occidente el interés por el desarrollo de las ciencias naturales y sociales, así como de las diversas expresiones de las bellas artes, durante la etapa conocida como el  Renacimiento, y posteriormente en el llamado siglo de las luces (parte de los siglos 17 y 18).

 

Pero, ¿en verdad se puede hablar de la posibilidad de un renacimiento en el siglo 21? Sin duda es algo más que necesario frente a la crisis mundial que vivimos. La clave para ello es encontrar consensos básicos sobre diagnósticos y soluciones de todo lo que debe cambiar en la forma en que vivimos. Enunciemos sólo tres cambios sociales profundosque harían posible un renacer de nuestra sociedad, por cierto, algunos inspirados por la corriente del Humanismo: 

 

a). Lo que conocemos ahora como sistemas educativos nacionales deben reconfigurarse en sistemas socialesflexibles de generación y aplicación del conocimiento, para asegurar el desarrollo integral de las personas, y la solución de problemas reales de las sociedades.  

 

b). La práctica actual de la “política liberal” sustentada en la “representación de grupos sociales”, debe transformase en un sistema de defensa y promoción de los intereses y necesidades compartidas de toda la colectividad. 

 

c). El modelo actual de comunicación de la sociedad debe rediseñarse para que en efecto se asegure una auténtica libertad de expresión y se haga efectivo un verdadero derecho a la información de toda la colectividad, y no sólo de una parte de ella.

 

En próximas colaboraciones, habré de abundar sobre estos cambios sociales profundos y otros más que se requieren para hacer posible un Renacimiento en el siglo 21. Por lo pronto, ¡¡¡Feliz Año Nuevo!!!

 

*Especialista en temas de construcción de ciudadanía.

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