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Aremis Villalobos Hernández y Eduardo C Lazcano Ponce

El concepto de salud materna no sólo hace referencia a tener un embarazo saludable, un parto seguro y un puerperio sin complicaciones (40 días después del nacimiento del bebé), sino también a considerar la enorme importancia de promover la equidad social y en salud del binomio materno infantil, porque este elemento clave es crucial para el desarrollo óptimo de niñas y niños desde su nacimiento, en función de todas sus dimensiones: física, cognitiva, emocional y social.

Se trata de una perspectiva poblacional desde la salud pública, por lo que es importante asegurar que las mujeres y las personas gestantes puedan ejercer sus derechos sexuales y reproductivos; incluyendo la promoción en bienestar y salud, lo que repercute en el desarrollo social.

En los últimos años, el enfoque de las iniciativas de salud materna e infantil se ha desplazado gradualmente de la reducción de la mortalidad a la búsqueda de una atención de alta calidad, en un contexto de mejoras progresivas en la atención sanitaria mundial y una mayor atención nacional a dichas poblaciones. El logro de este objetivo depende de la adquisición de habilidades cognitivas y sociales que determinan la motivación y la capacidad de las mujeres para acceder, comprender y utilizar la información sanitaria con el fin de promover y mantener su propia salud y la de sus descendientes.

En México, las estimaciones nacionales para 2023 muestran que ocurrieron 568 muertes maternas por causas prevenibles relacionadas con el embarazo, parto y posparto. Del total de muertes fetales registradas, 17.2% sucedieron durante el parto y 36.5% de las muertes en el periodo perinatal ocurrieron por dificultades respiratorias. Es fundamental que todas las mujeres reciban una atención adecuada y oportuna desde que se contemple o planee un embarazo, así como durante toda la gestación, parto y puerperio. Esto facilita la detección de riesgos desde las primeras etapas del embarazo y previene complicaciones graves, además de que promueve ambientes saludables y nutrición adecuada durante estas etapas, lo que repercute en el bienestar a lo largo de la vida tanto para ellas, como para sus bebés.

La evidencia científica documenta que cuando ocurre un embarazo en la adolescencia se incrementan los riesgos de que la madre tenga enfermedad hipertensiva del embarazo, anemia, ocurra un parto prematuro o su bebé nazca con bajo peso. La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) 2022 apunta brechas importantes en la atención de las mujeres adultas y adolescentes: las adolescentes acuden tardíamente a los servicios de salud para su primera revisión del embarazo y también tienen un menor número de consultas durante el mismo. Estas diferencias también se observan en la provisión de métodos anticonceptivos en el posparto, con métodos permanentes o anticonceptivos reversibles de larga duración como el DIU o el implante, donde se reporta menor utilización en la población adolescente.

Una circunstancia que tiene impacto en la vida de las personas y sus familias, y por lo tanto en la sociedad, son los embarazos no intencionados. La ocurrencia de estos embarazos se asocia con resultados adversos en la salud tanto de la madre como de la persona recién nacida; por ejemplo, depresión durante el embarazo y posparto, nacimientos prematuros y bajo peso al nacer. En lugares donde las mujeres no pueden acceder de forma legal a un aborto seguro, tienen impacto negativo, al incrementarse la mortalidad materna. Es fundamental contar con estrategias focalizadas para que las mujeres y las niñas ejerzan sus derechos sexuales y reproductivos.

Por otra parte, es fundamental también contar con redes de apoyo social, tanto institucionales como en la comunidad y con familiares, vecinos y amigos, ya que brindan apoyo en aspectos emocionales, sociales y materiales durante esta etapa. Por ejemplo, involucrar a la familia en el cuidado prenatal, durante el parto y el puerperio puede reducir el estrés, prevenir complicaciones y promover la salud de la madre y su bebé.

Para lograr el bienestar materno, es necesario considerar aspectos específicos del contexto donde se encuentran insertas las personas (estrato social, escolaridad, características de la comunidad y acceso a los servicios de salud); incorporar los ámbitos de la salud física y psicológica, y contar con redes de apoyo que coadyuven al cuidado, desde que se contemple un embarazo hasta que finalice el mismo, incluyendo a la persona recién nacida. También es importante que la mujer y su red de apoyo cuenten con información adecuada sobre diversos aspectos relacionados con el cuidado del embarazo, incluyendo signos y síntomas de alarma para acudir a servicios especializados de manera oportuna. La maternidad es un momento crucial en la vida, debe ser deseada y debería ser una experiencia positiva para las mujeres y sus familias.

En síntesis, la promoción de la equidad en la salud materna se centra en garantizar que todas las mujeres y personas embarazadas y en proceso de parto, independientemente de su situación socioeconómica, tengan acceso a atención y apoyo de alta calidad. Esto requiere abordar los determinantes sociales de la salud, que son los factores no médicos que influyen en los resultados de salud, como la pobreza, la discriminación y la falta de acceso a la educación y los recursos. Al abordar estas desigualdades se puede avanzar hacia la reducción de la mortalidad materna y la mejora de la salud y el bienestar general de las madres y sus hijas e hijos. La promoción de la salud materna constituye un enorme desafío y va más allá de la visión simplista de considerar simplemente al embarazo y el parto. Debemos replantearnos la manera en que todas las mujeres –sin excepción– puedan desarrollar todo su potencial en todas las facetas de su vida. Es hora de repensar qué tiene de maternal la salud materna.

*Especialistas en salud pública

La Jornada Morelos