

El género satírico se asocia, frecuentemente, con la práctica periodística y en nuestros días los periodistas son quienes de una manera más frecuente asumen el tono de la sátira, visto así moneros y articulistas se inscriben en una tradición que en nuestro país tiene una larga data. Debido al peligro que representaba, no es raro que muchas de las mejores páginas de la literatura satírica del periodo novohispano se encuentren archivadas, pues si consideramos las características de la sociedad en la que fueron producidas, nos daremos cuenta de que, por su carácter incisivo y crítico, debieron ocultarse.
Efectivamente, debemos considerar que la producción literaria colonial estuvo limitada por el control y la vigilancia de diversas instituciones civiles y religiosas. Por sus características, la sátira fue sometida a revisión y a una censura que le recordaba los límites impuestos por la fe, el decoro y la moralidad pública; pero, en la misma medida, estas limitantes fueron la causa de la proliferación de una voluntad que buscaba los más pequeños espacios para expresarse. En este sentido, la férrea actitud religiosa no creó únicamente los límites, sino también las mil formas de resistencia que matizaron el ambiente intelectual novohispano. Como puede imaginarse, la sátira en la Nueva España recorrió un largo camino, pues las medidas tomadas por virreyes y encargados administrativos no dejaban de proteger los privilegios de una clase dominante, aristócrata, racista y beligerante, lo cual también se vio reflejado en los contenidos de la sátira colonial.

Debemos recordar que los versos satíricos novohispanos fueron escritos bajo la atenta mirada del Tribunal del Santo Oficio, institución que fue la contraparte de un orden cultural donde la sátira se propagó con toda su fuerza. Paradójicamente, los excesos del tribunal actuaron como catalizador de la rebeldía, de tal forma que los tormentos y los castigos urdidos por la Iglesia Católica propiciaron que las conciencias se liberaran de sus pesadas culpas a través de las letras, buscando un espacio de alegría que, efectivamente, superaba al miedo propiciado por los prelados y sus maléficas argucias.
De tal forma, la fuerza de la sátira se dejó sentir en prácticamente todos los órdenes del mundo colonial, haciendo honor a una tradición que se remonta hasta Arquíloco de Paros, pasando por Nevio, Ennio, Lucilo y Juvenal, y que llega en nuestro territorio hasta don Carlos de Siguenza y Góngora en el siglo XVII, personaje que desde la ciudad de Puebla hizo gala de un conocimiento secular que fue puesto al servicio de la crítica y de la voluntad de libertad que distinguió a la Angelópolis como un núcleo de cambios y transformaciones sociales.
Sirva de ejemplo aquél que nos presenta al hombre lleno de avaricia diciéndose a sus adentros: “La gente me silba, pero yo en mi casa me aplaudo al contemplar mi dinero en el arca”. Pasaje que nos señala la profunda vigencia de las formas y los perfiles de la sátira como vehículo de expresión de una dinámica social donde la asimetría y la subordinación bloqueaban otros canales. Efectivamente, la animadversión entre clases sociales encontró un vehículo perfecto en la sátira; para referir otro ejemplo, podemos señalar los versos dedicados a describir a un gachupín en el así llamado Padre nuestro contra los gachupines:
«Para dejar a su madre

por cualquier trato siniestro
es el gachupín muy diestro
perro infame y mucho más
pues si en este reino estás

dices que estás en los cielos.»
Desde esta perspectiva, la sátira detona un proceso que deja expuestos los perfiles de una realidad en la incongruencia y ridiculez de ciertos valores que, a pesar de estar instituidos, cuando son bien vistos generan un efecto diferente al ser presentados como descompuestos y fuera de lugar. Con la fuerza de esta exhibición, la sátira busca propiciar un cambio, forzar una transformación en aquello o aquellos que son destinatarios de su crítica.
Por todo esto, la sátira es un elemento necesario para la configuración de un horizonte cívico-político, pues es vehículo de la libertad de pensamiento; así como de una declaración en favor de la libertad de expresión, elemento que es fundamental para el desarrollo de cualquier sociedad. La sátira es producto de la refinada acción de la razón que permite darle forma a la crítica, para superar, por un lado, la vileza de una agresión directa y, por el otro, el sin sentido de una burla superficial. A pesar del paso de los siglos, la sátira mexicana sigue vigente y la boca del Bufón se transforma y actualiza, a través del filo de la ironía su poder sigue siendo demoledor, agudo y preciso, sobre todo cuando se piensa en el medio de la política.
*Nahuatlato, Profesor del Colegio de Morelos.

