loader image

 

 

Hace unos veinte años compartí en La Jornada de Morelos, la experiencia vivida en una entidad norteamericana (Luisiana), en la que para decidir sobre cargos públicos educativos, como el equivalente al director de educación básica en Morelos, se practicaban (y aún se practican), exámenes de conocimientos educativos y pedagógicos, revisión curricular, revisión de experiencias profesionales previas, entre ellas en gestión educativa (planeación, evaluación) y entrevistas con quienes decidían asignar el cargo: los padres de familia, en tanto tutores de sus infantes, responsables directos de su educación.

Ahora quiero actualizar mi parecer al respecto, en el contexto de la ciudadanía de México que ha resuelto participar en procesos de designación de tal envergadura (como reforma al poder judicial), mandatando al ejecutivo, y considerando las necesidades actuales de educandos, en primer término y no las de tal o cual sindicato, que por décadas se ha considerado dueño del sistema educativo, sea por hegemonía política del PRI o PAN, o por dominancia numérica entre los trabajadores de la educación.

Estimadas lectoras, lectores, considérense invitadas/os a debatir conmigo sobre este asunto. Aquí voy: ¿recuerdan a aquella niña que le enseñó a Aurelio Nuño que se dice “leer” y no “ler”? Por eso el examen de conocimientos, incluso elementales, como saber escribir un oficio, saber redactar un comunicado, saber ortografía, ¿no lo creen obligado? Por supuesto, considero obligado que para tal puesto, se domine el tema de lo educativo, de lo pedagógico, ¡debe exigirse para el cargo! Eso supone estudios previos, quizás un posgrado, quizás participación en artículos, libros, congresos, con posturas propias y colectivas referentes a un modelo educativo deseable para nuestra población. ¡Ah!, claro que deberá haberse demostrado liderazgo académico, haber destacado en iniciativas y conducción de procesos educativos, innovadores, colectivos, que involucren a actores educativos, entre ellos a madres y padres de familia, docentes, trabajadores de la educación, educandos. ¿Es mucho pedir? No, aún falta.

Quien pretenda tal puesto, debería demostrar capacidades de conducción de un subsistema en sus aspectos de planeación y evaluación, a través de participación en experiencias semejantes a nivel de escuela, región, zona, nivel educativo. Me refiero a planeación y evaluación educativas, no sólo financiera.

Sí, quien dirige el IEBEM tiene en sus manos la mayor institución estatal, con mayor financiamiento y la mayor cantidad de trabajadores a cargo: por lo mismo, deberá saber de procedimientos, formas de trabajo y de contrarrestar los vicios acumulados por décadas en áreas administrativas: recordemos que en años atrás, el IEBEM perdió juicios millonarios que exdirectores de área le formularon; que perdió también grandes recursos por contratar a empresas de software inservibles, o a otras que ofrecieron internet de cuarta.

Para tal cargo se necesita una postura de gobierno, respecto a los poderes que aún se abroga al SNTE nacional, como el resolver a qué empresas se asignan “renglones” en el cheque de nómina del personal, las que dan servicios caros, con cargo al pago de nómina, y no por concurso a empresas que den los mejores descuentos a los trabajadores. También, se necesita un compromiso con el pueblo de Morelos, para transparentar las millonarias compras: en otra ocasión relaté cómo me sacaron de un comité de vigilancia por avisar al gobierno que el Secretario de Administración, asignaba recursos precisamente a las empresas más careras y no de mayor calidad.

Sí, tengo la expectativa de que la gobernadora entrante, atienda esa problemática añeja, transparente esos procesos, y se quite de la rémora del SNTE, ocupando espacios que no le corresponden, y que por dejárselos, ha sumido al sector educativo año tras año.