Del pueblo bicicletero al “primer mundo” ciclista
El clasismo lo atraviesa todo. Incluso la forma en que vemos a quienes usan las vías públicas. Hay varios aspectos interesantes sobre el uso de la bicicleta como fenómeno social y su relación con la desigualdad, especialmente con el clasismo. Uno de los más importantes, para mí, es la mirada sobre las personas que usan la bicicleta de manera ocupacional y como transporte (ya sea repartiendo o yendo a sus trabajos/escuelas en ella) y cómo se suelen considerar en un nivel inferior de la escalera social y, por tanto, en un nivel menor en el uso de las vías de comunicación.
Como estamos atravesados por la idea hegemónica del automóvil como el medio privilegiado de movilidad, como el rey no solo de las vías públicas, sino de todo el espacio público, cualquier otra forma de desplazarse es considerada como inferior. Ya sea caminando, en patines, scooters, bicicleta, triciclos de carga, todas esas movilidades otras son inmediatamente situadas por debajo del uso del automóvil propio como forma de desplazarse, un prejuicio profundamente clasista.
El pensamiento tiene lógica, aunque no tiene verdad: si creemos que usar el auto particular es la mejor forma de transportarnos, la más segura, la más digna, la más deseable y la que debemos aspirar; entonces no elegiríamos caminar ni usar bicicleta por decisión propia, a menos que no tuviéramos opción, es decir, porque no podemos hacernos de un auto; porque somos pobres.
Una anécdota: cuando viví en CDMX todos los días iba la oficina en bicicleta: primero de la Portales a Obrero Mundial y después de la Álamos a Tacuba. En los trayectos debía cruzar Viaducto, algunas otras avenidas grandes y muy transitadas. En más de una ocasión los automovilistas (siempre fueron hombres) me gritaron infinidad de insultos porque, según ellos, no debía estar en su camino. Entre los insultos recurrentes estaban “quítate pinche estorbo” y “quítate pinche muerto de hambre”.
Ambos insultos, que asumo eran considerados como una verdad para quienes los proferían, son un ejemplo perfecto de lo que arriba mencionaba sobre la consideración de peatones y ciclistas como seres inferiores. En un mundo donde el auto es rey, peatones y ciclistas deben ser sus súbditos; el rey tiene todo el derecho, toda la potestad, los súbditos no tienen derecho, deben acatar los designios del rey. De modo que cada que un ciclista utiliza el carril completo en una calle, cada que está en el espacio del auto, lo consideremos como algo que no debería estar ahí, un estorbo, algo que no tiene derecho a estar ahí.
Este pensamiento profundamente clasista no es una sobre interpretación, se nota especialmente cuando hablamos de los llamados “pueblos bicicleteros” en contraste con los “países primermundistas”. Mientras que “pueblo bicicletero” se usa de forma peyorativa para referirse a lugares en los que la bicicleta (y no el auto) es usada como medio de transporte por infancias, juventudes, hasta personas adultas mayores y en los que suele haber un nivel mayor de pobreza y marginación; vemos con admiración y añoranza a los países europeos del «primer mundo» que priorizan su movilidad en bicicleta. Muchas personas no querrían moverse en bicicleta en Yautepec, Jojutla, etc., pero lo harían felizmente en alguno de los Países Bajos. De nuevo, una visión clasista y colonizada.
A pesar de la urticaria que causa a los automovilistas ver ciclistas en las calles, debemos resaltar que las movilidades alternas son un derecho. Una bicicleta o un triciclo de carga con tamales que va en la vía pública no es un estorbo, es una persona que ejerce su derecho al uso de la vía pública, igual que el auto. De hecho, de acuerdo con la pirámide de movilidad, las bicicletas estarían por encima de los autos en cuanto prioridad del uso de la vía pública. Una opinión poco popular es que, más que hacer ciclovías y carriles confinados para quienes usan bicicleta, deberíamos incentivar su inclusión en las vías públicas; necesitamos destronar al auto rey.
Si bien la bicicleta es una forma de movilidad que debemos promover, también hay que pensarla con cautela. La bicicleta en sí misma no es una panacea, ya que los mismos ideales del auto como bandera del capitalismo están siendo trasladados a las bicis. Bicicletas de carbono cuya huella ecológica es terrible, bicis de lujo, eléctricas, otras a precios altísimos y algunas de las mismas marcas de los autos de lujo, son un ejemplo de cómo el capitalismo es un sistema meta estable, no pierde nunca y si hay algo que le ponga en entredicho, buscará la forma de consumirlo y volverlo mercancía.
Entonces, ¿qué hacer? Esa es la gran pregunta.
*Comunicador de ciencia / Instagram: @Cacturante
Imagen cortesía del autor