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Goliath o la lucha contra las corporaciones

 

Billy Bob Thornton es uno de mis actores preferidos. Supe de él por la entrevista que James Lipton le hizo en su programa Inside the actors studio. En ella, Billy mostró cómo acomodaba el rostro para su encarnar al personaje principal de Sling Blade, un sujeto con una marcada prominencia del mentón. Sling Blade es una película de 1996 escrita y dirigida por Billy, con la que obtuvo el Oscar por Mejor Guion adaptado y fue nominado como mejor actor.

Hablo de Billy Bob Thornton porque después de algún tiempo de no ver nada de él, encontré por casualidad Goliath, una fantástica serie con 4 temporadas creada por David E. Kelley y Jonathan Shapiro y protagonizada por Billy como Billy McBride, un abogado alcohólico que, tras ser expulsado de su exitoso bufete, termina viviendo en un motel.

Uno de los aspectos más interesantes de la serie, además del lenguaje cinematográfico y la actuación de Billy, está relacionada en el nombre Goliath y ese mito bíblico. En la serie, Goliath no es una persona, son las grandes corporaciones, retratadas como entidades corruptas y deshumanizadas que anteponen sus beneficios sobre la vida de las personas, ya sea mediante negligencia, encubrimientos o manipulación del sistema legal.

La serie expone cómo el poder económico y político permite a estas empresas evadir responsabilidades, dejando a víctimas vulnerables sin justicia. Cada temporada aborda un caso distinto, reflejando problemas sociales y de salud pública reales, pasando por la guerra, la especulación inmobiliaria, la producción de alimentos y los fármacos.

En la primera temporada la corporación a derrotar es Borns Technology, dedicada a fabricar armas. A lo largo de los capítulos vemos cómo las corporaciones bélicas manipulan investigaciones, sobornan testigos y usan su influencia en el gobierno para eludir consecuencias e incluso asesinan a quienes les amenazan. Para la segunda temporada, el gigante a vencer es una mezcla de políticos, cárteles y desarrolladores inmobiliarios.

Ya en la tercera temporada la corporación a vencer es una empresa agrícola, se enfrenta a un ranchero multimillonario y su hermana en una disputa por el agua. La trama está inspirada en la historia real de los Resnick y su empresa de almendras y pistaches Paramount Farms que, de acuerdo con la prensa, usa más agua que todos los hogares de Los Ángeles juntos.

Este caso es de especial importancia porque pone en evidencia cómo la agricultura constituye uno de los aspectos que necesitan modificarse en vías de una mejora ambiental real, ya que utiliza alrededor del 70 del agua dulce disponible en el mundo, además su uso de fertilizantes es una de las causas de la eutrofización del agua, un proceso en el que las aguas superficiales tienen un exceso de nutrientes inorgánicos, como nitrógeno y fósforo, lo repercute en el balance de la biodiversidad. El último Goliath (en la cuarta temporada) es Zax Pharmaceutics, una farmacéutica que, a pesar de saber el potencial adictivo de sus analgésicos opioides, realizó una agresiva campaña de promoción y marketing para crear una enorme base de consumidores promocionó.

Actualmente existen otros Goliat que están usando toda su influencia económica y política para seguir amentando sus ventas a pesar de lo perjudicial de sus productos, hablo de las corporaciones tabacaleras y de las industrias de alimentos.

También llamadas como Big Tobacco, las tabacaleras han operado durante décadas con una estrategia calculada: negar los daños del cigarrillo, manipular investigaciones científicas y dirigir su marketing a poblaciones vulnerables. En los años 50, empresas como Philip Morris y RJ Reynolds financiaron estudios falsos para minimizar el vínculo entre tabaco y cáncer, mientras promovían sus productos como «seguros» o incluso «beneficiosos». Más tarde, dirigieron campañas agresivas hacia jóvenes y comunidades pobres, usando anuncios con celebridades y sabores adictivos (como los mentolados) para enganchar a nuevas generaciones. Hoy, aunque las regulaciones son más estrictas, siguen expandiéndose en países con leyes débiles, replicando el mismo juego sucio que las corporaciones en Goliath.

La industria de alimentos ultraprocesados (llamada Big Food) actúa de forma muy similar a Big Tobacco: oculta riesgos, desarrolla productos adictivos, bloquea regulaciones y hace un marketing agresivo. Empresas como Coca-Cola, Nestlé y PepsiCo han financiado investigaciones para culpar a la «falta de ejercicio» (y no al azúcar) de la obesidad, mientras saturan sus productos con jarabe de maíz de alta fructosa, un ingrediente barato que tiene serios riesgos para la salud. Su publicidad apunta a niños (con mascotas coloridas y juegos) y a comunidades de bajos ingresos (donde la comida sana es inaccesible). El resultado es una epidemia de diabetes, hipertensión y enfermedades cardiovasculares, igual que en Goliath, donde las víctimas son siempre los más débiles y las corporaciones niegan responsabilidad hasta el final.

Tanto Big Tobacco como Big Food han usado el lobbying político para frenar advertencias sanitarias, impuestos a sus productos y leyes de transparencia. En los 90, las tabacaleras pagaron a congresistas para bloquear regulaciones; hoy, la industria alimentaria hace lo mismo contra el etiquetado frontal de advertencia. Además, crean falsos dilemas, al situar toda la responsabilidad en el consumidor o argumentar que las regulaciones afectarán la economía.

Lo que está ocurriendo en México con la regulación de la comida chatarra daría para hacer una temporada más de Goliath y mostrar cómo la industria de la comida chatarra está envenenándonos, y nosotros “felices” comiendo y bebiendo sus productos.

*Comunicador de ciencia / Instagram: @Cacturante

Gabriel Millán