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Pocas cosas definen más a una persona, a una familia y hasta a una comunidad, como la maternidad. Algunas naciones la controlan, otras la fomentan. La maternidad, ya sea amorosa o ausente, estricta o inexistente, nos define como individuos y, después, entre todos, definiremos nuestra colectividad.

Pero no todas las maternidades son felices para las propias madres, algunas son producto de la violencia o de la ignorancia, otras son sometidas por largo tiempo a los maltratos, otras están llenas de culpabilidades.

La mayoría de las mujeres son capaces de soportar muchas cosas por sus hijos y hasta los llegan a amar aunque hayan sido concebidos entre golpes y dolor. Algunas ven truncas sus esperanzas de ver crecer a sus hijos cuando éstos desaparecen o son secuestrados por el padre. Otras hacen grandes sacrificios por hijos de otros.

Hay muchos tipos de madres, como hay muchos hijos de padres y de hijos. Afortunadamente también hay historias felices de amor, comprensión y ternura de principio a fin, en las que una madre – y ahora, también, con dos madres o dos padres- ve crecer a sus hijos.

Pero el eje central de una sociedad humana es, de manera natural más que por roles asignados, la figura que se encarga del cuidado del futuro de la comunidad, en la figura de la primera maestra y alimentadora de los niños.

Octavio Paz escribió “mi madre, niña de mil años, madre del mundo, huérfana de mí, abnegada, feroz, obtusa, providente, jilguera, perra, hormiga, jabalina, carta de amor con faltas de lenguaje, mi madre: pan que yo cortaba con su propio cuchillo cada día.“

Y así son la mayoría de las madres, aunque lo sean de niños ausentes.

Esa por eso que se puede preguntar si tuvo una madre amorosa el médico que se burla de su paciente adolescente cuando está a punto de dar a luz; si tenían una madre atenta los policías que se niegan a trabajar a deshoras o a cruzar una carretera para continuar la búsqueda de un niño desaparecido o si conocieron a su madre quienes desaparecen a un menor que vivía felizmente en su hogar, al cuidado de una persona que sí se preocupaba por él.

La respuesta, desde luego es que sí, todos tuvieron madre, y éstas debieron tener virtudes y defectos, pero en algún momento ellos la guardaron en la gaveta en donde debe reposar su ética, su empatía y su responsabilidad profesional.

Sirva este día para reconfortar a todas las madres a quienes no les ha sido fácil su maternidad y celebremos a todas, también a las felices, este diez de mayo.

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