(Nuestras Raíces)
La crónica: con el compromiso único de registrar los hechos.
(In tlapohualiztli teen nentlahtoa in melahuac)
A Lya Gutiérrez Quintanilla como un reconocimiento por su gusto a la crónica.
El Patrimonio Cultural es una herencia colectiva, un capital social no renovable, por lo que su conservación y su uso sostenible, son responsabilidad de cada ciudadano. Ello permite asegurar el continuado disfrute de los sitios patrimoniales por las futuras generaciones.
El patrimonio, y como tal su destino, está en manos de las comunidades y de las estructuras de gobierno, más cercanas decidir el destino de este importante capital. Como en el caso de toda la herencia recibida, podemos invertir el capital adecuadamente y asegurar que éste multiplica su valor, y que asegure a las siguientes generaciones un potencial de desarrollo.
En caso contrario, podemos abandonarlo, y perder no solo uno o muchos signos y reflejos de identidad sino incluso un elemento de desarrollo económico que hoy brindan los elementos culturales vistos a través de la arquitectura, el entorno natural, la gastronomía, etc.
La memoria y la identidad colectiva están en juego, y es responsabilidad compartida de muchos actores como los cronistas, promotores culturales, académicos y grupos organizados, así como de los líderes políticos asegurar y consolidar su supervivencia.
El patrimonio cultural no es un lujo de uso exclusivo para algunos sectores sociales, es parte de la realidad en la que nos movemos, es nuestra herencia de vivencias y está estrechamente vinculado con nuestra identidad y nuestra manera de actuar, de vivir y de reflejarnos cotidianamente. Por ello, reconocer el patrimonio cultural y la manera de manejarlo responsablemente, son elementos de gran importancia para cualquier ámbito de gobierno y, por supuesto, de la comunidad.
De manera muy resumida, me permito ubicar y discernir en la importancia del patrimonio cultural desde su origen en la comunidad. Asimismo, sobre la relevancia de la estructura de gobierno que representa el ayuntamiento como base administrativa en la estructura organizacional de nuestro país y donde el cronista, como figura o personero institucional, tiene una importancia trascendental, toda vez que es un hecho que su función y actividad están reconocidas en la estructura municipal a través de la institucionalidad que otorga la ley orgánica correspondiente.
Lo importante y trascendente ahora, es también reconocer, que el cronista, en el devenir histórico de cada municipio o localidad, debe ganar y ubicar su propio espacio rebasando la propia institucionalidad de su encargo y consolidar la autoridad moral que este oficio brinda a todos y cada uno de los que gustamos de hacer crónica, de hacer el registro histórico, de rescatar documentos y archivos, de integrar el memorial y el acontecer del barrio, de la calle del pueblo, de la región, de los personajes olvidados de la historia, toda.
Ello solo se brinda en la conjunción misma, cuando se tiene esa historia guardada para contarla vivencial y sustentadamente; cuando se tiene o se cuenta con el apoyo documental; cuando es referenciada con el registro de lo cotidiano para que la historia sea así, un acontecer que diariamente o periódicamente tiene vida misma. Así, el cronista registra los hechos para compartir la historia, su historia.
Reitero que es muy importante rescatar y ubicar a las estructuras gubernamentales y, particularmente, a la figura del ayuntamiento, para que, en ese trascendente encargo de la crónica, el cronista o los cronistas se sirvan de este aparato administrativo y no la estructura gubernamental se sirva del registro histórico y la crónica sin el elemento sustantivo de quienes saben contarla y de escribirla con el compromiso único y noble de registrar los hechos.
Así pues, el cronista se brinda y se ofrece en la cotidianeidad de lo sucedido, para bien de una sociedad. Se trata del registro testimonial de aquel que se atreve a dar fe en su crónica.
*Director del Centro INAH Morelos