(Nuestras raíces)
El maíz nativo: una semilla con nuevos retos que salvar
( In macehual centli: ce xinachtli tlen nochtin quitepehua)
María del Carmen Orihuela Gallardo*
El maíz nativo, también conocido como criollo, tiene una variedad muy amplia de colores, tamaños, incluso, sabores. Esta semilla es cultivada por los pueblos originarios y rurales de todo México. En Morelos, sin duda, existen variedades muy específicas de cada región de nuestro estado. Cada una de estas semillas da cuenta de un legado ancestral de los diversos pueblos, así como de cada persona que la cultiva. A lo largo de toda su vida, mujeres y hombres, siembran, reproducen y elaboran alimentos de este maíz. Ellos realizan un trabajo arduo y contante para conservar su maíz. Esto contribuye a mantener la identidad más allá de la muerte. Es tan entrañable la relación que los productores crean con su semilla que los herederos consideran que continuar con su cultivo, posterior a la muerte de los padres que la sembraron a lo largo de su vida, es mantener presentes a sus ancestros.
Para que una semilla de maíz nativo crezca en un territorio, tanto árido como húmedo, requiere haberse adaptado a la tierra, clima y ciclo de lluvia. Por lo que si esta semilla proviene de otra región puede tardarse algunos años en su adaptación a un nuevo territorio. Para ello, el maíz requiere la constancia en el cuidado de sus productores para lograr que acepte la nueva tierra para reproducirse. Además de la adaptación a las condiciones geográficas y nutricionales de los suelos, también se complementa su fortalecimiento con las dinámicas que implican la redistribución comunitaria –sostenida en la solidaridad, intercambio y reciprocidad. Esto nos deja ver que el crecimiento del maíz nativo es el resultado de la interacción de los pueblos que se comparten las semillas como una estrategia para expandir su legado cultural y epistémico más allá de la propia comunidad.
Como alimento, el maíz criollo, se distribuye transformado en masa o en tortillas. Estas han permitido que la colectividad pueda tener un elemento alimenticio común, al compartirla e intercambiarla se crean importantes sentimientos que fortalecen el tejido social. Vemos, que el maíz contiene, de forma inseparable, el trabajo, las prácticas de sus productores y los saberes del territorio. La semilla, entonces, se distribuye como una comida cargada de la historia de vida de cada agricultor, de la solidaridad que ha permitido la apoyo a la permanencia de los pueblos agricultores y la integración de las características ambientales del territorio en el que crece. Es decir, la semilla de maíz contiene todo aquello que el productor tiene en su realidad biocultural.
Actualmente, el maíz tiene otros retos para su adaptación, se trata de los cambios climáticos como lo es la sequía evidente en los terrenos de cultivos. El retraso de la temporada de lluvias requiere que la semilla ajuste su desarrollo a un menor tiempo de humedad, incluso, que crezca pasado el mes de septiembre. El maíz criollo, es la única semilla capaz de adaptarse a estos desfases, porque esa es una de sus cualidades. Así, el mejoramiento de la semilla por elección de los productores no deja de realizarse. Además, del temporal la semilla mejora para crecer en las características de suelo específicas de cada terreno. Razón por la que cada familia tiene un maíz único con una adaptación a las necesidades sociales y territoriales específicas.
De ahí que dejar de cultivar el maíz nativo para transitar al cultivo de híbrido o transgénico hace que se pierda la semilla nativa, con su legado ancestral de las sociedades. Son muchos los restos que enfrentan los pueblos agricultores para continuar sembrando, produciendo y disfrutando del maíz nativo. Para que ellos continúen haciéndolo se necesita apoyar a mujeres y hombres que se esfuerzan día tras día en mantener su excepcional cultivo de maíz nativo.
En estas líneas quise destacar la dimensión cultural, histórica y mitológica en los pueblos agrícolas. El maíz nativo integra, en sí mismo, la aceptación de aquellos que lo consumimos de lo colectivo y diverso de quienes lo producen empleando saberes heredados ancestralmente.
*Dra. en Estudios Mesoamericanos por la UNAM.
Foto: SAyDR