loader image

 

(Nuestra raíz)

Retratos de un México mestizo 2ª parte

(To macehual Mexico ixcopinalme)

Miguel Gutiérrez Hernández*

Soy mestizo. No como una etiqueta, sino como un acto de amor a mi familia plural. En un país donde hasta la comida es fusión —mole que mezcla cacao y especias—, la pureza racial es un mito. Propongo mirarnos como ese retrato familiar: diversos, pero unidos y construir un futuro donde nadie sea reducido a una sola palabra.

México, si en tu rostro veo los ojos curiosos de mi madre, las manos sabias de Jerónimo y la tenacidad de Clemente? ¿Cómo no abrazar tu historia, si eres el retrato de mi abuela? ¿Cómo no admirar tu alma, que como el mole, mezcla lo dulce y lo picante sin pedir perdón? Eres la cotorina que me abriga, el relato de Altamirano que me inspira, la tierra donde mis raíces —indígenas, europeas, todas— se enredan sin competir. Por eso, ante los que quieren dividirte, los que se equivocan por sentirse superiores y los que se equivocan también por sentirse inferiores yo elijo amarte completo: no por pureza, sino por ser ese hogar grande donde cabemos todos. ¿Cómo no te voy a querer, si en tu diversidad me encuentro yo mismo?

Semblanza

La niña de la foto quedó huérfana pronto y migró a la Ciudad de México dos años de primaria le bastaron para convencerla de que la educación salva, cura y construye futuros, así que no descansó hasta ver al autor como Ingeniero en Energía egresado de la Universidad Autónoma Metropolitana.

El autor aprendió de su madre no sólo la importancia de la innovación técnica sino el compromiso social. Aprendió que los desafíos —ya fueran ecuaciones complejas o sistemas de cómputo obsoletos— se enfrentan con curiosidad y tenacidad. Por eso, mientras otros veían en la energía un campo meramente técnico. El veía proyectos energéticos no solo para la gran empresa sino también para brindar luz y otros servicios a personas y comunidades alejadas.

Los premios nacionales e internacionales que ha recibido —en ingeniería ambiental, sistemas computacionales y proyectos educativos— no son para él trofeos, sino recordatorios de un principio que su madre le inculcó desde niño: «El conocimiento solo vale si se comparte». Por lo que brinda apoyo en matemáticas de manera gratuita a diversas escuelas públicas a través de una plataforma en internet.

Hoy, a sus 61 años, su lucha es dual: la verdadera energía no está sólo en los circuitos eléctricos, sino en la capacidad humana de transformar adversidad en esperanza gracias a la Educación.

*Ingeniero y Tlayecanqui

La Jornada Morelos