Marco Antonio Román Sotelo* y Tatiana Vanessa González Rivera**
La economía Social y Solidaria reconoce y valora una pluralidad de trabajos como los productivos, profesionales, remunerados, pero también las categorías que han quedado excluidas por el sistema hegemónico, es decir, los trabajos reproductivos, voluntarios y hasta gratuitos por no estar asociados a lo mercantil y no monetizado pues en la lógica capitalista se conciben como algo no económico.
En México nuestra Carta Magna cita en su artículo 123 que “toda persona tiene derecho al trabajo digno y socialmente útil; al efecto, se promoverán la creación de empleos y la organización social de trabajo, conforme a la ley.” Pero ¿se han generado condiciones de trabajo justas y favorables para todas y todos? ¿Se ha podido observar el mejoramiento de la salud y de las condiciones de seguridad en el trabajo?; ¿Se cuenta con la garantía de una remuneración justa por los servicios prestados sin discriminación alguna, así como el establecimiento de un salario mínimo suficiente para asegurar condiciones de vida decorosa y un empoderamiento individual y colectivo?
Según los indicadores de ocupación y empleo publicados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) la población económicamente activa (PEA) fue de 60.9 millones de personas, superando la de febrero de 2023; entre tanto, la población no económicamente activa fue de 40.3 millones, 623 mil más que en ese mismo mes, pero correspondiente al año 2023.
Aunque las cifras para lo que va del año 2024 apuntan a un incremento en el trabajo formal, este último sigue siendo “indecente” sobre todo si rompemos con el esquema tradicional de que trabajo es igual a empleo asalariado; así como economía es mucho más que mercados; por ende, muchos de los trabajos que desarrollamos como esenciales para la vida humana resultan ser, a su vez, los más precarizados. Asimismo, en las condiciones impuestas por el capitalismo desmedido esos empleos formales no cumplen con el ideal de “trabajo decente” acuñado por la propia Organización Internacional del Trabajo (OIT). Así, la calidad de vida laboral de tales condiciones se halla marcada en buena parte por un decrecimiento en las coberturas sociales, los salarios y las condiciones contractuales; todo lo anterior contrarresta un desarrollo equitativo, sostenible y ensombrece la dignidad humana promulgada por la OIT en su terminología.
Por ende, es tiempo de intercambiar la lógica y colocar en el centro a las personas, desplazando a la rentabilidad. Existen buenas prácticas de la ESS – varias documentadas en los diversos escritos que compartimos en este espacio – que evidencia como esta economía contribuye a impulsar y sostener trabajos decentes. Como lo hemos demostrado en otros temas vinculados a la ESS, esta economía alternativa tiene potencial para contrarrestar flagelos y desigualdades y no es la excepción el contexto de la situación laboral endeble. La cooperación, ayuda mutua, solidaridad, gestión democrática, inclusión, igualdad de derechos, entre otros valores que forman parte del ADN de la ESS promueven el trabajo estable y de calidad.
Seguimos pugnando en nuestros escritos por un mayor impulso al sector a través de políticas públicas de desarrollo y fomento para las organizaciones y empresas sociales y solidarias. Los tiempos en México, y en el propio estado de Morelos, son perfectos para una intensa y eficaz labor de cabildeo con los nuevos dirigentes para que se obtenga un avance mayor a lo que hasta ahora se tiene delineado y previsto en materia de ESS.
*Licenciado en comunicación y Maestro en Sistemas Políticos Complejos
** Investigadora Asociada C de Tiempo Completo del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la Universidad Nacional Autónoma de México (CRIM-UNAM). tatianag@crim.unam.mx