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Andrea Marentes, Doroty Melanie, Ismael Rojas, Maritza Medina, María Olguín, Valeria Ibarra, Valeria Razo y Ximena Sotomayor se reciben como licenciados en teatro por la Escuela Nacional de Teatro del INBAL con el montaje escénico Trigal de Luciérnagas. En este cronista se instalaba la curiosidad, previo al estreno de este examen, de qué locuras haría con esta generación de estudiantes la maestra Alicia Martínez Álvarez. Desde los primeros minutos, a uno se le olvida el carácter escolar de este trabajo y la magia comienza, arrobando los sentidos y despertando al niño interior a través de los mundos fantásticos que abre esta dramaturgia que la maestra ha creado en colectivo con sus alumnos y cuyos detonadores fueron textos poéticos escritos por mujeres. Con un elenco predominantemente femenino sobra decir que la mirada y el acento está ahí y que los mundos que abre, si bien nos instalan en la clave de lo mágico, corresponden a esa sensibilidad. La sororidad, la maternidad, las alianzas entre mujeres y más, transitan Trigal de Luciérnagas.

Planteada como una aventura (con una amenaza latente o presencia amenazante, más una administradora corrupta dispuesta a vender plántulas, un político que desprecia a su propio pueblo, etc.) las “Papelitas” que habitan el trigal serán las heroínas de esta historia, reuniendo a las dos hermanas ancianas que las han cuidado cada una por su lado y que terminarán devolviendo la memoria a dos seres mágicos y misteriosos. Son las “Papelitas”, espíritus desprendidos de los libros y al tiempo sabiduría de las plantas, las que nos conducen por estos universos de lo real maravilloso. Y, como suele suceder con las creaciones de la maestra Martínez Álvarez, el eje de la puesta en escena es la plástica que alucina los sentidos del espectador con elementos que a cada paso sorprenden y arroban; al tiempo que en lo actoral toma como punto de partida (y de llegada) el trabajo con la máscara y el cuerpo.

Realmente es impresionante cómo incorporan estos ahora licenciados en teatro la máscara con todos los desafíos que implica. Es evidente, para el ojo escrutador, que se ha trabajado por meses para construir esta totalidad desde cero: desde una dramaturgia no rígida que por momentos nos acerca al camino del héroe (que acá será grupal y de “Papelitas”), una escenografía que juega deslumbrando con las convenciones más deliciosas de la teatralidad transformando las cosas en lo que no parecían ser, y un trabajo musical y sonoro que está a cargo de Roxana Rivera, David Pérez y Gerard Bulás. Lamentamos no citar a todas y todos los que intervinieron en la estupenda escenografía y genial vestuario pero son un ejército imposible de nombrar en este espacio.

Es importante decir al espectador que no se preocupe si se siente perdido en los primeros minutos de representación. La dramaturgia tarda en instalar las distintas líneas del relato dramático y de entrada desconcierta con los mundos mágicos que siembra en nosotros este trigal. Pero tranquilos que todo se comenzará a hilar y adquirir maravilloso sentido. La recomendación es, en todo caso, póngase flojito y cooperando para que su niño interior despierte y se deje transportar ahí donde su enciclopedia personal y sus memorias enterradas le quieran llevar. Esperamos que pronto esté por Morelos.