

Memorias de un antiguo pueblo chinampero
(Primera de dos partes)

Fernanda Isabel Lara Manríquez
A propósito del día mundial del agua quisiera recuperar algunas memorias sobre el estrecho vínculo de este vital líquido y los pueblos originarios. En particular me concentraré en un pueblo chinampero y ribereño de Canal de la Viga en la alcaldía de Iztapalapa, Ciudad de México, a saber, San Juanico Nextipac.
En momentos previos a la invasión española sobre el oriente de la Cuenca del Valle del Anáhuac aquello que saltaba seguramente a la vista era la abundancia de agua; ya fueran ríos, canales, ojos de agua o ciénagas. La propia toponimia de Iztapalapa, “losas sobre agua”, recuerda su establecimiento lacustre, así como su particular composición por diversos islotes.
Uno de dichos islotes era Nextipac. Gracias a la amplia disponibilidad de este recurso pudo erigirse por un gran periodo de tiempo una economía y un modo de vida vinculado a la naturaleza que, a su vez, se expresa simbólicamente en creencias y rituales asociados al agua.

Todavía en la década de los treinta del siglo pasado Nextipac era un pueblo ribereño de Churubusco, y de Canal de la Viga, contaba con un canal propio que atravesaba el pueblo, el Canal de San Juanico (nombre de una de las actuales calles del lugar), además del terreno que para los años treinta y cuarenta había dado en la conformación de la Colonia El Sifón, lugar donde se encontraba una antigua ciénega cuyos registros en el Archivo General Agrario datan del año 1723.
Esta ciénega, de nombre Petlapa, les fue despojada paulatinamente a los habitantes del pueblo por parte de un estadounidense de nombre Dionisio Meade, quien contó con el apoyo de Ángel García Lascurain, un antiguo funcionario de la Comisión Hidrográfica del Valle de México y, en su momento, dueño del Rancho El Tlacotal. Lascurain podía entonces solicitar concesiones de agua sobre río Churubusco del cual era ribereño su rancho, además de otorgar concesiones de agua en su calidad de funcionario a sus amigos, a su vez, dueños de otros ranchos y/o haciendas.
Debido a que los principales negocios de Meade y, posteriormente, de Meade Jr., eran la ganadería y la venta de alfalfa, el terreno de toda la ciénega que arrendaban al pueblo antes del despojo de su propiedad, era super explotado por el ganado que llevaban a pastar, desplazando poco a poco los usos que los habitantes de Nextipac le daban a dicha agua, principalmente para el riego de terrenos de alfalfa, al tiempo que se les quitaba su acceso a Churubusco. Dicha ciénega se fue desecando paulatinamente hasta transformarse en un gran pedazo de tierra sobre el cual al pueblo sólo le quedarían algunos relatos.
Pero la ciénaga no sería la única fuente de abastecimiento de agua despojada del pueblo de Nextipac, la desecación y posteriormente, la pavimentación de Canal de la Viga se conformaría en un segundo embate a la forma de vida tan estrechamente relacionada con el agua. Con la desaparición del agua de la Viga, se esfumarían algunos canales de agua menores que comunicaban a los pueblos de Iztapalapa, entre ellos, otros antiguos islotes como San Andrés Tetepilco y La Magdalena Atlazolpa. Algunos de estos canales fueron el de San Juanico y el de Apatlaco.

Canal de la Viga esquina con Río Churubusco, el antiguo sifón que le daría nombre a la colonia homónima. Fotografía tomada a principios de siglo pasado. Fototeca INAH.
El testimonio del señor Vitorio Sánchez Ramírez, nacido en 1919, entrevistado en 2019 a sus 100 años de edad y poco antes de su partida, hace posible reconocer este antiguo Canal de San Juanico: “aquí en frente de la casa pasaba un canalillo, como a 100 metros, estaba grande, había un puente, le decíamos ‘el puentecito’, ahí donde está la escuela. Mis abuelitos tenían canoas y las pasaban por aquí, las usaban para ir al campo, para Apatlaco porque mi papá tenía un pedacito de terreno ahí”.
El agua era tan abundante, según se pudo registrar, que incluso hay un relato en el que había un ojo de agua en el patio de una de las casas de Nextipac. Además, los usos de ese ojo de agua no se restringían a lo doméstico, es decir, para cocinar y para el consumo cotidiano, sino que se utilizaba para lavar y para hacer ciertos rituales el día de San Juan Bautista, Santo Patrono del pueblo.
Al respecto el Sr. Tiburcio Ávila, antiguo habitante del hogar donde se encontraba el ojo de agua, recuerda que: “en cada terreno había zanjas, por ejemplo, aquí hubo un ojo de agua, aquí en la casa que estamos, ahí por donde esta la buganvilia. Ahí mi abuelo hizo unos lavaderos para que se aprovechara esa agua para las del pueblo […], me contaron que antes no cobraba y después sí, pero una mínima cantidad sólo para darle mantenimiento a los lavaderos, a la pileta. El agua salía, se desbordaba la pileta y corría sobre calle Zaragoza”.

Además, el día 24 de junio, fecha de celebración de San Juan Bautista, las mujeres del pueblo iban al ojo de agua a lavarse el cabello después de cortarlo pues se creía que les crecería mejor. La desaparición de dicho ojo de agua fue otro embate a las costumbres de Nextipac, pero del agua se les siguió despojando todavía en la década de los sesenta, tema que se tratará en la siguiente entrega.
