

¿Dónde está el auténtico contrapeso al gobierno de Trump? ¿Dónde está la sociedad estadounidense contestataria? De esa tierra han surgido grandes artistas (y el arte es siempre insumiso). Un ejemplo: son los creadores de la comedia audiovisual en el cine y la televisión. Hemos reído con sus películas y sus sitcoms en absurdas situaciones cotidianas que estimulan con la risa el pensamiento. Pues no hay mejor incentivo para el cerebro y su creatividad que la risa. Tenían sentido del humor. Ahora, como sociedad, parecen haberse convertido en una caricatura, en el peor capítulo de Los Simpsons.
Si no hay un contrapeso real de la sociedad estadounidense a Ricky Rich (Ricky Ricón en Latinoamérica), este va a seguir jugando con la economía mundial como si fuese un juguete de plástico y, quizá sin querer, lo acabe rompiendo, solo porque necesita demostrarse a sí mismo (y a sus seguidores) que él tiene el poder y que todos los demás pueden «besarle el culo» («kissing my ass«); pero no solo se trata de la pretensión de ser el macho alfa, beta o zeta sobre los otros machos del planeta, sino del narcisismo en su forma más exaltada.
Con razón se exacerban las posturas feministas cuando vemos lo que el género masculino está haciendo con el mundo. Pero ojalá que juntas, y juntos, seamos más inteligentes que nuestros vecinos, ¿no nos gusta a nosotros mismos hablar, sobradamente, del ingenio mexicano, como si cada pueblo de la tierra no hiciera lo mismo; ¿es decir, hablar exquisiteces de su grupo social –al tiempo que, paradójicamente, nos solemos autodevaluar como nación? Por supuesto, hay aquí ingenio, talento, creatividad, así que sigamos creando las condiciones para que se muestren estos dones. ¿No es nuestra hora para crear una mejor nación desde una lucha democrática que sea un ejemplo para el mundo?
Trump sacó al macho estadounidense del clóset y arroja claridad sobre el más dañino espécimen del hombre blanco, heterosexual, protestante (WASP: White Anglo-Saxon and Protestant). Los auténticos cowboys con pistola en el cincho y sombrero panameño, o donde les permitan demostrar mediante sus armas su poder; y la lengua, entonces, ya no separa la vulgaridad y la política, pero no es ese el problema (no necesitamos ahora la censura), sino que delata las involuntarias pobrezas metafóricas de quien es un hombre de negocios y no un poeta.
Pero como la lengua revela siempre más que lo que dice (pues es la obra maestra del ser humano) ¿no sentimos vergüenza ajena por este pobre millonario? Alguien que no quiere demostrar debilidad detrás de innumerables máscaras, orgulloso de sí y de su éxito, de su capacidad para hacer negocios, pero ciego a las necesidades de los demás. El narcisista que un día sí, y otro también, necesita ser el foco de atención.

Estados Unidos pareciera tener algún tipo de gangrena, si es que hace llegar a tipos como este al poder; y lo mejor para los demás es alejarse lo más posible de esa infección y confiar en que sus propias defensas lo ayuden o, si no, serán otros los que extirpen la enfermedad. Y es que al final, ¿no es toda forma de imperialismo, a su vez, la obra maestra de la envidia? Porque solo se trata de quitarle sus riquezas a otros pueblos u otras naciones. Y no se trata de fascismo o nazismo, aunque ambos males también estén de algún modo presentes, sino que esto es «trumpismo».
Adiós a un país, bienvenido al juego de mesa llamado Monopoly o de cuando la ficción ultracapitalista se apodera de la realidad por completo. Es cierto, no hay nada más poderoso que las ficciones, estas son un mecanismo de supervivencia para la humanidad, pero, al mismo tiempo, son un problema cuando ciertos grupos tratan de imponer su propia ficción a los demás. Y en este sentido, el trumpismo ejerce violencia de diversas formas. Algo nada bueno para cualquier civilización que se precie de serlo.
Otra ficción, utópica y desacreditada, la del amor, puede salvarnos como especie; amor a la vida en todas sus formas, aunque el amor se ha empobrecido a tal punto que la sola palabra empalaga o causa aversión. Pero este es un buen momento para preguntarnos otra vez por esta emoción y, acaso, para buscar una palabra que la sustituya sin que deje de ser el puente más sólido que puede haber en el mundo hacia las otras personas y los demás seres del planeta.
*Doctor en letras

