

Todas las personas que conocemos tienen un número invisible en la frente que representa el número de veces que vamos a volver a verlas, pueden ser dos, o cien, pero siempre hay una cifra. Ojalá existiera una cantidad ilimitada de tiempo para estar con quienes amamos estar, ojalá cargáramos en el bolsillo del pantalón con un calendario que marcara nuestra vida en semanas y tuviéramos conciencia de que ese día quizá sea el último en vernos, por eso no hay que guardarse nada, decirlo todo, qué importa, vamos de frente al miedo, de frente al amor, no somos más que los pasos que andamos, qué importa.
Ayer salí de mi navío, un contrato corto; dos meses y medio en alta mar, muchos amigos, mucho cariño, esta vez pegó fuerte… no vislumbre el golpe de la ausencia hasta esta mañana. Desperté en medio de la azotea en Ciudad de México, y por primera vez en un tiempo no tuve que medir mis pasos tambaleantes hacia la regadera, por primera vez no había prisa.
Alguna vez le escribí a Iván un querido amigo colombiano que con el tiempo había aprendido que lo más importante de este trabajo en ultramar, no era el trabajo, sino las personas que conocías, hoy puedo estar más seguro que nunca de eso, muchos de ellos se han vuelto mis mejores amigos. Es que en un espacio tan cerrado y a fuerza de la convivencia se comparten muchas cosas, llegas al centro de las personas, eso me gusta, todo lo que uno pretende cuando vive en tierra en el mar se desvanece, la espuma de los días lava el cristal y nos permite vernos vulnerables, y en algunas ocasiones nos deja ver la esencia de los demás.
Con las canas del tiempo, que cada vez me pintan más, he aprendido algunas cosas, y una de ellas es que la amistad es algo que valoro incluso más que el amor romántico, muchas veces lo he rechazado en pro de la amistad, es en ella que realmente descansa el amor y el velar por el bienestar del otro, es inclusive mucho más receptiva que las relaciones románticas pues se cargan con menos expectativas, aceptar a los demás con sus errores es amarlos. Slavoj Zizek dice que si tienes razones para amar a alguien es que no lo amas, eso es lo increíble de la lógica del amor, que cuando es verdadero escapa a los razonamientos, es por que es, y con eso basta.
Gracias a todos mis amigos de ultra-mar, gracias por aligerar el peso del viaje y del alma, gracias por todo lo que he brindado con ustedes y por ustedes, no les deseo más que su vida sea un refugio de amor y cariño, una colección de memorias que habrán de contar cuando seamos viejos, tengan por seguro que yo hablaré de ustedes y de los días en que fui más feliz a su lado.
Deja que pase nomás
cuando le cueste seguir
puede por ahí descansar
en mí.

Cuando se apague mi vida me da por cantar
mi alma dirá agradecida
paloma mía, hasta otro día será
Echeme pa’ descansar
y haga brotar por ahí
todo el amor que ha dejao
en mí.
Deje que pase nomás
hacia donde que haya que ir
todo lo habré de llevar
en mí.
Paloma – Juan Quintero

Roatán, Honduras
