

He mencionado antes cómo las redes sociales se han visto plagadas de personajes que promueven una “masculinidad tradicional” y cómo se aprovechan de las inseguridades de hombres adolescentes para esparcir mensajes de odio que se derrumban al más mínimo escrutinio, pero que mantienen a sus fanáticos enganchados al pintarse como modelos a seguir y, por tanto, ídolos incuestionables en las mentes de sus jóvenes e impresionables seguidores. Existen fenómenos similares enfocados en atraer mujeres, como las influencers “tradwife” (esposa tradicional) que promueven una versión idealizada de una vida dedicada a criar niños, mantener un hogar y, en ocasiones, una visión campestre casi mormona de la vida. Y, de manera más reciente, el crecimiento de la “clean girl aesthetic”, una tendencia en redes caracterizada por maquillaje natural, ropa en colores y cortes conservadores y una imagen de “perfección natural”.
Lo peligroso de estas tendencias no reside necesariamente en ellas mismas, sino en algunos de sus efectos. Cabe aclarar que querer una vida campestre o aspirar a ser ama de casa y tener hijos son ambiciones totalmente legítimas. De igual manera, preferir estilos conservadores es totalmente válido (quienes me conocen sabrán que yo mismo simpatizo con ello). El problema radica en cómo, en el mejor de los casos, este contenido sirve como puerta de entrada a un mundo mucho más conservador. La colaboración entre creadores de contenido y los algoritmos de las redes sociales provoca que a aquellos expuestos a este tipo de contenido se les recomiende contenido similar, desplazando en ocasiones la balanza política hacia la derecha. En lugar de limitarse a promover una vida como ama de casa, se termina consumiendo contenido donde una de estas amas de casa acusa a feministas y “liberales” de atentar contra su estilo de vida, o argumenta que “globalistas” (un eufemismo para referirse a judíos) controlan el mundo y buscan acabar con la familia tradicional. Aún más grave, este contenido romantiza un estilo de vida inspirado en una época históricamente perjudicial para los derechos de las mujeres, ignorando convenientemente esa problemática y mostrando únicamente los aspectos deseables.

Las “tradwife”, “clean girls” y la tendencia de “old money” venden y romantizan una realidad que es, simple y sencillamente, inalcanzable para la mayoría de la población, ya que el enfoque en ropa conservadora, materiales de calidad, estilos clásicos, vida en el campo y la crianza de múltiples hijos dependen de un nivel de ingresos extremadamente elevado. Sus seguidores son conscientes de esto y, en ocasiones, lo consumen como una mera aspiración a futuro, lo cual, en teoría, no debería ser negativo. El problema es que todos estos estilos están claramente inspirados en las élites acaudaladas y mayormente conservadoras del mundo, romantizando su estilo de vida y, por ende, su ideología y el sistema que los llevó a esa posición. Este auge en redes sociales me parece una estrategia efectiva para atraer a un sector demográfico que normalmente se inclina más hacia la izquierda. Estas tendencias les dicen a las mujeres jóvenes que sus problemas y dificultades no son culpa de una problemática sistémica, sino que amoldarse a lo que las élites consideran aceptable es deseable, y que la imposibilidad de tener una casa o criar una familia es culpa de los liberales, y no la consecuencia lógica de un sistema que explota cada vez más a quienes no son dueños de los medios de producción.