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El calor de esa tarde se fue disipando conforme caminaba entre el verdor del jardín. Luego de unos pasos crucé un vestíbulo y me uní al grupo que en ese momento visitaba la casa estudio del artista plástico Rafael Cauduro (1950–2022), ubicada en Cuernavaca.

Mientras Manuel y Gabriela, asistentes del artista en vida, nos guiaban por los pasillos y habitaciones de esa morada repleta de obras de arte, comenté que me impresionaba el hiperrealismo de algunas pinturas. Al escucharme, Gabriela de inmediato aclaró que esa percepción le disgustaba a Cauduro, para él sus obras eran un medio en el que confluyen la realidad y la ficción.

Desprendiéndome de mi primera impresión, liberé mis sentidos y entonces las figuras humanas plasmadas en los lienzos y en los murales aparecieron como una realidad desvanecida entre poderosos trazos de vestigios, fantasmas y visiones. Inmerso en la relatividad del tiempo, percibí esas obras como fragmentos del pasado, destellos del presente y atisbos al futuro.

Las creaciones de Rafael Cauduro son pensamientos transformados en un arte contenido en el misterio del tiempo. En los pulsos de la eternidad coinciden la vida y la muerte. Eso lo sabía bien este portentoso artista y logró plasmarlo en sus creaciones de manera magistral. En varias de sus obras se aprecia el deterioro que causa el tic tac del tiempo. Una tumba, excavada en su superficie frontal, da cuenta del desgaste de sus materiales y del cadáver de un cuerpo que un tiempo albergó una vida.

La estética que le imprime al desgaste, la oxidación y la corrosión de los objetos que aparecen en sus pinturas, reflejan con verosimilitud la continuidad y el impacto del tiempo, a tal grado que uno tiene la tentación de tocar las obras en cuestión.

El afán del artista por atrapar trozos de una realidad en permanente cambio, fue fruto de años de experimentación con materiales de todo tipo, incluso algunos de estos, por su alto grado de toxicidad, eventualmente repercutieron en su salud.

Cauduro logró innovar algunas técnicas para utilizar el vidrio en sus obras, incluso en la etapa final de su vida, el maestro que le enseño las bases de esas técnicas fungió como su asistente y aprendiz. En palabras simples y llanas, el alumno superó al maestro. La fragilidad y la perfección implícitas en esta técnica son conceptos comunes en su obra, la primera como temática y la segunda como una exigencia personal.

La visita guiada fue de puertas abiertas, así pudimos entrar a los espacios más íntimos que habitó Rafael Cauduro. Su familia ha procurado mantener en su lugar los objetos, muebles y las cosas que fueron conformando la escenografía de la casa que el artista habitó durante más de 40 años.

En su alcoba, además de la cama, resaltan unas fotografías familiares. Entre los anaqueles y las mesas de trabajo de la biblioteca varios libros permanecen abiertos, tal vez eran de los más consultados por él poco antes de morir En estos espacios de intimidad también conviven ángeles y sutiles figuras que remiten a lo efímero, la fragilidad y la muerte, como elementos que definen la naturaleza humana.

El balsámico aroma de caoba que se percibe en la recámara emana de los closets, pero también de la singular cabecera conformada por los respaldos de un juego de sillas de su mamá. En cada uno de los óvalos de esos respaldos los cojines fueron sustituidos por reproducciones de algunas de sus obras: La Descarada (1982), La Exalumna (1982) y Calvin Klein con Rembrandt (1987), por ejemplo. 

Dentro de la alcoba también se encuentran los cuadros: Circa mea pectora (1989), una obra que explora el amor y el deseo, realizada en resina epóxica y acrílico sobre tela y madera, otra obra, Tzompantli, Máscaras y un Ángel (1995), es un óleo sobre tela donde conjuga parte de la cultura mexica con la iconografía cristiana. En esa habitación aún permanece el diván donde el artista disfrutaba su siesta vespertina.

En el pasillo que lleva al baño resalta: Z3 con Holbein (2001), una obra original compuesta en dos cuadrantes, en la parte inferior está su interpretación del Cristo de Holbein: “La degradación de lo sagrado en el mundo moderno”, según palabras del poeta Javier Sicilia. En la parte superior muestra uno de sus autos deportivos, el Z3. La pintura alude al accidente automovilístico que tuvieron Cauduro y su esposa Liliana cuando regresaban a Cuernavaca, luego de visitar a la mamá de él en la Ciudad de México.

Ese día, como resultado de la necesaria revisión médica, se enteraron del embarazo de Liliana, esa noticia lo hizo reflexionar sobre la fragilidad de la vida y desde entonces dejo de pilotear autos de carreras. Tiempo después murió su mamá, en su memoria le pusieron el nombre de ella a su hija, Elena.

El baño, adornado con talaveras intervenidas por el artista, está iluminado con la luz natural que entra por un tragaluz. Una tina de baño ubicada frente a una ventana brinda una vista parcial del jardín. En ese lugar también hay fotos de él con sus hijas y la foto de su primera esposa, Carla Hernández. Asimismo, además de una muestra de los Billetes de la Lotería Nacional para celebrar su obra, en el baño está el original de su cuadro favorito El gobernador (1977).

Después del recorrido por el interior de la casa, Gabriela nos encamino hacia el taller del maestro. En ese lugar todavía se percibe la presencia de Cauduro, parece que en cualquier momento regresará a continuar su trabajo. Las herramientas, los materiales y las obras que permanecen en el estudio dan una idea de su proceso creativo.

Al salir del estudio, Manuel y Gabriela comentaron que las cenizas del artista reposan en las raíces de un árbol que resplandece en el jardín. Un lugar en el que Rafael Cauduro pasó gran parte de su vida. Algunos momentos dejando volar sus pensamientos en busca de ideas, otros, haciendo autorretratos, y otros más tomando fotografías para sus bocetos y posteriores pinturas.

Las pinturas de Cauduro transfiguran los objetos y los espacios por los que deambulan el asombro, los sueños, la avaricia, la lujuria y los fugaces instantes de la realidad. Es una experiencia estética que ilumina y sacude a los espectadores.

La obra de Rafael Cauduro es numerosa y variada en sus técnicas. Esto incluye su experiencia como caricaturista, su incursión en el geometrismo y sus innovaciones en el muralismo, caracterizado este último por una aguda crítica social.

Imagen anotartemx.wordpress.com

Francisco Javier González Quiñones