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Por Raúl Silva de la Mora

“La luz brotó del fondo de la noche

sin que ningún ser vivo la notara”

Contar historias es un arte milenario. Un arte natural para el cual sólo basta inscribirse en la vida. Todo el tiempo contamos historias. Todo el tiempo las escuchamos. No se requiere ser escritor para ejercer esa práctica que más bien es producto del instinto, ese deseo perenne que nos lleva a compartir lo que somos y lo que vivimos. El placer de contar, la necesidad del desahogo, la construcción de la memoria, son algunas motivaciones que inducen a esa práctica. Contar historias es, quizá, uno de los más valiosos vínculos que tenemos con la especie humana.

Situados en el territorio de la literatura, nos habita un cosmos de historias narradas por quienes han dedicado su vida a escribir. Historias deslumbrantes que han servido para que este mundo sinuoso sea menos amargo. Claro, en ese cosmos abundan las historias trágicas y tenebrosas, tanto como aquellas con final feliz, pero la vida es así, una suma de venturas y desventuras que cada uno desgrana a través de sus propias experiencias y su muy particular manera de vivir la vida. Citar algunos nombres es necesario, a sabiendas de que son innumerables las autoras y autores que han creado ese cosmos. Pensemos en Edgar Allan Poe, Clarice Lispector, Felisberto Hernández, Jorge Luis Borges, Marguerite Yourcenar, Robert Louis Stevenson, Amparo Dávila, Julio Cortázar, entre un sin fin de cuentistas. Cada uno de estos nombres evocan diversos planetas, eso lo saben muy bien quienes han navegado a través de sus mares y sus cielos.

En tiempos recientes, el mundo de la literatura ha hecho evidente una realidad avasallante: el lugar que siempre han tenido las mujeres a la hora de reseñar el mundo. Si nos atenemos a lo que muchos cuentistas varones han valorado como fuente de sus historias, allí están los relatos de las abuelas en primerísimo lugar. Pero están también esas mujeres que tuvieron que encubrir su género para hacerse presentes, como Amatine Lupin Delaborde (George Sand), las hermanas Charlotte, Ann y Emily Brontë (Currer Bell, Ellis Bell y Acton Bell), Caterina Albert (Víctor Catalá), Karen Blixen (Isak Dinesen), Josefina Vicens (Diógenes García) …

En un artículo publicado recientemente en el suplemento cultural Confabulario (El Universal), “Voces de una literatura continental”, el periodista Juan Camilo Rincón convocó a 20 escritoras de América Latina para que compartieran sus reflexiones a propósito de las distintas realidades que afrontan en sus países. Todas ellas rechazan la imposición de esa condescendencia que pretende determinarlas por su género. Ellas, sencillamente, se asumen como contadoras de historias y ven en la literatura un campo infinito para la libertad.

Todo este preámbulo me lleva a Liliana Colanzi, una escritora que nació en Bolivia hacia 1981, y que ha publicado tres libros de cuentos Vacaciones permanentes (2010), Nuestro mundo muerto (2016), y el más reciente, Ustedes brillan en lo oscuro, una colección de seis cuentos publicados por la Editorial Páginas de Espuma, un maravilloso territorio para las historias que cuentan las mujeres.

Ustedes brillan en lo oscuro, reconocido en 2022 con el VII Premio Internacional Ribera del Duero, es una colección de desafíos. Para Liliana Colanzi, escribir cuentos requiere de una capacidad de síntesis para evocar mundos compactos y complejos: “cada cuento es un viaje a un mundo que atisbo, pero que todavía no conozco”. Son travesías que inventa desde la memoria, pero no sólo a través de lo que la memoria tiene de pasado, sino, sobre todo, desde su poder para asomarse y asomarnos al futuro. La ficción es una realidad habitable.

Viajar a través del tiempo, a través de las sensaciones, a través del olvido y el recuerdo, a través de lo que inspira nuestra realidad íntima, inventar nuestros propios cuentos, así bien sea en esa atmósfera de lo intangible, pero igualmente vívido. Porque la literatura tiene esos poderes, cuando en su escritura se abrazan una prosa diáfana y el misterio que buscamos descifrar.

Un cuento de esta colección concentra la percepción que Liliana Colanzi tiene de la realidad: “Asociamos la oscuridad con el mal, y la luz con el bien y la belleza. Pero las luces están relacionadas con lo inquietante, lo desconocido y también con lo fatal. El cuento “Ustedes brillan en lo oscuro” hace alusión al accidente radioactivo que sucedió en Brasil en 1987 a partir del contacto que tuvieron unos recolectores de chatarra con una luz que brillaba en la oscuridad y que provenía de unos fierros encontrados en un hospital abandonado, en este caso la luz provenía de una sustancia radioactiva…”

La mitología de un continente palpita en esta colección de cuentos, tejida con algunas ramas de la ciencia ficción y el realismo.

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