La singular historia de un bar portátil e itinerante
Para Natllely, amiga íntima de la protagonista
Una muy querida amiga pidió que esta conversación fuera reproducida sin mencionar su nombre y su profesión, asunto que acepté sin poner un pero.
Su predilección por una y única bebida que toma con moderación, según he sido testigo, la adquirió en un invierno madrileño. En un viaje que realizó no hace mucho tiempo acompañada de su esposo -quien es otro gran amigo del Biólogo-, hizo un recorrido obligado por las tabernas, tascas y bares de Madrid. Desde Cuatro Caminos hasta el barrio de Bilbao, cruzando por Ríos Rosas y Chamberí, no dejaron de probar tapas y bocadillos en bares y tabernas históricas, como Bodegas Peña, la Taberna San Mames, Vinos Paco y Taberna Alpino Ramos. En uno de esos lugares, cuyo nombre nuestra amiga ya no recuerda, ofrecían una bebida que salía de unas viejas barricas, directamente a unas copas de cristal.
Por pura curiosidad ante la visión de lo que parecía una maravilla, ella le pidió al camarero que le sirviera una copa, para probar. Ante el sabor cálido, ligeramente dulce y con su efecto de magia inmediata, mi amiga dijo:
-Esta es la bebida más rica que he probado y, desde ahora, prometo serle fiel a este increíble sabor.
El gusto por esa bebida me obligó a diseñar este bar -comenta con picardía mientras acaricia con sus manos un portafolios de fina piel color negro- y hoy se los presento aquí. Esta creación fue producto de la decepción que me producía el que, en cada reunión, comida, cena o en simples brindis, al pedir mi bebida preferida nunca obtenía una respuesta positiva. Ninguno de nuestros amigos la tiene en sus cavas, ni siquiera la hay en la casa de la Palmera, donde el dueño presume de tener un bar ampliamente surtido. Biólogo, como puedes ver, es una pieza de gran originalidad, y he tenido el cuidado, con la ayuda de abogados especialistas, de registrar los derechos de autor y tramitar su patente.
El día de esta conversación, mi amiga llegó a la casa cargando el bello portafolio negro de fina piel. A la hora del aperitivo, lo abrió con cariño y pude ver, perfectamente colocadas sobre una base de hule-espuma, también de color negro, una botella y dos finas copas de cristal impecablemente dispuestas, incluso con un pequeño espacio destinado para dos servilletas de lino blanco.
Como ella es muy amable y educada, pidió permiso a los concurrentes para sacar una copa y la botella que en su etiqueta pone, con claridad, Cinzano Rosso, importado. Con una sonrisa de triunfo y placer, se sirvió una copa de ese fantástico bar itinerante. Levantó su mano para brindar por la felicidad de haber descubierto esa maravilla llamada vermut, en una taberna que estaba situada cerca del barrio de Malasaña, en la capital de España.
Mientras disfrutaba su copa aprovechó para preguntar sobre la comida, ya que le gusta mucho la manera en que se cocina en la casa de la Palmera de la calle Bélgica, en la colonia Portales. —¿Señora Maru, con qué delicias nos va a sorprender hoy? Con cariño, la cocinera le respondió: —hoy les preparé una sopa de hongos, las enchiladas de chile guajillo que tanto le gustan y, de postre, las clásicas paletas heladas de La Michoacana.
Antes de sentarse a la mesa, cerró su bar itinerante con el cuidado de una diva al guardar su polvera, y lo colocó delicadamente en un sillón, como si fuera un invitado más. Y entonces se dispuso a comer y charlar desparpajadamente, frente a su copa y a las pinturas de los hermanos Coronel que engalanan esa casa. Todos brindamos, con las bebidas de nuestra preferencia, en honor a ese bar que estaba sentado silencioso junto a todos nosotros. Nadie se atrevió a probar de su Cinzano, que cuidaba con el cariño con que se cuida a un bebé.
*Bailarín tropical, apasionado de viajes, bares y cantinas que desea que estas Vagancias semanales sean una bocanada de oxígeno, un remanso divertido de la cotidianidad. (elbiologony@gmail.com)
Imagen cortesía del autor