loader image

 

Si bien la práctica hace al maestro, la gratitud madura al estudiante. La enseñanza es una erótica que deviene en poética cuando el alumno la aprende y acaba, irremediablemente, poetizando en el espacio, salvando la memoria, decodificándola. Eso ocurre en la exposición Vestigios que hasta el 16 de septiembre seguirá exhibiéndose en el Centro Morelense de las Artes, una iniciativa que honra el trabajo de generaciones de maestros pintores, grabadores, escultores, fotógrafos, filósofos, cuya pasión por enseñar sopló fuerte las brasas de artistas en ciernes. Poco se sabe de ello en Morelos, es difícil imaginar que en el CMA ocurran pequeños milagros. Como en el cuento “La carta robada” de Edgar Allan Poe, la respuesta siempre ha estado frente a nosotros, en el corazón del centro de Cuernavaca.

Y un corazón trazado sobre un pupitre junto a otros garabatos sentipensantes es la imagen que invita a dicha exposición tramada por el escultor Alejandro Romero, quien además dirige el área de Artes Visuales con el impulso y la mística de quien egresó de ahí, por lo cual conoce a fondo a la historia de cada vestigio, esto es, los orígenes del CMA que provienen de 1957 llamándose entonces Instituto Regional de Bellas Artes (IRBAC). El nombre actual surge en 1997, cuando se forma el técnico superior universitario en artes plásticas. Un dato que, otra vez, muy pocos conocen.

A lo largo de estas décadas, el Centro Morelense de las Artes ha resistido alzándose como una opción que ofrece el estudio de diversas disciplinas: música, teatro, danza, artes visuales, literatura, de la mano de profesores cuyas trayectorias suelen conformar grupos docentes de alta calidad. Esa quizá sea una de las razones de la permanencia del CMA, de su posicionamiento de siempre en medio de vendavales políticos y otro tipo de mareas. Más allá de lo que esos mares han arrojado, la obra de los maestros que pasan su estafeta merecía reconocerse.

Romero se entregó a ese quehacer para señalar el cofre de un tesoro que se abre con piezas de dos generaciones de docentes en Artes Visuales: Luis Lombardo, Edgar Guzmán Schwartz, Marcos Límenes, Manuel Lavaniegos, Diego Toledo, Ian Lizaranzu, Pericles Lavat, Gustavo Pérez Monzón, Philippe Georges Roland Bonefant, Rosario García Crespo, Iván Gardea y Julio Amador Bech. Todos estos nombres conforman una nómina rica en propuestas visuales que detona desde los años noventa. Hay árboles, relojes inacabados, cuerpos desobedientes, máscaras de la era del vacío y la inteligencia artificial, trazos dialogantes con posvanguardias, grabados obsesivos, una suma coral que se escucha con los ojos, que se mira con el recuerdo y refrenda que varios de esos artistas previeron el actual estado del arte.

Con pulcritud, Vestigios alcanza sus metas: generar una energía de unión con el pasado, presente y futuro, fortaleciendo los lazos que unen a dicha institución con las y los que han pasado en algún momento de sus vidas por dicho recinto apara que, de esa forma, generar conciencia acerca del pasado de dicha institución, enfatizando en que las raíces (los orígenes) son los que han dado un soporte que ha profesionales en las artes que han aportado mucho a la cultura del estado, del país y del mundo. Todo ello en aras de hacer conciencia en las nuevas generaciones de la importancia del concepto de comunidad artística, aunque cada uno piense que siempre está creando solo, aparte, muchas veces cercado por un silencio estéril.

Actualmente en nuestra entidad se presentan otras exposiciones, eso habrá que decirse para señalar la buena salud de la que goza la producción artística en nuestro entorno, sin embargo, son las iniciativas que cumplen con algunas de las propuestas de la estética para este milenio de las que habló Italo Calvino (visibilidad, rapidez, exactitud, multiplicidad) las que más valen la pena. Vestigios, por el tino emocional, por el común denominador de sus autores, por la gratitud que entraña una poética entre alumnos y profesores que van forjando argumentos para resistir en esta llamada sociedad del cansancio que se autoexplota, debe visitarse. La entrada es libre y se ofrecen visitas guiadas. Ya ningún corazón tiene pretexto con este arte al alcance de la mano.

*Escritora.