La vida está hecha de instantes, son los adoquines de nuestros pasos, el recuento de lo que hemos sido, lo que somos y la nostalgia de lo que no volverá a repetirse. Instantes* es un libro póstumo de Gerardo de la Torre. Instantes de una vida, instantes de un país en su segunda mitad del siglo XX, una sucesión de historias íntimas y a la vez públicas, donde la biografía del autor se entreteje con la vida cultural y política para crear una memoria vívida. A través de ella, la amistad se manifiesta como un signo vital, en complicidad con la implacable muerte y sus acertijos.
El libro comienza con una crónica del velorio y funeral de José Revueltas, el 14 y 15 de abril de 1976, donde Gerardo de la Torre hace un relato del involuntario y a la vez previsible mitin político en que se convirtió el adiós a ese hombre que con sus actos y su literatura propuso un mundo justo. La ironía es el trazo con el que De la Torre dibuja este instante: “Martín Dozal, preso político del 68 y compañero de celda de Pepe en Lecumberri, trepó la cruz de cemento de una tumba contigua y en equilibrio tenso, precario, comenzó a lanzar andanadas verbales contra esos que ahora sí, modositos, acudimos a despedir a José Revueltas, pero jamás lo visitamos, desgraciados, cabrones, en Lecumberri.”
Sus encuentros con Jesús Luis Benítez (“uno de los especímenes extraños que frecuenté, un muchacho de origen campesino que poseía talento literario”) y con Parménides García Saldaña (“lleno de vitalidad, contradictorio, pasional, volcánico… Ajeno a todo convencionalismo, fue un completo y complejo irreverente en un tiempo en que no era fácil serlo”) los traduce en una memoria que refleja la urgencia de lo extremo para vivir la vida siempre al borde de la muerte.
La militancia política es otro fantasma que recorre las páginas de Instantes, evocando la marcha para conmemorar los 25 años de la matanza del 2 de octubre de 1968, a través del espíritu de Arturo Rodríguez Mayén, “el temerario Mayén”, que ese día desafiaba a la muerte, gritando consignas desde lo más profundo de su marcapasos con el contingente de sus cinco compañeros de Petróleos Mexicanos:
“Llegamos a Tlatelolco y la plaza estaba repleta. Escuchamos discursos fragmentados y a veces el grito unánime ¡Dos de octubre no se olvida! Cuando la multitud comenzó a disgregarse, con la manta en alto logramos avanzar hasta un extremo, donde sentamos a Mayén en un muro bajo.
-Tranquilo, Mayén. Descansa, todavía hay que caminar hasta el coche. ¿Te sientes bien?
-Ahí la llevo. Lo que pasa es que le tengo miedo a la emoción.
¡Dos de octubre no se olvida! Pero los petroleros no recordaban solamente la matanza de aquella fecha, sino los días luminosos en que con los estudiantes tomaron las calles, los volantes clandestinos que elaboraban, l actividad de la brigada petrolera que se unió a las brigadas politécnicas, las batalla con los granaderos, los mítines en la puerta de la refinería, la quema de un auto militar allí mismo, el paro de labores en su centro de trabajo, los días de rebeldía y dignidad que ahora reivindicaban.”
El cine nacional y su travesía a contracorriente, el periodismo y sus complicidades con las cantinas, la incertidumbre ante la publicación de su primera novela, las sencillas premisas que Edmundo Valadez le compartió para construir un cuento, el exilio republicano encarnado en “Tres nobles españoles”: el librero Polo Duarte, el poeta Juan Rejano y el narrador Simón Otaola, son instantes que Gerardo de la Torre nos confía.
El texto que cierra este libro, “Yolanda”, es una amarga travesía por el dolor ante la muerte de su compañera. Desde esa devastadora profundidad, Gerardo de la Torre hace un relato que es al mismo tiempo un exorcismo para decirle a la muerte que la vida vive: “Octubre de 1968, la derrota no fue para mí el golpe vasto y determinante que destruyó las ilusiones, las inquietudes y muchos jóvenes cuerpos y almas de una generación, sino un dolor que llegó a acompañar y atenuar otro más antiguo y a su vez se vio aminorado por éste. El dolor, no la rabia. No quedaba, pues, sino seguir en la lucha, participar en todas las batallas, inventar cada día modos de compromiso y participación.
Vivir, en suma. Y, siempre, vivir generosamente”.
*Instantes, Gerardo de la Torre, Fondo de Cultura Económica, 2023.