Lecciones de la lucha de los pueblos de Morelos contra la minería, los megaproyectos y el despojo de territorio
Para Alejandra Domingo, Erika Hernández y Calixto Salazar
El Decreto contra la minería de los pueblos nahuas de Morelos, emitido el 24 de abril de 2022, es un documento fundamental que manifiesta la resistencia y la defensa de los derechos ancestrales y territoriales de las comunidades nahuas de Morelos frente a la devastación provocada por proyectos mineros y megaproyectos que representan un desarrollo ajeno a los pueblos. El proceso de resistencia contra el proyecto minero de capital canadiense «Esperanza» articuló la organización de diferentes pueblos y comunidades campesinas, de raíz nahua, de Morelos, consolidando una lucha compartida contra la explotación y el despojo.
En su momento, la vocera del Congreso Nacional Indígena, Marichuy, subrayó la importancia histórica de este Decreto: “Así como cuando Zapata surge, ahora aquí inicia este Decreto que será el primero que surge como pueblos de Morelos y tal vez esto motive a otros pueblos a que levanten la voz y digan aquí estamos y queremos que se respeten nuestras tierras”. Esta declaración liga el Decreto con el legado de Emiliano Zapata y el Plan de Ayala, subrayando la continuidad de la lucha por la justicia y los derechos de los pueblos indígenas.
Si el Plan de Ayala fue una respuesta radical y transformadora a la opresión y despojo que sufrían los campesinos e indígenas por parte de los hacendados porfiristas y las fuerzas que desde arriba pretendían imponer líneas modernizadoras coloniales, el Decreto de los pueblos nahuas de Morelos se erige como una declaración de autonomía y defensa de los territorios ancestrales frente a la explotación y la injusticia, 111 años después. Ambos documentos comparten la exigencia de respeto y restitución de tierras, y representan momentos clave en la lucha histórica por los derechos de los pueblos indígenas y campesinos en México.
La lucha por la democracia asamblearia y la cultura de los pueblos de Morelos, en particular de Cuentepec, el último pueblo nahua del estado que aún conserva su lengua materna es esencial para la defensa del territorio y la vida de la sociedad morelense, aunque no todos lo reconozcan. Tras la destacada labor de sus anteriores ayudantes municipales, que defendieron con dignidad su comunidad, los actos que rodearon la elección del nuevo ayudante en julio pasado representó un duro golpe de los poderosos intereses económicos extractivistas que ven la riqueza natural de los pueblos ancestrales de la región como un botín. Sin embargo, la inquebrantable reserva moral del pueblo nahua y la profundidad de lo que representa no serán debilitadas por los actos de violencia política del ayuntamiento de Temixco para complacer a los amos del capital. La resistencia de los pueblos que se les oponen con la justicia en el corazón sigue firme.
Poco más de un año después del Decreto, a petición de la comunidad de Miacatlán, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) publicó, a finales de mayo del 2023, el Dictamen Socioambiental de la Zona de Influencia del Proyecto Minero La Esperanza. En este dictamen, en el cual participaron el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA), el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC) y el Centro de Educación y Capacitación para el Desarrollo Sustentable (Cecadesu), se subraya que «la incorporación de la minera provocaría la degradación de la calidad del agua de toda la zona». El director del IMTA, Adrián Pedrozo, explicó que «la producción de oro y plata que se contempla a futuro requeriría utilizar toda la disponibilidad restante de agua en los acuíferos, lo que redundaría en la vulneración del derecho humano al agua de las comunidades de la zona, algo que no se puede permitir».
Es importante apuntar que no solo la disponibilidad del agua, recurso vital, es lo que pone en riesgo la actividad minera en el poniente y norponiente del territorio morelense, y también más allá de esta zona. Otros indicadores de contaminación ambiental se dispararían en niveles de muy alto riesgo a la salud de las personas y los ecosistemas: la calidad del aire, de los suelos y la degradación de la biosfera. Esto ya se manifiesta de manera creciente debido a otras múltiples actividades industriales, rellenos sanitarios y basureros irregulares, proyectos de urbanización y expansión carretera, minería no metálica, agroindustria y actividad pecuaria de mediana escala.
Una metáfora poderosa para entender la fuerza y la resiliencia de los movimientos populares es la comparación con el micelio. El micelio es la estructura subterránea de los hongos, una red vasta y compleja de filamentos que se extiende a través del suelo, conectando plantas y árboles en una comunidad subterránea que comparte nutrientes y información. Aunque no siempre visible, el micelio es esencial para la salud y el equilibrio del ecosistema.
De manera similar, los movimientos populares, como el de los pueblos nahuas de Morelos, funcionan como una red subterránea de resistencia y solidaridad. Estos movimientos pueden no ser siempre visibles en la superficie, pero están interconectados y son vitales para la salud de nuestra sociedad. Comparten recursos, conocimientos y apoyo, fortaleciendo la comunidad y promoviendo la justicia social y ambiental.
El micelio, al igual que los movimientos populares, es resiliente y adaptativo. Puede regenerarse y prosperar en condiciones adversas, encontrando nuevas formas de crecer y conectarse. Los movimientos populares, inspirados por figuras históricas como Emiliano Zapata y documentos transformadores como el Plan de Ayala, continúan creciendo y adaptándose a los desafíos contemporáneos, luchando por los derechos y el bienestar de sus comunidades.
El Decreto contra la minería de los pueblos nahuas de Morelos es un testimonio de esta resiliencia y adaptabilidad. Es una manifestación de la red subterránea de resistencia que conecta a las comunidades indígenas y campesinas, y las organizaciones urbanas populares de México y el mundo, uniendo sus voces en un llamado poderoso a la acción y al respeto de los derechos de los pueblos y territorios. Al igual que el micelio, estos movimientos populares son esenciales para el equilibrio y la salud de nuestra sociedad y nuestro planeta, y su lucha es una inspiración para nosotros.
¡Los pueblos originarios existen, porque resisten!
¡Justicia para Samir Flores!
¡Justicia para María Fernanda Rejón!
¡Alto al genocidio en Palestina!
Agradezco la generosa invitación de Flora Guerrero a participar en este espacio de opinión sobre los problemas que aquejan a nuestra Madre Tierra.
*Red de activistas y académicos ambientalistas de Morelos
Observatorio Ciudadano de la Calidad del Aire de Morelos
Imagen cortesía del autor