
¿Celebrar o conmemorar el Día de las Madres?
Principalmente por el rol biológico que les corresponde a las mujeres en el desarrollo de la sociedad humana, pocos papeles han sido tan constantes como la maternidad, que ha marcado el lugar -social, económico, cultural, familiar, educativo y hasta político- que “debe” ocupar más de la mitad de los seres humanos.

La maternidad ha sido la coartada perfecta para una sociedad patriarcal para encasillar y limitar el espacio social de la mujer, lo que ha dado lugar, paradójicamente, no a la protección y a la valoración de ese sector de la humanidad equipado para evitar la extinción de la especie y traer al mundo a nuevos seres humanos que se hagan cargo de los campos, de la caza y de la protección del conglomerado -acorde al pensamiento atávico- sino que, al contrario, ha sido el principal argumento para arrinconarlas y subestimarlas.
¿Qué es lo que celebramos el Día de las Madres? ¿sería mejor si ese día cambiara de nombre como “el de las maternidades”, como lo ha hecho el Día de la Niñez? Porque ahora hay muchas maternidades -aunque, Madre siga siendo una– biológicas, adoptivas, subrogadas, trabajadoras, solteras, homoparentales, entre otras, que reflejan realidades muy distintas de nuestra sociedad y requieren marcos más amplios para su comprensión y celebración.
En la cotidianidad mexicana y morelense, las madres representan un eje estructural sobre el que gravita el sostenimiento de las familias, el funcionamiento de la economía informal y formal, y, claro, la reproducción del tejido social. Pese a ello, la narrativa dominante aún las sitúa en un lugar secundario cuando se trata de políticas públicas, protección social y diseño institucional. Las madres, por definición, cumplen una función social primordial, pero son pocas las estructuras sociales que les retribuyen, apoyan o siquiera reconocen.
En nuestro estado, que ronda los dos millones de habitantes, hay más de 613 mil madres, el 69 por ciento de las mujeres mayores de 12 años ha tenido al menos un hijo. De estas, el 48 por ciento trabaja, aunque en su mayoría en el sector informal. Hay 168 mil jefas de familia. Entre 2017 y 2023, más de 12 mil niñas y adolescentes se convirtieron en madres, incluyendo 696 menores de entre 10 y 14 años. Aunque los embarazos en menores de 14 años han disminuido, los de adolescentes de 15 a 17 años se mantienen estables. Estos embarazos, muchas veces van asociados con violencia sexual. En México, 7 de cada 10 mujeres mayores de 15 años son madres, y de ellas, el 46.1% participa activamente en la economía.

Las estadísticas, como cada año, son pasmosas, pero no pasa nada. En Morelos, el Congreso sistemáticamente se rehúsa a adecuar las leyes para despenalizar el aborto -como la mayoría de los estados en México ya lo ha hecho. En lugar de “celebrar” tanta maternidad, incluso las no deseadas que a la larga pueden desembocar en otros problemas sociales, se prefiere ver una maternidad de televisión con listones y bombones. Seguramente habrá ramos de flores.
Pero el problema social crece, aunque no se quiera ver y se le envuelva en cursis papeles de regalo.
En Morelos, de acuerdo con la corrección política imperante, ante tanta evidencia de desigualdades sociales y descuidos institucionales, tal vez convendría mejor “conmemorar” el 10 de mayo, en lugar de “celebrar” el Día de las Madres.
La deuda que la sociedad tiene con las progenitoras, y con las madres trabajadoras, no es simbólica: es material, estructural y urgente. Un verdadero sistema de cuidados, con presupuesto y enfoque de derechos deben ser parte esencial de cualquier proyecto de desarrollo. Cuidar a quien provee y educa a las nuevas generaciones no debe verse como una dádiva ni un gesto de buena voluntad para la foto; es una necesidad histórica para garantizar la sostenibilidad social y económica de las generaciones presentes y futuras.

