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Morelos sigue estando en el primer puesto de incidencia en feminicidios. En lo que va del año, en el estado 17 mujeres han sido privadas de su vida por razones de género.

Lo más indignante no son solo las cifras, sino la indiferencia del sistema judicial que continúa ignorando las muertes de estas mujeres. Carpetas sin investigación, casos sin proceso, sin detenciones y sin justicia quedan archivados en la fiscalía. Más allá de las estadísticas, hay rostros, historias y familias destrozadas por un sistema que sigue sin ofrecer garantías.

Pero la lucha por la justicia continúa todos los días. La violencia de género no se limita a un día o un mes, se queda constante y en aumento. Siempre. Ante tanta impunidad, muchas mujeres han decidido alzar la voz por aquellos cuerpos de nuestras hermanas, hijas, madres y amigas asesinadas.

Desde 2020, María Antonieta de la Rosa, Karime Díaz y Xóch Guzmán han construido “Las Nombramos Bordando”, una colectiva que transforma el bordado en una herramienta de resistencia y documentación. Que, a lo largo de estos años, se han consolidado como un referente del Artivismo (Arte + activismo) en Cuernavaca.

Con la herida abierta por la crisis que atraviesa el estado, conversamos con la colectiva sobre cómo a través del hilo y la aguja, el dolor y la injusticia se convierten en arte de protesta.

Un grupo de folletos sobre una mesa

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Bordan de la tragedia individual para la indignación colectiva. Foto: Cortesía Las Nombramos Bordando

Bordar para no olvidar

El bordado ha estado históricamente ligado al espacio doméstico, al trabajo invisible de las mujeres, con una función estética y decorativa. No obstante, esta técnica, en Morelos, a cuñado un estilo propio: Cuando la aguja perfora la tela con nombres de víctimas de feminicidio, se convierte en una declaración de lucha. “Cada puntada es un homenaje a las vidas arrebatadas y una denuncia frente a la impunidad que persiste” explica María Antonieta, una de las fundadoras de la colectiva.

Cada año “Las Nombramos Bordando” lanza una convocatoria para que mujeres participen en la creación de piezas textiles en las que plasman los nombres, edades, fechas y lugares de los feminicidios ocurridos en Morelos desde 2015, año en que se declaró la Alerta de Violencia de Género (AVG) en varios municipios del estado, hasta los feminicidios de la actualidad. Este archivo textil no solo es en un registro que desafía el olvido impuesto por el Estado y la sociedad, “es una manera de reivindicar la identidad y dignidad de estas mujeres”, afirma la colectiva. Además de bordar, este encuentro se convierte en un espacio para compartir saberes, charlar sobre feminismo, arte y autocuidado. Tejiendo redes de sororidad entre las participantes.

Karime explica que el punto de partida fue la base de datos creada por Xóchitl Guzmán, quien documentó los feminicidios ocurridos entre 2015 y 2017. “A partir de su registro, obtenemos los nombres de las víctimas y los plasmamos en las mantas, dándoles un espacio en la memoria colectiva. Esta base de datos no solo es información, es un acto de denuncia y resistencia a través del bordado”, complementa Karime.

Desde la elección de colores y materiales hasta el diseño de cada pieza, el proceso es un diálogo constante entre la creatividad y la memoria. No se trata solo de elaborar textiles, sino de plasmar el recuerdo de aquellas mujeres. “Creemos en el poder transformador del arte y la colectividad. Nuestro activismo no solo busca denunciar, sino también sanar, recordar y construir un futuro donde la violencia de género sea erradicada”, añade María.

La colectiva cree en el poder transformador del arte. Foto: Cortesía Las Nombramos Bordando

El funeral simbólico que dio origen

A principios de 2020, el feminicidio de Ingrid Escamilla sacudió al país. Marcando un punto de quiebre para Karime, Xóch y María. Que junto a otras colegas artistas y activistas organizaron una protesta en Cuernavaca, partiendo desde El Calvario hasta la Plaza de Armas cargando un ataúd, cedido por el padre de María Antonieta, como una representación del duelo y la exigencia de justicia ante la creciente ola de feminicidios en México​. La intervención fue tan simbólica como contundente. Marcó el punto de encuentro de las integrantes y dio pie a una acción aún más grande para el Día Internacional de la Mujer de ese año. María comparte: “Durante toda la madrugada del 8 de marzo, nos dedicamos a bordar nombres de mujeres asesinadas en Morelos y otros estados, con el objetivo de tapizar el ataúd con esos bordados. A las 11:00 de la mañana, cuando el ataúd estuvo listo, lo cargamos a hombros y nos unimos a la marcha en la Plaza de Armas. Esta acción fue profundamente emotiva y simbólica, marcando el inicio de nuestro camino como colectiva”.

El bordado, que había surgido como un recurso improvisado, pronto se convirtió en el corazón del proyecto, bordando el primer archivo textil de memoria.

Del espacio público a los museos

Desde la manifestación por Ingrid y hasta ahora, el proyecto ha sido parte elemental de las marchas del 8M en Cuernavaca. En las manifestaciones, los bordados se despliegan como estandartes de lucha, ondeando con la misma fuerza de una consigna.

Además de su presencia en las calles, las piezas de “Las Nombramos Bordando” han llegado a otros espacios. En 2021 la voz de los textiles se escuchó junto con otras expresiones artísticas y sociales en el Museo de Arte Popular de la Ciudad de México, en la exposición Textiles de México y en 2022, en la muestra feminista del festival Verde Violeta en el Jardín Borda. En estos espacios, los textiles adquirieron una dimensión ritual, en ellos, no solo se registraron datos, sino que se interpelan las historias, nos obligan a nombrar a las víctimas, a sostener sus ausencias.

Imagen que contiene interior, techo, cuarto, grande

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La necesidad de un archivo propio

La necesidad de documentar los feminicidios llevó a la colectiva a crear su propia base de datos. La iniciativa surgió de “Calle sin Acoso”, un proyecto impulsado por Xóch Guzmán, quien entre 2015 y 2017 recopiló información sobre feminicidios en Morelos. Estos datos, inicialmente utilizados en intervenciones urbanas como los “tuits callejeros”, fichas con nombres de víctimas pegadas en espacios públicos; se convirtieron en la base del archivo de “Las Nombramos Bordando”. Desde 2020, María Antonieta ha ampliado y actualizado esta base de datos con información extraída de notas de prensa, redes sociales y el Mapa de Feminicidios de María Salguero. Sin embargo, comenta que el proceso enfrenta obstáculos, como la desaparición de fuentes digitales con el tiempo.

Este archivo se diferencia de las cifras oficiales porque no reduce a las víctimas a simples números: “La principal diferencia entre nuestro registro y las cifras oficiales radica en el enfoque y la profundidad de la información que recopilamos. Mientras las estadísticas oficiales suelen reducir los casos de feminicidio a números o cifras frías, nosotras buscamos nombrar a las víctimas, recuperar su identidad y dignidad a través de sus nombres de pila, y en algunos casos, sus apellidos. Además, registramos detalles como la fecha y el lugar donde se encontraron, lo que nos permite construir una memoria temporal y espacial de cada suceso”, enfatiza la colectiva.

Constelaciones y suturas: Cartografía del dolor

Esta información ha sido clave en la creación de Constelaciones y Suturas, una pieza textil a cargo de María Antonieta, que mapea los feminicidios ocurridos ente 2020 y 2023 en el estado. La obra se presentó en el Jardín Borda y formó parte del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA). Más que un mapa, esta pieza busca ser un registro afectivo que permita visualizar la magnitud del problema desde la empatía, comparte la autora. Sin embargo, el proceso de creación tomó un giro doloroso, cuando, Mafer Rejón, una compañera artista, fue víctima de feminicidio en diciembre de 2023. Caso que resonó y sigue resonado en toda Cuernavaca. “Jamás imaginé tener que bordad el nombre de alguien tan cerca”, se pronuncia en su obra.

Con estas muestras de bordados, “Las Nombramos Bordando” convierte la denuncia en arte, resignificando el dolor en una geografía de resistencia. Su trabajo nos recuerda que la memoria no solo se preserva con cifras y registros, sino con actos simbólicos que dignifican a las víctimas. En un país donde la impunidad borra nombres y la violencia se normaliza, cada puntada se vuelve un acto de justicia. El arte, en este caso, no solo representa, sino que interpela y exige.

Un dibujo de un pizarrón blanco

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El bordado de constelaciones presenta la cartografía del dolor de las familias, las mujeres y la sociedad morelense. Foto: Las Nombramos Bordando

Justicia para Mafer y para cada una de las víctimas. Foto: Las Nombramos Bordando

Jazmin Aguilar