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Roberto Abe Camil*

La reconstrucción y restauración del patrimonio dañado en Morelos, tras los sismos de 2017, ha supuesto el desafío más grande a nivel local en cuanto al rescate de un tesoro artístico, histórico y cultural antiquísimo. Aquí destacó no solo el esfuerzo del Centro-INAH Morelos, sino de la sociedad en su conjunto: entidades públicas, asociaciones civiles, comunidades y profesionales que con enorme compromiso han aportado la suma de sus talentos para preservar nuestro pasado. La tarea no ha sido fácil, pues se debe enfrentar no solo al devenir de siglos en iglesias, conventos, haciendas y edificios de carácter civil, sino lamentablemente a una sociedad que no pocas veces es indiferente y descuidada con respecto a los inmuebles catalogados y vestigios de otras épocas y también al riesgo que supone la fuerza de la naturaleza, así como a la condición del territorio morelense como zona sísmica.

Es un error considerar que, en este rubro, la tarea ha concluido, los cientos de acciones finiquitadas que divulgó el INAH en Morelos deben analizarse con cautela, pues así como hay obras terminadas, existen otras que distan de estarlo y no pocas, no fueron intervenidas de manera adecuada. Una gran herramienta, fue el Programa Nacional de Reconstrucción (PNR) creado precisamente para atender los daños de los movimientos telúricos de septiembre de 2017, así como a la población afectada. El PNR se concentró en el impulso de proyectos y acciones para reconstruir y reparar viviendas, escuelas, centros de salud, pero también para la reconstrucción y restauración de bienes artísticos, históricos y culturales. En distintos casos en Morelos, el presupuesto asignado a sitios como el templo de San Marcos Evangelista en Tlayecac, Villa de Ayala, la presidencia municipal de Jojutla o el convento de Santiago Apóstol en Jiutepec se etiquetó para la consolidación de los edificios, con la finalidad de que no colapsen o que fueran reconstruidos, así como también para que pudieran ser devueltos trás más de siete largos años a sus respectivas comunidades, para su uso cotidiano. Lo anterior, si bien salvó a los históricos edificios, no significa que la restauración esté concluida en su totalidad o que no existan obras pendientes. Es aquí donde se debe tener presente que lo logrado de 2017 a la fecha, es tan solo un trecho en un sinuoso camino, no la consumación del recorrido.

Derivado de lo anterior, se deben corregir y replantear las obras que no fueron ejecutadas siguiendo los fundamentos básicos y estrictos de la restauración. Varios son los ejemplos, saltan a la vista los denominados “castillos de cartón” aquellas estructuras de triplay que se usaron para substituir el campanario de la Catedral de Cuernavaca, el de la iglesia de Santiago Apóstol en Jiutepec y el torreón porfiriano del Palacio de Cortés. En el caso del mencionado templo de Jiutepec, se colocaron también almenas hechas con fibra de vidrio, todo esto no solo representa un anatema a la arquitectura tradicional sino que la vida útil de los “castillos de cartón” no será de más de cuarenta años, esto último expresado por funcionarios del Centro-INAH Morelos.

Otro caso, que incluso ya ha generado descontento entre la comunidad, es el que atañe a la capilla de Guadalupe en Jojutla. La capilla, una de las manifestaciones más bellas de arte sacro en el sur de Morelos, data de 1620, se encuentra dentro del conjunto parroquial de San Miguel Arcángel que es a su vez el santuario del Señor de Tula, un Cristo negro tallado en madera, que es profusamente venerado en la región.

El Centro INAH-Morelos ha sido señalado por entregar obras por medio de adjudicación directa a empresas consentidas tal como lo es Escoda Técnicas de Arquitectura Monumental S.A de C.V. Dichas empresas a pesar de no respetar los criterios elementales de restauración, no solo son premiadas con más proyectos, sino que jamás son sancionadas por las irregularidades cometidas. Para el caso de la capilla jojutlense de Guadalupe, se eligió a una de estas personas morales favorecidas, la cual incurrió en diversas fallas al intervenir el inmueble en cuestión, tal como lo fue no rescatar el campanario en su verdadera forma y magnitud, de la misma forma el nivel del piso al exterior de la capilla está más alto que el piso terminado al interior, lo cual significa que a partir de la próxima temporada de lluvias, se inundará el templo, así como también la policromía interior de la capilla es muy ajena a la original en virtud de que no realizaron las calas estratigráficas de pintura mural anterior, finalmente se eliminó la policromía de la fachada de la capilla, la cual fue por siglos, uno de los elementos característicos del mismo.

En suma, aquí pueden ocurrir dos supuestos, el primero que un manto de impunidad y silencio cubra todas estas anomalías y que el Centro-INAH Morelos se haga de la vista gorda o bien que en un ejercicio de transparencia y compromiso se corrija lo que se debe, en bien no solo de las comunidades afectadas, sino del patrimonio nacional así como de la memoria histórica de Morelos. Ojalá esto último sea lo que acontezca, porque al final del día, lo que debe prevalecer es el interés supremo que nos une a todos, a tirios y troyanos: el rescate del tesoro artístico, histórico y cultural de México.

*Escritor y cronista morelense.

Imagen que contiene hecho de madera, madera, edificio, pequeño

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Interior del campanario de Santiago Apóstol, Jiutepec, 2025. Archivo del autor.

Edificio de piedra

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Almena de fibra de vidrio, Santiago Apóstol, Jiutepec, 2025. Archivo del autor.

La Jornada Morelos