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(Nuestra raíz)

COSMOVISIÓN DEL AGUA EN NUESTRAS CULTURAS ORIGINARIAS

Manuel P Gómez Vázquez (Mixcóatl Mikistónal)

Panolti Niknehuan (Hola mis hermanos):

Entendemos por cosmovisión la “visión estructurada en la cual los antiguos mesoamericanos combinaban de manera coherente sus nociones sobre el medio ambiente en que vivían, y sobre el cosmos en que situaban la vida del hombre” (Broda, 1991, 2012).

Para nuestros antepasados la relación con la naturaleza es sagrada, por ello el respeto que le tenían a los elementos de la misma: tierra, agua, fuego y viento. Creían que la tierra, el agua y el cielo eran una unidad orgánica; esas fuerzas y energías que mantienen y originan lo que la ciencia moderna denomina los “ciclos naturales”, están representadas y simbolizadas por entidades cósmicas divinizadas, de ahí la concepción sagrada de estos elementos vitales, por eso les rendían ceremonias, rituales y festejos.

La cosmovisión del agua muestra la rica diversidad entre nuestros pueblos originarios. El agua, elemento primordial para la vida, encuentra, en estas expresiones culturales, dimensiones que aluden a la historia, a la filosofía, al hacer, al pensar, al refrendar una identidad y un territorio.

La relación entre el medio ambiente, el agua y los pueblos indígenas, ha quedado demostrada desde tiempos inmemoriales, no solo en sus usos y costumbres, sino también en su propia concepción del mundo, en la que tienen arraigada una fuerte cultura de la sustentabilidad y respeto en el aprovechamiento de los recursos naturales.

Al binomio tierra-agua, que en lengua náhuatl se denominó Altepetl (Monte-Agua), se le considera no solamente en sus aspectos simbólicos, rituales y míticos, sino como un referente que ha influido e influye en la estructura socioeconómica de las sociedades indígenas. Desde una perspectiva política y organizativa, el Altepetl en la época prehispánica sería equivalente a un tipo de organización socioterritorial y político de lo que ahora llamamos pueblo o municipio. En nuestros tiempos esta visión del Monte-Agua está articulada a expresiones religiosas, modos organizativos comunitarios, territorios simbólicos, saberes locales, mecanismos de vínculos socioproductivos, sistemas de prestaciones y contraprestaciones y a complejos culturales híbridos que se han amalgamado en el transcurrir histórico. De esa forma, ideas derivadas de la importancia del binomio tierra-agua o monte-agua o montaña-agua, siguen incidiendo para que la geografía, cuerpos de agua, cuevas, montañas, cerros, astros, en fin, el planeta y sus cielos, y en especial los territorios donde se desenvuelve la vida cotidiana de los pueblos originarios, se perciba como morada, fuente de sustento y paisaje cultural cargado de simbolismos y deidades expresadas como metáforas de elementos y fenómenos naturales. Incluso los ancestros muertos se transmutan o se incorporan a la naturaleza, quienes se suman al cosmos como “trabajadores”, como fuerza energética que sostiene los ciclos que mantienen la permanencia de la “Madre Tierra”. Para los nahuas era muy simple: “Así debe ser, comemos la tierra y luego la tierra nos come a nosotros”, ese era el ciclo de la vida.

En esta misma perspectiva, los cerros se concebían “como si fuesen vasos grandes de agua, o como casas llenas de agua”. Contenían las aguas subterráneas que llenaban el espacio debajo de la tierra. Este espacio era el Tlallocan —el paraíso del dios de la lluvia— y de él salían las fuentes para formar los ríos, los lagos y el mar.

En las cumbres de los cerros se engendran las nubes portadoras de la lluvia; nubes y niebla que también cubren los valles y las cañadas del paisaje escarpado. Por otra parte están las cuevas, que conducen de hecho, al interior de la tierra. Estas cavernas con mucha frecuencia contienen fuentes de agua cristalina, abarcan lagunas en su interior o dan acceso a ríos que corren subterráneamente, por eso las culturas prehispánicas pensaban que existía una conexión debajo de la tierra que comunicaba a las cuevas y a las fuentes con el mar. El mar que limita a Mesoamérica por ambas costas juega, además, un papel fundamental en generar los vientos portadores de la lluvia que preceden el comienzo de la estación húmeda. El mar como región limítrofe se convirtió a través de los procesos de expansión política en una expresión de poder. Quien había alcanzado estos límites detentaba también el dominio sobre pueblos y hombres. Si bien para los mexicas el mar era, sobre todo, el símbolo de la fertilidad que delimitaba, además, los confines del mundo conocido.

De acuerdo con la cosmovisión mesoamericana, las aguas marinas se juntaban con el cielo, configurando así los límites del universo. El cronista del siglo XVI, fray Bernardino de Sahagún, describió esta imagen de manera evocativa:

“… la Mar, a la cual llaman teoatl que quiere decir agua maravillosa en profundidad y grandeza; llámase también ilhuicaatl, quiere decir, agua que se juntó con el cielo, porque los antiguos habitadores de esta tierra pensaban que el cielo se juntaba con el agua en la mar, … como si dijesen agua que se juntó con el cielo…”

Tan importante era el elemento vital para nuestros antepasados, que lo representaron en diferentes manifestaciones de lo que hoy entendemos por teológicas, aquí menciono solo algunas:

1. Chalchiuhtlicue, ‘La que tiene su falda de jade’. Para los mexicas fue la diosa de los lagos y corrientes de agua. Chalchiuhtlicue fue considerada también como la más importante protectora de la navegación costera en el México antiguo.

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2. Chaac. Deidad maya asociada al agua y la lluvia. Era invocado para obtener abundancia en las cosechas. Moraba en cuevas y cenotes, los cuales eran portales a Xibalbá (inframundo maya). En sus representaciones se le caracteriza por poseer una larga trompa y un hacha con la que provocaba los truenos en el cielo.

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3. Tláloc, ‘Néctar de la tierra’. Para los antiguos mexicas él era el encargado de las lluvias y se hacían diversas ceremonias para honrarlo. Fray Bernardino de Sahagún y Alfredo Chavero lo describen como el dios del rayo, de la lluvia y de los terremotos.

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4. Pitao Cocijo. Divinidad zapoteca de la lluvia y la tormenta. Comparable a Chaac de los mayas y a Tláloc mexica. Algunas veces aparece con una vasija entre las manos, así como una máscara que le rodea los ojos, con colmillos y lengua bífida.

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5. Dzahui. Dios mixteca de la lluvia y su principal patrono. Esta civilización se consideraba como el “ñuu dzavui” (pueblo de la lluvia) y pensaban que Dzahui los protegía, pero fue petrificado cuando el Sol (Ndicahndíí) apareció en el firmamento.

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6. Amimitl. “Dardo de agua”.  Era el dios mexica de lagos pescadores que calmaba las tempestades. Era adorado en Cuitláhuac, que anteriormente era una isla en el lago de Chalco.

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7. Huracán. “Una pierna”. Es uno de los dioses fundadores de la vida para los mayas. Es el dios de las tormentas, del viento y del fuego, por lo cual era deidad muy temida. Es representado con forma humana, pero con cola de serpiente y rasgos de reptil. Él provocó el Gran Diluvio maya que destruyó todo lo que construyeron los primeros hombres. Ahora ya saben porque nombramos así a estos fenómenos naturales.

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8. Metzabok. “Dios hacedor de truenos y de la lluvia”. Anteriormente esta deidad lacandona era conocida como Men-Sabak (el hacedor de hollín). Los lacandones pensaban que los ayudantes de Metzabok regaban hollín encima de las nubes, de donde adquirían su color negro antes de llover.

9. Yuku. Dios de la lluvia para los yaquis. Cuenta la leyenda que esta deidad dejó sin agua a los ocho pueblos principales. Los yaquis mandaron al gorrión a convencer a Yuku para que les diera agua, luego a la golondrina, pero sin éxito. Finalmente, el sapo Bobok, quien adquirió unas alas de murciélago y engañó al dios para que dejara caer la lluvia sobre la tierra.

10. Cuerauáperi o Nana Kuerajperi. “Nuestra abuela”, “Madre Tierra”. Para los purépechas es la diosa que tiene el poder de crear al hombre y todas las cosas. Ella manda las nubes y las lluvias para que crezca el maíz, pero si se enoja ella envía hambrunas y marca el fin de la existencia.

Ma Toteotzi mizpalehui miak, huan nimizcuitlahui nochipa. Tlazohcamati miak (Que Dios les ayude mucho y les cuide siempre. Muchas gracias).

*Mto. Y D.H.C. Gobernador Superior Indígena y Pluricultural en Morelos.

La Jornada Morelos