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* La falta de bosques será sinónimo de falta de agua: Armando Burgos, Premio Estatal al Mérito Forestal

* Es indispensable crear un Centro de Comando y Control gubernamental en materia forestal y de recursos hídricos 

* De las 234 mil hectáreas de bosques y selvas en suelo morelense, quedan sólo 34 mil en buen estado

 

No se puede construir bienestar duradero al mismo tiempo que se destruye a la naturaleza. En todo México, pero particularmente en el estado de Morelos, es evidente que la degradación de bosques, selvas, ríos, manantiales y barrancas ya impacta negativamente la salud, hábitat y oportunidades de desarrollo de las personas. El ejemplo más palpable es la creciente escasez de agua: que es consecuencia directa de la destrucción de los bosques.

A pesar de que a menos de 20 kilómetros de la capital estatal todavía se pueden encontrar parajes de bosque virgen; donde la niebla, el rocío, los grandes helechos, aterciopelados musgos y hongos prehistóricos invitan a pensar en hadas y duendes; la realidad es que esos restos de bosques mesófilos de montaña y lo poco que queda de bosques de coníferas pueden desaparecer antes de que acabe el gobierno estatal vigente.

“Actualmente quedan en Morelos, tan solo 34 mil hectáreas de bosques y selvas conservadas, el resto es vegetación secundaria (aproximadamente 200 mil hectáreas) de bosques y selvas que tienen diversos grados de impacto por actividades humanas”. Así lo señala el propio diagnóstico con el que empezó a trabajar la administración de la gobernadora, Margarita González Saravia. Puede ser leído por cualquier persona en la página 200 del Plan Estatal de Desarrollo 2025-2030.

Este balance oficial implica que, en suelo morelense, hay 234 mil hectáreas en las que alguna vez la cubierta vegetal fue de bosques y selvas, pero que ha sido fragmentada, degradada, luego recuperada y nuevamente vuelta a fragmentar, por lo que sólo en 34 mil de esos terrenos subsiste el tejido e interacciones ecológicas íntegras. El resto es un tejido desgarrado y mutilado. Puede recuperarse, pero tomará trabajo, responsabilidad y tiempo.

El primer paso es generar conciencia. Aunque los viajeros que usan automóvil o autobús todavía pueden mirar, al costado de las carreteras, kilómetros de bosque continuo, la realidad es que esto es sólo fachada. Quien entra un poco más al bosque profundo encuentra ecosistemas fragmentados, con grandes claros donde uno o dos pinos; tres o cuatro hectáreas de pastizales o algunas rocas con musgos, no pueden aportar los servicios ambientales para llamarse bosque.

“Las tres principales amenazas para los bosques son las plagas, los incendios y los talamontes”, explica a La Jornada Semanal Plaza el Doctor Armando Burgos Solorio; científico del Centro de Investigaciones Biológicas (CIB), de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), y ganador del Premio al Mérito Forestal 2025, entregado por el Congreso del Estado.

Para el maestro y doctor en ciencias, sí ha crecido el interés de las personas en la problemática de la salud forestal en Morelos, especialmente en la parte norte del estado. Pero más allá de las emergencias por incendios o de los casos escandalosos de talamontes, se habla poco de otros problemas que ocurren diariamente y de manera silenciosa, como las graves plagas de algunos insectos que están dañando los bosques, como los escarabajos descortezadores.

“Es importante atender todos estos problemas de manera diaria y buscar soluciones, ya que se trata del bosque de agua que provee agua a la capital del estado”, dice a este diario el Doctor Burgos. “Lo que nosotros los académicos proponemos es que se tipifique la parte norte del estado de Morelos como zona de contingencia ambiental. Esto ayudaría mucho para que todos los recursos fluyan de manera más rápida y ágil cuando hagan falta y no solamente como reacción de emergencia cuando hay incendios. Falta invertir mucho en equipo, capacitación al personal e infraestructura”

El fuego que devora

El primer gran depredador del bosque es el fuego. Sólo en 2024, Morelos padeció 154 incendios, que afectaron 4 mil 612 hectáreas. Algunas se recuperaron; mediante el proceso ecológico auto-reparador llamado resiliencia; pero muchas ya no volvieron a ser bosque. La fuente de estos datos vuelve a ser el Plan Estatal de Desarrollo 2025-2030.

Para el año 2025 la temporada de sequía llegó acompañada también de incendios, que no han cesado hasta la fecha. Dos datos duros que ayudan a explicar la dimensión y frecuencia (que cada día se actualizan); son el incendio que consumió 200 hectáreas de bosques, la última semana de marzo, en el paraje norte de Malinalpa, en el poblado de Santo Domingo Ocotitlán, del municipio de Tepoztlán.

Y los cinco incendios simultáneos que se presentaron entre la noche del jueves y a lo largo del viernes 10 y 11 de abril en Tepoztlán, Coajomulco, Cruz del Niño, Huitzilac y en los alrededores de la autopista México-Cuernavaca. Más de 300 brigadistas y voluntarios se movilizaron para detener los fuegos en esas montañas.

Para hacer frente a esas emergencias, la gobernadora González Saravia realizó gestiones ante instancias federales para que se enviara al estado un helicóptero MI-17 de la Guardia Nacional, que se sumó a las labores de combate de incendios graves.

“Actuamos con firmeza y organización. Proteger la vida, los hogares y nuestros bosques es la prioridad de este Gobierno”, detalló Margarita González en el día que confirmó a la sociedad morelense y a los brigadistas la llegada del helicóptero de apoyo para combatir incendios.

Es muy importante, y de necesaria honestidad intelectual, aclarar que el problema de los incendios forestales no es reciente. Ha sido un dolor de cabeza para pobladores y gobernantes desde hace décadas.

En los últimos 25 años de acuerdo a las estadísticas de la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR) se han registrado en Morelos 4 mil 565 incendios forestales. El 94 por ciento de ellos se presentan en 10 municipios principalmente, como Huitzilac, Tepoztlán, Cuernavaca y Tlalnepantla.

“El número de incendios y la superficie afectada están directamente relacionados con las actividades humanas y el comportamiento de los eventos climáticos, específicamente con la sequía o la falta de humedad relativa en el medio ambiente, que junto con la acumulación de material vegetal muerto, la falta de caminos, la topografía accidentada del terreno, así como los conflictos agrarios asociados a la tenencia de la tierra, contribuyen a la problemática en materia de incendios forestales”, explica el Eje Rector 4: Vida y Medio Ambiente, del Plan Estatal de Desarrollo.

El impulso de la tala clandestina

El segundo gran depredador del bosque es el talamontes. Duele reconocerlo, pero el motor más importante de la deforestación de Morelos es la pobreza, que hace que muchos habitantes de municipios forestales prefieran participar en la tala clandestina para obtener ganancias rápidas y sin supervisión o auditoría. Fuentes anónimas consultadas por La Jornada Morelos, en la región norte del estado, afirman que cobran 2 mil pesos por árbol derribado y 4 mil pesos por árbol colocado en camión, en camino o brecha.

Si se comparan los datos compartidos con el hecho de que el promedio mensual de ingresos en Morelos es de 7 mil 770 pesos, según el Índice de Competitividad Estatal 2024, del Instituto Mexicano de Competitividad (IMCO). Se puede entender que derribar cuatro árboles clandestinos o poner dos árboles clandestinos en camión aporta a los talamontes, cada mes, más que trabajar entre 40 y 48 horas en un empleo formal.

Esto se convierte en una tragedia cuando se piensa que cada árbol derribado tardó más de 25 o 30 años en alcanzar la altura de interés comercial; además, los talamontes no reforestan.

Para tratar de detener esa depredación, la gobernadora de Morelos estableció alianzas estratégicas con sus homólogas de Ciudad de México, Clara Brugada Molina; del Estado de México, Delfina Gómez, y con autoridades del gobierno federal para combatir la tala clandestina e impulsar la conservación de las áreas naturales.

El 6 de noviembre de 2024, las tres gobernadoras iniciaron un trabajo colaborativo, detallado en la Estrategia Integral y Sistémica 2024 contra la Tala Clandestina “3 estados”, que encabeza la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y Guardia Nacional (GN).

Margarita González explicó el valor estratégico de los bosques que comparten Morelos, Estado de México y la Ciudad de México, como plataforma de servicios ecosistémicos y para el bienestar social.

“Las tres gobernadoras estamos preocupadas por lo que ha venido sucediendo con la tala clandestina, es un lugar fundamental de recarga de agua, y hemos tomado el acuerdo de firmar un convenio metropolitano para la defensa de este espacio”.

Entre otras tareas esa estrategia incluye trabajo de campo para construir gobernanza metropolitana y labores de inteligencia, bajo el acompañamiento de la Sedena, Guardia Nacional y las fiscalías estatales.

Lo invisible que carcome

El tercer gran depredador del bosque son las plagas. Del mismo modo en que una persona es más susceptible a enfermarse cuando no come bien, no duerme bien, vive estresada o ha sufrido un accidente; los bosques bajo presión climática y antropogénica enferman con más facilidad.

Las plagas forestales representan un riesgo importante para los ecosistemas forestales alrededor del mundo; diferentes cálculos las consideran responsables de entre el 10% y el 28% de las pérdidas de bosque cada año. Con base en datos de la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO), de la Organización de Naciones Unidas (ONU), a nivel internacional tan solo los insectos forestales han generado daños en 35 millones de hectáreas de bosques, provocando pérdidas económicas importantes y afectando principalmente a zonas templadas y boreales.

En México, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales reporta que existen aproximadamente 250 especies de insectos y patógenos que afectan las zonas forestales del país.

El Doctor Armando Burgos, quien además es responsable del Laboratorio de Parasitología Vegetal del CIB-UAEM, dice que las plagas forestales provocan efectos en cascada: “El árbol se va enfermando y su olor atrae a insectos que lo buscan para alimentarse y reproducirse. Eso ocurre muy claramente con los escarabajos descortezadores, pero no se puede hacer un manejo tan simple como rociar pesticidas porque los árboles están en contacto con todos los elementos de su entorno; flora, fauna y bacterias; es un simbionte. Entonces, se tienen que hacer manejos especiales para combatir las plagas, sin deteriorar los suelos o contaminar el agua”, dice el científico oriundo de Cuernavaca y que ha realizado miles de colectas de insectos en toda la República.

“Declarar el norte de Morelos como Zona de Contingencia Ambiental no es exagerado. Es la fuente principal de oxígeno limpio y la principal zona de recarga de agua. Se ha delegado mucha responsabilidad a las comunidades, pero una participación el gobierno estatal y federal podría transmitir a todas las personas una sensación más fuerte de compromiso y responsabilidad”, añade Burgos Solorio.

En Morelos la gente piensa que el agua siempre estará disponible y que la manera de conseguirla es exigirla a las autoridades. Pero esto no es cierto.

Con el mismo ritmo que disminuye la cubierta forestal del estado, decrece la captación de agua, la infiltración al subsuelo y el porcentaje de líquido disponible para cada mujer, hombre, niño o adulto mayor.

Los datos nos demuestran que no se puede construir bienestar duradero al mismo tiempo que se destruye a la naturaleza.

La Jornada Morelos