

Ariadna Isabel Urbina Ayala, es una mujer que, desde muy joven, entendió lo que significaba vivir bajo el peso de una sociedad machista, donde las mujeres, incluso en su entorno cercano, eran víctimas de violencia. Pero fue un momento histórico, el fatídico auge de las muertes de Juárez, lo que la marcó profundamente y la empujó a involucrarse activamente en la lucha contra el feminicidio y la violencia de género. Hoy, es una de las voces más influyentes en el análisis y la construcción de políticas públicas que buscan erradicar estas atrocidades, pero su camino ha sido largo y lleno de retos.
Ari, como le llaman de cariño, nació en la Ciudad de México, pero su vida tomó un giro cuando su familia se mudó a Morelos cuando ella tenía apenas siete años. El cambio de entorno, lejos del bullicio capitalino, marcó su infancia y su futura carrera. «Desde pequeña, siempre me sentí atraída por las artes, por la belleza que nos rodea», comenta con nostalgia mientras recuerda aquellos años en los que la cerámica se convirtió en su pasión. En un principio, no imaginaba que esa pasión la llevaría tan lejos.

A los 16 años, Ariadna comenzó a estudiar cerámica y, curiosamente, la misma disciplina que aprendía la llevó a enseñar. «Empecé a dar clases de cerámica, y fue una sorpresa. Yo apenas estaba aprendiendo, y ya me pedían que enseñara a otros», recuerda con una sonrisa. Esa habilidad para enseñar, combinada con su talento artístico, la impulsó a empezar a vender sus obras. «Comencé a vender mis trabajos y pronto me invitaron a exposiciones. Eso fue lo que me permitió tener mi propio horno de cerámica y, eventualmente, fundar una fábrica en Morelos», explica.
En la década de 1980, Ariadna logró poner en marcha una fábrica de cerámica en Morelos, contratando a varios empleados y obteniendo buenos resultados. Sin embargo, en 1988, el mercado sufrió un golpe inesperado: «El gobierno mexicano permitió la importación de cerámica china, lo que resultó en la quiebra de muchas fábricas locales, incluida la mía», relata. Aquello representó una crisis para su negocio y para la industria cerámica del estado, pero Ariadna, como siempre, supo reinventarse.
El arte y los medios: nuevas oportunidades de crecimiento
Tras el cierre de su fábrica, Ariadna no se rindió. En lugar de abandonar su amor por el arte, se dedicó a trabajar en una galería de arte. «Trabajé en la dirección de una galería, un proceso que fue muy enriquecedor, porque me permitió estar cerca de artistas, de la historia del arte, y entender la importancia de preservar y divulgar el arte», comenta.

A la par de este trabajo, Ariadna se adentró en el mundo de la editorial J. R. Fox, donde colaboró en la creación de productos editoriales sobre arte e historia. «Mi trabajo en la editorial me permitió aprender sobre la investigación histórica, sobre la importancia de documentar y preservar nuestra historia, como la del Parque Naucalpan», explica.
Sin embargo, la vida de Ariadna no se detuvo allí. Su vocación por la comunicación la llevó a ser parte del equipo del Canal 11, donde colaboró en programas como Caracara, que consistía en entrevistas a personajes de distintas ramas: políticas, sociales, artísticas y culturales. «Trabajar en Canal 11 fue una experiencia formativa”.
1994: El giro radical de su vida
Aunque Ariadna estaba disfrutando de una carrera estable en los medios, 1994 marcó un antes y un después. El levantamiento zapatista en Chiapas, encabezado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), dejó una huella profunda en ella. «Cuando me enteré de lo que estaba pasando en Chiapas, sentí que debía ir. No podía quedarme sin ser parte de eso», explica. Ariadna viajó a Chiapas con un grupo de periodistas, buscando entender de cerca el conflicto. «Lo que más me interesaba era saber cómo las mujeres se estaban incorporando al zapatismo. Quería ver sus historias, escucharlas, entender por qué estaban ahí», dice.

Durante su estancia en las montañas chiapanecas, Ariadna vivió una de las experiencias más conmovedoras de su vida. «Las mujeres zapatistas no solo estaban luchando en una guerrilla, sino que también estaban tomando decisiones, liderando y ocupando espacios que, en otras circunstancias, no les habrían sido permitidos», comenta. Fue un encuentro que la transformó. «Entrevistarlas, escuchar sus historias, sus luchas y sus sueños fue una de las experiencias más impactantes de mi vida. Fue en ese momento cuando me di cuenta de lo que significaba ser mujer en una lucha tan profunda», agrega Ariadna con emoción.
El regreso: renunciar a todo para reencontrarse
Tras su experiencia en Chiapas, Ariadna regresó a la Ciudad de México, pero ya no se sentía la misma. «Regresé, pero sentí que ya no encajaba. Lo que viví en Chiapas me cambió por completo, y me di cuenta de que necesitaba algo diferente», afirma. Así fue como, en busca de paz interior y de una nueva dirección en su vida, decidió mudarse a Tepoztlán, en Morelos. «Me fui con lo puesto, a vivir con unos amigos. Necesitaba un refugio para pensar y procesar lo que había vivido», explica.
En Tepoztlán, Ariadna se dedicó a escribir. «Escribí todo lo que me pasó en Chiapas, lo que vi, lo que sentí. Fueron meses de escribir y reflexionar. La escritura me permitió entender y sanar», recuerda. A pesar de no haber publicado esos escritos en ese momento, los textos se convirtieron en una forma de catarsis para ella. «Escribí cuentos, crónicas, todo lo que había vivido, pero los textos quedaron guardados. Fue un proceso privado, muy personal», dice con melancolía.

Un nuevo comienzo
Después de años de exploración y transformación, Ariadna había encontrado un lugar donde sentirse plenamente ella misma: Tepoztlán. En este pueblo de Morelos, rodeada de montañas y de una energía que parecía abrazar su ser, encontró el refugio necesario para sanar y replantear su vida. «Ya mi vida estaba totalmente perfilada aquí en Tepoztlán y pues ya me quedé», nos cuenta Ariadna con tranquilidad. La conexión con la tierra, el ambiente relajado y la distancia de la vida acelerada de la ciudad, le ofrecieron la paz que tanto necesitaba.
En Tepoztlán, su vida dio un giro más al conocer a una persona con la que comenzó una relación, lo que la llevó a dividir su tiempo entre la Ciudad de México y este pueblo mágico. Pero, como suele ocurrir, las cosas no siempre son como las planeamos. «Me embaracé, vino el maravilloso embarazo de mi hija», dice Ariadna con una sonrisa, rememorando esa etapa llena de emociones encontradas. Durante los primeros meses de su embarazo, decidió retomar su amor por el arte y la historia, y se inscribió en un diplomado en el Museo Nacional de Arte. «Hice un diplomado de como seis meses, sobre todas las salas del Museo Nacional de Arte. Entonces hice un regreso muy bonito al arte», explica.
Ese regreso al arte fue particularmente significativo, pues en el diplomado Ariadna tuvo contacto con el arte plumaria, un tipo de arte indígena que le cautivó. «Tuve contacto con una historia muy padre con el arte plumaria y con la investigación de lo que era el arte plumaria», afirma. Su pasión por el tema fue tal que escribió sobre ello, profundizando en la historia y las técnicas detrás de este arte.

El zapatismo y la larga larga lucha feminista
Aunque la vida en Tepoztlán le ofreció tranquilidad, la conexión de Ariadna con el zapatismo nunca desapareció. «El zapatismo fue el parteaguas de mi vida. Fue el momento en que entendí lo que significa ser mujer en una lucha constante, ser mujer en un espacio de resistencia», dice con certeza. Con el tiempo, las mujeres zapatistas siguieron siendo su fuente de inspiración. «Ellas fueron las que me enseñaron que la lucha por los derechos de las mujeres no es solo en la teoría, sino en la acción diaria, en los espacios de resistencia», afirma.
Ariadna se dedicó a visibilizar las luchas de las mujeres en Chiapas, y con el tiempo, esta conexión la llevó a trabajar como corresponsal para el Toronto Star, gracias a una periodista canadiense que conoció en el campamento zapatista. «Fui corresponsal del Toronto Star por un tiempo, lo que me permitió continuar en la lucha, visibilizando lo que ocurría en Chiapas», dice.
Agregó «Lo que viví en Chiapas cambió mi vida para siempre. Ver a esas mujeres luchando por sus derechos me enseñó lo que significa ser mujer en un mundo que muchas veces nos niega todo. Esa lucha, la de ellas, es la misma que sigo hoy», refiere Ariadna con una convicción.
La violencia y la búsqueda de autonomía
Sin embargo, la vida de Ariadna no estuvo exenta de dificultades personales. La relación con el padre de su hija, que al principio parecía prometedora, terminó deteriorándose y entró en una dinámica de violencia. «Hoy lo entiendo, hoy lo sé que fue un asunto de violencia», reflexiona, consciente de los patrones que muchas veces pasan desapercibidos en las relaciones. A pesar de las dificultades, Ariadna logró separarse y tomar control de su vida. «Yo ya me separé, me separé de esta persona, finalmente logré separarme de esta persona», comenta.
A medida que luchaba por su independencia emocional y legal, Ariadna decidió dar un paso más en su formación académica. Estudió un nuevo diplomado, esta vez sobre la cultura y el entorno natural de Tepoztlán y su área circundante, lo que la conectó aún más con su comunidad y su entorno. «Eso me hizo recibir una invitación a trabajar en un proyecto de Naciones Unidas sobre saneamiento ecológico», dice.
El encuentro con el feminismo
En ese período de reconstrucción personal, Ariadna se adentró en el mundo del activismo social, particularmente en la defensa de los derechos de las mujeres. Mientras estaba involucrada en el proyecto de saneamiento ecológico, conoció a un abogado llamado Juan Juárez Rivas, quien se convirtió en un gran apoyo en su proceso judicial por la custodia de su hija. Fue él quien la presentó a Adriana Mújica, una mujer clave en la formación de Convergencia 8 de Marzo, una organización dedicada a la defensa de los derechos de las mujeres. «Así es como yo entré al mundo del feminismo, al mundo de la defensa de los derechos de las mujeres», recuerda Ariadna.
Este encuentro fue un punto de inflexión. En los años posteriores, Ariadna se involucró activamente en la creación del Comité contra el Feminicidio y comenzó a luchar incansablemente por la visibilidad de la violencia de género.
La experiencia de ser madre y feminista
El viaje de Ariadna como madre y feminista no fue sencillo, pero se convirtió en un motor de cambio en su vida. «Yo pedí la pérdida de la patria potestad de esta persona, asunto que gané tres años, ocho meses después. Lo gané. Me creyeron absolutamente, y me otorgaron la patria potestad única», comenta, orgullosa de haber conseguido la autonomía que tanto deseaba para ella y su hija. Esta lucha por la custodia fue mucho más que un simple proceso judicial, pues reflejó su necesidad de proteger a su hija de un entorno violento.
Para Ariadna, su experiencia personal con la violencia y la lucha por los derechos de las mujeres no solo la motivó a ser una defensora, sino que también la empoderó para comprender y conectar con otras mujeres que vivían situaciones similares. «Cuando tú entras en este mundo, te das cuenta de que está en todos lados. En todos lados», reflexiona sobre cómo su propia vivencia la ha hecho más empática con las luchas ajenas.
De la comunicación al activismo social
Aunque Ariadna comenzó su carrera en el mundo del periodismo y la comunicación, con el tiempo se dio cuenta de que su verdadero llamado estaba en la educación popular y el activismo social.
Ariadna explica que su trabajo se centró más en la transmisión de mensajes y en la creación de metodologías de comunicación que fueran accesibles para todos. «La educación popular y todas estas metodologías de enseñanza-aprendizaje son procesos de comunicación, más que periodismo», afirma, dejando claro que su enfoque era más sobre el diálogo y el empoderamiento de las personas que sobre la transmisión convencional de la información.
Compromiso con la sociedad civil y los derechos humanos
Hoy en día, Ariadna sigue comprometida con la lucha por los derechos humanos, particularmente los derechos de las mujeres. A pesar de haber completado varios diplomados, una maestría y estar en el último semestre de su doctorado, ella se considera una defensora de derechos humanos. «Yo soy defensora de derechos humanos. Yo sí me identifico, y por supuesto soy una cientista social», afirma con convicción.
A lo largo de su vida, Ariadna ha estado profundamente involucrada con grupos en situación de vulnerabilidad, desde los niños que salían de situaciones penitenciarias hasta las mujeres que luchan por sus derechos en contextos de violencia. «Lo que ocurre es que lo nombras, te das cuenta de que tiene nombre, que tiene un origen, que tiene una noción, una conceptualización, una teorización, una fundamentación detrás», reflexiona, mostrando cómo sus experiencias y su formación la han llevado a comprender profundamente las dinámicas sociales y las luchas de los más desfavorecidos.
El camino de Ariadna es una historia de resiliencia, lucha y transformación. Desde su primera exposición de cerámica hasta su dedicación al activismo feminista, ha sido una mujer que no ha dejado de buscar justicia y equidad para las mujeres y las comunidades más vulnerables.
El feminismo y la violencia de género en Morelos
Ariadna conecta su lucha feminista con un momento específico de la historia de Morelos, en 2006, cuando la violencia de género se estaba convirtiendo en un tema relevante en la región. Ese año, Marcela Lagarde visitó Morelos para hacer una investigación diagnóstica sobre el feminicidio, lo que eventualmente llevó a la creación de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. Ariadna destaca el contexto de violencia de género que se vivía en ese momento, y menciona los «feminicidios de Juárez», que empezaron a ser reconocidos como tal gracias al trabajo de Marcela Lagarde.
Uno de los casos que marcó un antes y un después fue el feminicidio de Otile, una mujer indígena de Tepoztlán. «Cuando tú estás en un movimiento hablando de un suceso que pasa a nivel nacional y de repente alguien que tú conoces, que tú ves todos los días, es asesinada, pues también las cosas cambian.» Este asesinato, junto con otros casos cercanos, impulsó a Ariadna a seguir luchando de manera más activa en la defensa de los derechos de las mujeres.
Formación del Comité contra el Feminicidio
En ese mismo periodo, el número de feminicidios aumentó drásticamente en Morelos, con 15 casos en solo dos semanas. Este hecho propició la creación del Comité contra el Feminicidio, en el cual Ariadna se involucró profundamente. Además, destaca la importancia de haber comenzado a registrar estos casos a partir de 1998. «Yo tengo registro, por ejemplo, tengo una base de datos, si mal no recuerdo, creo que ya es 98, donde ya se estaba haciendo cierto registro.»
Aunque al principio las marchas y protestas eran pequeñas, Ariadna fue testigo de cómo fueron creciendo con el tiempo, lo que le dio un sentido de esperanza. «Recuerdo como Andrea García, que estaba en una de las compañías que estaba ahí, que nos abríamos los brazos para tomar distancia y que pareciera que éramos muchas.»
La importancia de los datos y la metodología en la lucha
Para Ariadna, el cambio en la perspectiva sobre el feminicidio se ve reflejado en los datos y las estadísticas. A medida que comenzó a documentar los feminicidios, notó que los métodos de registro de las muertes violentas de mujeres también eran problemáticos. “Cuando nosotros empezábamos a documentar, el número más alto de feminicidios o de muertes violentas de mujeres ocurrían por asfixia o golpe contundente. Hoy, más del 60% de las muertes violentas son por arma de fuego.»
Este cambio en la metodología oficial del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública le pareció un obstáculo para generar políticas públicas eficaces. «Cuando el Secretario Ejecutivo decide cambiar de metodología en el registro de datos… pues te impide la generación de una política pública eficaz», señala, subrayando cómo la incapacidad de realizar un análisis adecuado de los datos contribuye a la ineficacia de las políticas públicas.
Ariadna critica que la forma en que se recogen y se interpretan los datos afecta directamente la capacidad del Estado para atender la violencia de género. «La ineficacia de la política pública es por la incapacidad de un análisis profundo correcto… la forma en la que se construye desde la teoría de la comunicación, desde la teoría de la enunciación, y las políticas públicas… te va a dar una política pública ineficaz.»
La creación de la Alerta de Violencia de Género
Uno de los momentos más significativos en la vida de Ariadna fue su participación en la lucha por la Alerta de Violencia de Género, un proceso que culminó con su declaratoria en 2015. En sus palabras, «yo de aquí soy, haga lo que haga el Estado, yo voy a estar en todas sus mesas y en donde inviten, cuál, a la fecha.» Esta declaración refleja su compromiso constante con la causa.
Su participación se ha mantenido activa hasta el día de hoy, especialmente con la Fiscalía y la Comisión de Feminicidio, desde donde continúa luchando por el reconocimiento de los feminicidios y la justicia para las mujeres de Morelos.
El reto de prevenir los feminicidios
Cuando se le pregunta cuál es el principal reto en la lucha contra los feminicidios, Ariadna lo tiene claro: prevenirlos. «El principal reto es, acorde a lo que te he dado, sí, es… si yo digo que el Estado ha sido ineficaz para la prevención, la atención e investigación, no diría, bueno, digamos, ¿no? Entonces el reto es cómo hacer una política pública eficaz.»
El desafío radica, según Ariadna, en cómo el Estado puede generar una política pública eficaz si está «negado a un verdadero análisis diagnóstico analítico de la realidad y de cómo ocurre». Además, destaca que sigue existiendo un sesgo de género en la aplicación de la ley, lo que agrava aún más la situación. «Es muy loco, pero hay un sesgo de género en la aplicación de la prescripción. Porque sigue siendo dirigida hacia las mujeres.»
Ariadna Isabel Urbina Ayala durante su presentación sobre la investigación de paridad en los congresos locales. Foto: Cortesía
Ariadna Isabel Urbina Ayala en Chiapas. Foto: Cortesía
Entrevistando al Subcomandante Marcos en Chiapas. Foto: Cortesía
Ariadna Isabel Urbina Ayala participando en la Mesa Redonda sobre feminicidio, en su calidad de Secretaria Técnica de la Comisión Legislativa Especial para el Seguimiento de Casos de Feminicidio. Foto: Cortesía
