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Fernando González Domínguez*

La semana pasada nos dejó un gran amigo. Partió José Laris Rodríguez, dilecto y entrañable ser humano que se dedicó por muchos años a la radiodifusión, a la floricultura pero sobre todo a cultivar amistades. Pepe como todo mundo le llamaba cariñosamente me brindó su amistad por décadas desde que nos conocimos en los lejanos años ochenta, él como presidente de la poderosa Cámara de la Industria de Radio y Televisión , y yo iniciándome en la radio con el programa Los jóvenes de la estación pública Radio Educación. Durante cuarenta años no pasaba mucho tiempo en que compartíamos el pan, la sal y los chismes principales de los medios de comunicación.

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Esta cercanía consolidó también mi amistad con su hermano Eduardo. Los Laris Rodríguez conforman una de las trece principales familias de radiodifusores mexicanos. No sobra decirlo, sin duda es la más querida y respetada por todos los grupos que participan en esa industria mexicana, con José Laris hasta hace unas horas como presidente vitalicio de la Cadena Rasa

La relación personal con los señores Laris nos ha permitido consolidar un grupo de amistades alrededor de ese apellido que también conforma una especie de cofradía de comunicadores que con frecuencia nos reunimos para hablar de todo y de nada. Por ahí pasan frecuentemente personajes en busca de posiciones que cuando les llegan ya no toman ni una llamada. En nuestras tertulias cuando no están presentes, saltan sus nombres y después de “hacerlos cachitos” confirmamos que la amistad y los negocios son canjeables para los políticos pero no para los Laris. El último de esos encuentros ocurrió hace unas horas con un sillón vacío: ya no llegó nuestro Pepe. Estoico, su hermano Eduardo decidió no cancelar la comida tan cercana a su deceso.

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El cariño por Pepe se confirmó a su partida. Prueba de ello han sido los servicios funerarios de la semana anterior en el Panteón Francés que se llenó de familiares, amigos, y muchos personajes que despidieron con una pequeña orquesta y coros al buen Pepe, que sobra decirlo siempre vivió con mucha alegría. Seguro le gustó su misa de cuerpo presente, sobria y cariñosa con el Canon en D de Johan Pachelbel de fondo y las emotivas palabras del sacerdote Luis Figueroa Munguía su viejo amigo, y la llorosa despedida a cargo de su hija Mónica. Ceremonia digna para tomar el camino que le llevó al encuentro de su señora madre Doña Josefina y su padre Don José. Acude Pepe también al abrazo de sus hermanos Sara y Fernando quienes han partido ya.

Había muchas coronas de flores de políticos y empresarios pero también cientos de floreros con los que su viuda Gabriela Reyes Agraz y las hijas de Pepe: Mónica, María Macarena, María Carolina y María José Laris Barros; sus hermanas Guadalupe, Josefina, María Auxilio y María del Refugio; y los hermanos Juan Bosco, Arturo, Alejandro, Bernardo, Luis Miguel, y el querido Eduardo, todos ellos vistieron la amplia capilla del rumbo de Legaria en la CDMX. Eran orquídeas blancas que simbolizan el amor duradero; las moradas expresaron respeto y admiración por José, todas cultivadas todavía en sus propios viveros Tikupé en Ticumán, Morelos y por las propias manos amorosas y sabias del Pepe campesino que relataba con orgullo cómo debían sembrarse y cómo se trataba a esas bellas flores. Igualito que él lo hacía con las muchas y muchos amigos que le quisieron tanto. ¡Vaya privilegio el que con las flores cultivadas por él mismo se hayan adornado todos los rincones de su capilla de partida!

Algunos de nosotros conocimos la mutación del hombre de la radio al personaje del campo en su refugio morelense. Fue invirtiendo poco a poco en los terrenos que le iba demandando su negocio agrícola. Le dio sentido al lema zapatista que la tierra es de quien la trabaja. Cambió los trajes y las corbatas por un sombrero de ala ancha y botas para librar el lodo y las piedras de la tierra de Emiliano. Contrató además personal muy bien remunerado que hacía de su equipo de campo un grupo de colaboradoras y colaboradores contentos por el pago y el trato justo que daba Pepe a ese pequeño equipo de labradores y técnicos agrícolas. En alguna de nuestras visitas nos mostró la segunda casa que acababa de comprar. Era el predio contiguo a su finca, así que de un día para otro tuvo dos jardines, dos albercas y dos fincas y divertido nos mostró cómo resolvió la comunicación entre ellas: hizo un gran hoyo en la barda divisoria así que en esa ocasión convivíamos en un jardín y cruzábamos la barda a la casa nueva cuando se requería una cerveza sudada o un Bloody Mary para apaciguar el calor de la región que parecía a él no importarle. Siempre fue friolento.

En el cuarto piso de una de las torres de Rasa en el corredor Roma-Condesa

pasamos su cumpleaños y los de muchos de nosotros. Ahí mismo celebramos aniversarios de alguno de sus programas. Otra ocasión invitaron unas copas para ver el resultado final de las elecciones de los gringos ( la mayoría perdimos la apuesta de que Hillary le ganaba a Trump) o los debates electorales de los presidenciables. En alguna de esas citas nos hizo salir de Rasa a todos sus invitados con un kilo o dos de frutos que los italianos llaman pomodoros que orgullosamente había recogido en sus primeras cosechas. Abandonó el jitomate porque según nos contaba, surtirles a los grandes almacenes le obligaba a tener cosechas muy grandes y financiadas a muy largo plazo lo que no le parecía justo. Se inclinó por las nochebuenas y terminó poniendo él sus condiciones a esos grandes almacenes que le compraban sus camionetas repletas de colores con orquídeas y flores de Pascua cultivadas en sus invernaderos. La planta baja de Rasa se convirtió mágicamente en un jardín que vendía orquídeas a precios increíbles.

En un paseo por las estanterías de una librería encontré un ejemplar de “Los Hombres del 2000” firmado por Teodoro Rentería Arróyave y José Laris Rodríguez editado por Edamex. Presuroso lo compré y presuroso también lo llevé a la siguiente cita en Rasa. Emocionado se lo mostré a Pepe para su autógrafo. Le felicité. Atajó rápido el tema y dio todo el crédito a Rentería y dijo “sólo lo apoyé y facilité la producción de esas conversaciones”. Prácticamente todas esas voces se escucharon primero que nada en la estación de “La música que llegó para quedarse” algunas de ellas ya pasaron por el poder, y otras están hoy mismo al acecho de él. Vale decir que la 620 de AM de la zona metropolitana fue la primera estación en transmitir música en inglés y la primera también en difundir la obra de los Beatles en el lejano 1962. Pepe conoció mi proyecto de hacer un monumento a John Lennon como los hay en muchas ciudades del mundo. Generoso y divertido por la idea, como siempre de inmediato me ofreció su señal para desarrollar un programa de radio de apoyo.

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En reuniones en Rasa, Pepe tomaba nota de sugerencias de programas, series y películas que estaban de moda. Siempre a la siguiente comida platicaba sobre esos programas y la mayoría de las veces agradecía la recomendación. Se fue espaciando su presencia no por una razón de salud. Ya se la vivía en Morelos en donde en sus inicios fue la siembra del tomate, luego la siembra de nochebuenas y de orquídeas para al final agregar también el cultivo de palmas del que ya se había vuelto experto. Tendría unas diez mil palmas de todos tamaños y especies, algunas de mucha altura. Predijo la muerte de la mayoría de esas plantas sembradas en la CDMX que aseguraba ya estaban contagiadas de un tipo de gusano que las come desde su interior. Eso predijo sobre la que vivió décadas en la Glorieta de la Palma en el Paseo de la Reforma.

Hace algunos años invitamos a la reina mexicana de la belleza mundial a Rasa. Invariablemente acudía a todas partes acompañada de su papá o su madre. Tomamos el aperitivo en la sala, pasamos al comedor y al despedir a las invitadas me acerqué para susurrarle, “¿cómo ves Pepe está muy guapa no?” le pregunté; “sí cómo no, aunque la hija también es bonita” me dijo. ¡Casi no le quitó la vista a la señora madre y no a la super reina de belleza mundial que todo mundo alababa!

José era un buen charlador. Platicaba muy sabroso y siempre tenía un dato o una anécdota que sazonaba su charla. Me pidió alguna vez que cuando invitáramos al Doctor José Narro, ex rector de la UNAM no dejara de avisarle con tiempo para que programara sus cosas del campo y estuviera en la comida. Disfrutaba mucho la charla de su tocayo Narro; los acompañantes disfrutábamos de esas conversaciones con los dos Pepes en la mesa. Los señores Laris invariablemente se colgaban año tras año la medalla de mejores anfitriones y grandes amigos del medio. Su proverbial cocina casera creo fama entre todos los convidados

Durante varios años departimos en almuerzos cuyo pretexto era ver la final de la Champions que se celebra los sábados por la noche en Europa y que por la diferencia horaria nos caía aquí al mediodía. Los señores Laris invitaban a opíparos almuerzos aunque los convocados en su mayoría no fueran fanáticos del futbol. Lo hicimos también en los juegos del Tri en Mundiales. A esas citas llegaban amigos de la infancia de Pepe y Lalo, y antiguos colaboradores que atesoraban la amistad de los dueños de Rasa. Siempre sentaban a la mesa a muchos de sus colaboradores que antes que nada eran sus amigos. Antonio Morales fue el mejor ejemplo de gran colaborador y amigo de la familia por muchos años. Abrazo grande a Toño. Pésame para Sergio Sheridan socio y gran amigo de los señores Laris. De este pésame le toca también una parte a Alfonso Legorreta, a Juan José Miró y a Gustavo Torrero, fieles todos al cariño y respeto por sus jefes.

José fue solidario y un buen creyente. En no pocas ocasiones se levantaba de la mesa anticipadamente pues tenía que visitar a un tío mayor o a acudir a la misa de algún familiar o amigo que como él se había adelantado. Tanto Pepe como Lalo se despedían muchas veces al final de los postres y reiteraban que “se quedan en su casa” y las comidas se prolongaban ya sin anfitriones lo que subrayaba su don de gentes y su generosidad que era incapaz de interrumpir las amenas discusiones de sobremesa.

En su Ticumán era también asiduo asistente a la misa dominical en la capilla del fraccionamiento. Su relación con la autoridad municipal era muy buena pues no se limitó a comprar tierras sino también acordó contratar a personas de la comunidad que trabajaran con él los proyectos e inclusive beneficiar al municipio apoyando algunas de sus obras locales. Era muy querido por sus vecinos en esa su segunda tierra a la que sólo llevó beneficios desde su primera decisión de invertir sus pesos por ese rumbo.

Se fueron con Pepe esos momentos gratos, sabrosos y sinceros de una amistad de décadas que honran a José Laris como el hombre de bien, ameno y generoso que confirma la estirpe –repito- de ser la familia más querida y respetada de todos los radiodifusores de México en donde la honestidad y las buenas maneras sellan a todos. A sus doloridas hermanas y hermanos, a Gaby su viuda, y a sus hijas, y que hoy lloran su partida pero que también estoy seguro le sonríen diciéndole muchas, muchas gracias Pepe. Buen viaje.

*Director General de Factor D Consultores

La Jornada Morelos

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