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En el centenario de su nacimiento, Judith Reyes vuelve a resonar en las memorias y los cantos de aquellos que aún creen en la lucha por la justicia. Este fin de semana la historiadora Liliana García Sánchez, presentó el libro “Cantar del Fuego: Judith Reyes (1924-1988)”, un libro que conmemora cien años de su legado. En esta obra, Liliana profundiza en la vida de la cantautora y su trayectoria como activista. En sus páginas nos ofrece una recopilación de estrofas y anécdotas que forman parte de la historia de los movimientos sociales que atravesó el país en las décadas de 1960 y 1970.

La cita fue en la célebre librería La Bigotona, dentro de la Plaza Moctezuma en el corazón de la ciudad. Acompañada por Oralba Castillo y Raúl Silva, la autora conversó sobre la inquebrantable postura política de los versos de Judith. Versos que se escucharon de las voces de los músicos: Arturo Torres “El Churro” y Eduardo López “El Guajolote”.

La mujer en la izquierda

Originaria de Tamaulipas, Judith Reyes, de quien se ha hablado ávidamente en este periódico, fue una mujer tenaz y una de las figuras más emblemáticas de la lucha civil y la canción de protesta en el México insurgente de mediados del siglo XX. Desde temprana edad, su voz resonó en las luchas populares, destacando como cantante, compositora y periodista. A pesar de las limitantes por la cultura patriarcal de su tiempo, Judith dejó en claro ser una mujer revolucionaria, auténticamente congruente con los principios del activismo social.

Oralba Castillo, colaboradora de La Jornada Morelos, abrió la presentación compartiendo su trayectoria en la militancia de la izquierda radical y cómo su paso por la Unión de Comuneros Emiliano Zapata (UCEZ) la llevó a conocer a la mujer que, hasta sus últimos días, defendió el derecho a la rebeldía. “Su misma presencia era una revolución”, afirmó al recordar cómo Judith Reyes desafiaba el rol tradicional de la mujer dentro de los partidos de izquierda. “Pese a que la lucha era la misma, a nosotras nos seguían relegando a tareas como preparar el café, mientras nuestros compañeros varones lideraban las asambleas y participaban en las estrategias intelectuales”, señaló Oralba. Fue Judith quien le hizo ver las contradicciones dentro la izquierda en la que estaban militando: “yo venía de un movimiento donde se criticaba a la mujer si se pintaba las uñas, dónde salirse de los cánones de la militancia implicaba que se te consideraran menos”. Oralba explora este tema a profundidad en su libro Revolución en Tacones (2018).

La conciencia política de Judith Reyes resultó clave para entender el papel de la izquierda radical. Oralba recuerda que, en un evento de conmemoración por la muerte del Che Guevara, la figura de Toñita, la guerrillera, no fue considerada, ni la de ninguna otra mujer. Fue Judith quien le hizo ver las fallas de una militancia que, a pesar de su discurso de justicia, seguía invisibilizando a muchas mujeres en la lucha.

Canto de fuego

Raúl Silva, quien igualmente colabora en las páginas de este medio, en su intervención, agradeció la reconstrucción de esta historia, símbolo de la rebeldía y la posibilidad de hacer un México diferente. Leyó un texto inspirado en el libro Cantar De Fuego, en el que recordó cómo Judith escribía sobre lo que veía: los problemas del pueblo y las preocupaciones de la gente. Sus letras, dijo, tenían sabor a historia y espíritu de lucha. La canción de protesta mexicana señaló Silva, es historia oral, testimonio vivo: “La revolución es ahora, no hay que esperar a que pase”.

Judith entendía que el folclor y la canción ranchera muchas veces distraían a la sociedad de la miseria en la que vivía. Su música, en cambio, cantaba la historia actual, la de los campesinos y los desposeídos. Sus letras, en palabras de Raúl, capturaban el pulso del corazón mexicano, terco en su negativa a regalar montañas, ríos y tierras. “Para ella, la canción debía despertar conciencias, incitar a la acción, defender la identidad que nos da la tierra y resistir la injusticia”, puntualiza.

Raúl también recordó un pasaje del libro donde aparece un testimonio de José Revueltas: “El precio de la libertad siempre se paga”, le dijo el maestro a Judith, tras los sucesos del 68; a lo que ella responde “Nosotros pagaremos con nuestras canciones, pero el pueblo pagará con su lucha”.

Cantar con el alma es un acto de rebeldía

Liliana García, autora del libro, continuó relatando cómo a pesar del reconocimiento nacional, la Tamaulipeca renunció a la fama para convertir su música en una herramienta de denuncia: “Sus versos, considerados crónicas de la injusticia, retrataron la resistencia civil y las demandas de la clase trabajadora ante los abusos de poder”. Bien se sabe que se alineó con movimientos populares y campesinos, apoyando luchas como la de los ferrocarrileros, los médicos y los estudiantes de 1968. Sus canciones fueron censuradas por el gobierno y sufrió persecución política, lo que la llevó a vivir en la clandestinidad por un tiempo, a pesar de la represión, dejó un legado musical combativo y comprometido con las causas populares.

En el libro, Liliana refleja la perspectiva sobre la música y su papel en los movimientos sociales, que tanto caracterizó a Judith Reyes: “Judith dejó claro que, para ella, la canción no era un simple entretenimiento, sino una herramienta política de acompañamiento y lucha”. “Para Judith la música era más que un espectáculo para entretener, la música era hacer política, ella no quería hacer un show, quería hacer política”. continua Liliana: “su visón de conectar con las masas no radicaba en el éxito comercial o en llenar auditorios, que parecía ser la única vía para un cantante; ella tenía muy en claro lo que significaba vincularse con la gente: era luchar junto a ellos a través de la canción”.

¿Por qué recordar el canto de protesta?

Liliana destacó que el libro La otra cara de la patria, la autobiografía de Judith Reyes escrita durante su exilio en Italia fue una de las principales fuentes para reconstruir su vida, además de las entrevistas que realizó a sus hijos y familiares regados por diferentes estado de la república. La autobiografía, dijo, revela la capacidad de Judith para abordar tanto la furia como la ternura, características que la definieron como artista y militante. “No podemos entrar al convulso siglo XXI sin conocerla a ella”, comentó, resaltando la capacidad de Judith para ser tierna y sencilla sin perder poder ni convicción. “Es asombroso”, añadió, “el giro que decidió dar a su vida; pudo haber sido famosa, pero usó su canto para una causa social, para contar, la otra historia de México, la otra cara de la canción popular. Para ella, los corridos debían tener nombres y apellidos, y reflejar las luchas de los maestros rurales, las luchas latinoamericanas y hasta la guerra de Vietnam. “Su música fue una oda a su patria, que amplió a dos tierras: la de su México natal y la de su compromiso político”, agrega.

Escuchar la memoria histórica, es reconstruir nuestra identidad

Entre los discos más representativos de Judith Reyes se destacan los corridos sobre el movimiento estudiantil de 1968, cuyas letras se consideran una crónica documental de ese trágico suceso. En un momento en que la mayoría de los medios se mantenían en silencio ante lo que sucedía, y en medio de la feroz represión política de Echeverría, las canciones de Judith desafiaron el miedo y denunciaron la cruel realidad del terrorismo de Estado. Este compromiso la llevó a formar parte de los músicos prohibidos y censurados, dejando su influencia en las siguientes generaciones de músicos y artistas simpatizantes con la lucha social. Su obra está impregnada de una profunda carga histórica que depende de la interpretación del público y, sobre todo, de su capacidad para conservar en la memoria colectiva el impacto de los hechos tan desgarradores de los movimientos sociales como el de 1968, los cuales son parte fundamental de la historia del país.

Hoy, la memoria de Judith Reyes nos recuerda la importancia de rescatar la memoria de esas heroínas mal recordadas y que dieron voz a la lucha social. Cómo Judith que utilizó las canciones como un arma política, como un llamado permanente a la acción y la conciencia social.

La velada terminó con una profunda reflexión de Liliana García Sánchez: “No fue una mujer abnegada, sino una mujer combativa que supo ser política de manera entrañable. Espero que más mujeres se inspiraran en figuras como Judith y otras mujeres que, a pesar de la adversidad, lograron destacar en México. Quiero que este libro sea una herramienta para que los jóvenes puedan formar sus propias opiniones”.

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Jazmin Aguilar