—¡Que viva la paz! ¡Que vivan los Juegos Olímpicos!—, alguien gritó con sarcasmo y se oyó una carcajada. El cielo de la tarde estaba tranquilo, las palomas iban a posarse en los aleros, cuando de repente todo fue confusión. Nadie sabía qué estaba pasando. Los tanques de guerra llegaron por Reforma y luego se extendieron por las calles de Tlatelolco.
La Noche de Tlatelolco. Elena Poniatowska, 1971.
Aquel dos de octubre de hace 56 años es una fecha marcada a fuego en la historia y en la memoria de nuestro país y, a pesar de representar en su momento uno de los episodios más oscuros en la relación de la ciudadanía mexicana con su gobierno, tuvo brillantes frutos que vale la pena recordar.
En 1968, por la guerra fría y la de Vietnam, el mundo atravesaba una crisis en el que se cuestionaba el sistema político de diversas naciones, en México la hegemonía de un partido único que había gobernado de manera ininterrumpida desde 1929, daba muestras de un ímpetu autoritario que sofocaba las voces disidentes y, a pesar de que el país experimentaba un crecimiento económico significativo —el llamado «milagro mexicano»—, este desarrollo no se traducía en mejores condiciones de vida para amplios sectores de la población. La desigualdad, el autoritarismo y la represión hacia cualquier forma de oposición política eran evidentes y sembraron la semilla que habría de estallar en la Plaza de las Tras Culturas.
Tras la brutalidad de los hechos del 68 continuaron los esfuerzos del gobierno por mostrar una paz y un progreso que no existía más allá de las apariencias y cuyo descontento se volvería a manifestar pocos años más adelante, aunque no con la violencia de Tlatelolco pues el 2 de octubre de 1968 ya se había convertido en un símbolo de lucha contra la impunidad y la represión estatal. Durante años, las familias de las víctimas, estudiantes, académicos y activistas mantuvieron viva la memoria de los caídos, exigiendo justicia y verdad.
El 2 de octubre de 1968 marcó un antes y un después en la historia contemporánea de México. Desde un punto de vista político, expuso las limitaciones y contradicciones del sistema autoritario del PRI, que durante décadas había logrado mantener un equilibrio entre el control político y el crecimiento económico. La masacre reveló las profundas fisuras en el régimen, particularmente en su relación con sectores críticos de la sociedad.
En las décadas posteriores, el movimiento estudiantil de 1968 inspiró a nuevas generaciones de activistas y movimientos sociales. La lucha por la democratización del país, que cristalizó en los años ochenta y noventa con la apertura política y la caída del monopolio del PRI en el poder, tiene sus raíces en la resistencia de 1968. Las demandas de transparencia, derechos humanos y justicia social que emergieron tras la masacre resonaron con fuerza en los movimientos opositores de las siguientes décadas.
Instituciones y leyes
Así, leyes e instituciones que vinieron después, no se entenderían sin el sacrificio de octubre del 68 y en la voluntad de los mexicanos de aprender de su historia. Aquellos sucesos tuvieron un impacto duradero en la vida política, social y jurídica de México, y aunque no se puede trazar una relación directa y exclusiva entre los acontecimientos y algunas reformas o instituciones específicas, muchas de las transformaciones que siguieron en las décadas posteriores estuvieron influidas por la conciencia social y política que surgió a partir de la represión estatal de ese día.
Sin embargo, la resonancia de Las Tres Culturas resuena en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), creada en 1990 que fue, en parte, resultado de las demandas de la sociedad civil por mayor respeto a los derechos humanos, después de años de represión estatal y violaciones de derechos como las ocurridas el 2 de octubre.
También, la Ley para Prevenir y Sancionar la Tortura (1991) para combatir el uso de la tortura por parte de las fuerzas de seguridad fue una de las prácticas denunciadas durante y después de los sucesos del 2 de octubre, tanto en la represión de los estudiantes como en la detención de los activistas.
Las reformas políticas de 1977 también pueden vincularse indirectamente con el movimiento de 1968. Esta reforma buscaba abrir el sistema político, históricamente dominado por el PRI, a otras fuerzas políticas y dar cabida a la pluralidad. Fue un reconocimiento de que el sistema autoritario que reprimió al movimiento estudiantil de 1968 no podía sostenerse indefinidamente.
En ese sentido, el Instituto Federal Electoral (IFE) -hoy Instituto Nacional Electoral (INE)- en un esfuerzo por garantizar elecciones más transparentes y justas. Aunque esta institución fue resultado de un proceso largo de demandas por democratización que se fue gestando a lo largo de las décadas, puede verse como una respuesta a la deslegitimación del régimen del PRI, que comenzó a erosionarse significativamente con la represión del 2 de octubre.
Asimismo, la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental (2002), el movimiento de 1968 y los esfuerzos posteriores por esclarecer la verdad sobre lo ocurrido en Tlatelolco contribuyeron a una creciente demanda social por la rendición de cuentas y la transparencia gubernamental. Esta La ley garantiza a los ciudadanos el acceso a la información en poder del gobierno, lo que ha sido crucial para el esclarecimiento de hechos históricos como los de 1968 y otros momentos de represión.
También se pueden incluir las Reformas Constitucionales en Derechos Humanos de 2011, que fortalecieron los derechos humanos en México, estableciendo que los tratados internacionales en esta materia tenían el mismo nivel que la Constitución. Estas reformas también incluyeron el principio de que todas las autoridades del país deben promover, respetar y garantizar los derechos humanos.
Y la existencia de las Comisiones de la Verdad pues el impacto del 2 de octubre también se ha visto reflejado en la creación de diversas Comisiones de la Verdad para investigar violaciones de derechos humanos en México.
La masacre de Tlatelolco es un episodio trágico, pero también un punto de inflexión en la historia de México. Aunque el movimiento estudiantil fue brutalmente reprimido, su legado persiste en las luchas por la democratización, los derechos humanos y las libertades civiles. El 2 de octubre de 1968 no solo nos recuerda el costo de la represión estatal, sino también la capacidad de resistencia y de lucha por un México más justo y libre. Ese es el legado que no debemos olvidar.