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La felicidad (2ª. y última)

Autor: César Arenas*

 

 

Volvemos al tema de la felicidad. No pensaba hablar sobre ello nuevamente, pero recibí tantas buenas reacciones al compartir la pasada publicación que resultó natural darle una nueva mirada y recorrer algunas de las ideas que surgieron con la retroalimentación de los lectores.

 

Por ejemplo, la mayoría reconoció que, al depender de múltiples factores, la felicidad es relativa. Por lo tanto, no existe un modelo de felicidad que pueda ser común ni mucho menos permanente para todas las personas. Solo Aldous Huxley se atrevió a imaginar cómo sería una sociedad “perfectamente” moldeada.

 

En su novela de ciencia ficción Un mundo feliz, Huxley nos muestra los dilemas de un mundo que ha logrado resolver las necesidades humanas y acondicionar a las personas, incluso antes de su nacimiento, para alcanzar la felicidad bajo los estándares de esa sociedad futurista.

 

Los problemas surgen cuando una persona (“salvaje”) que nació y se desarrolló fuera de las ciudades (“civilizadas”), cuestiona el control de las emociones, los deseos y la libertad de las personas. Al final, el libro sugiere que, a pesar de todo el bienestar material que pueda ofrecerse, la felicidad no puede imponerse ni alcanzarse moldeando la conducta humana por terceras personas (en este caso, por el gobierno).

 

Esto me lleva a otro de los aspectos comentados: que la felicidad depende de nosotros mismos. Si bien reconocemos que no existe un modelo único para todos, lo que sí existen son herramientas comunes que ayudan a las personas en su diversidad para recorrer su propio camino hacia la felicidad. 

 

Aquí comienzan las diferencias, porque algunos entienden la felicidad como la capacidad para disfrutar las cosas que tenemos, las circunstancias y eventos que se nos presentan, o la compañía que nos rodea; y otros, al establecer múltiples objetivos para alimentar permanentemente los momentos felices.

 

Lo anterior sugiere que no es lo mismo sentirse feliz, que vivir feliz, pero no pretendo discutir si estas formas de entender la felicidad tienen que ver más con la idea de aceptación, resignación o una carrera de obstáculosinfinita. El hecho es que no estamos acostumbrados a entender la felicidad como una responsabilidad. 

 

La filosofía budista considera que ser feliz implica seguir un proceso integral de trabajo interno constante que involucra la conducta, los estados aflictivos, el amor y la sabiduría.

Al respecto, los datos sugieren una cierta correspondencia con esa recomendación, ya que de acuerdo con la encuesta de bienestar subjetivo (INEGI, 2012), las personas que se auto-reportaron tener mayores niveles de felicidad contaban con un ingreso medio-alto, tenían un grado de escolaridad superior a la educación media, vivían en pareja y se caracterizaban por su edad joven (18 a 44 vs 45 a 70 años).

 

En otras palabras, las personas trabajaron durante años su conducta, estados aflictivos, amor y sabiduría. Este grupo de personas han sido responsables de lograr una mayor formación educativa, estabilidad económica y una vida sentimental en pareja; además, de contar con una motivación positiva que generalmente se asocia a la juventud. 

 

La felicidad es relativa, sí; pero, implica una responsabilidad para trabajar internamente y usar las herramientas necesarias para mejorar positivamente nuestra energía vital.

 

 

* Investigador en ciencias sociales.

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