Inda Sáenz
Graciela y Guillermo Monroy en manifestación en el Zócalo (años cincuenta), 2023. Temple sobre lino, 120 x 91 cm.
María Helena González*
1.
Dice Vicente Quirarte: “Suntuoso y femenino, pesado como el mármol blanco que lo recubre, paradójicamente ligero como la nube o la espuma monumental de las cuales parece construido…el de Bellas Artes es un palacio en el que nadie vive pero que todos vivimos. Sus reyes sucesivos son artistas que lo justifican y fortalecen, lo transforman y reviven. Sus sostenedores, un público tan exigente como agradecido, tan necesario como la tripulación que, en todos sus niveles y responsabilidades, permite la marcha de un barco cuyas navegaciones ya son parte de la historia… Es arena de combate donde artistas de todas las armas demuestran que son dignos de ejercer con altura el escenario mayor; taller permanente en el que todos, de una u otra manera, nos hemos formado; estación final donde se rinden merecidos honores a quienes mejor han sabido expresar anhelos colectivos”. Tal es el caso del Maestro Guillermo Monroy Becerril, gracias por permitirme expresar las siguientes ideas sobre él en esta honrosa ceremonia.
Hace poco más de tres años, me tocó encabezar la curaduría de una exposición pensada para el Centro Cultural Jardín Borda ubicado, como ustedes saben en Cuernavaca, ciudad en la que vive el Maestro Monroy. Para tal efecto revisamos, guiados por Guillermo Diego su hijo todo el material disponible en su casa, perfectamente ordenado en gavetas y cartapacios. El reto desde el primer momento fue rescatar al artista de la fama que le precedía.
Y es que la historiografía del arte es necia, al paso de los años se ha insistido en presentarlo casi exclusivamente a partir de la tutoría que ejerció Frida Kahlo sobre aquel grupo de jóvenes con quienes viajó en el tren de la utopía. Me refiero a Fany Ravel (nacida Ravinovich), Arturo García Bustos, Tomás Cabrera, Arturo Estrada, Lidia Briones y Ramón Victoria. Pero como he dicho, para hacerle justicia hay que ir más allá, incluir no sólo su quehacer político, sino mostrarlo como profesor, ideólogo y sobre todo como un gozoso experimentador plástico.
Dicha senda incluye por supuesto su paso por la devoción zapatista. Una vez instalado en la capital morelense, en el año 1961, Monroy inyectó la sed de justicia y ánimo de cambio social dentro y fuera de las aulas a los alumnos del Instituto Regional de Bellas Artes de Cuernavaca, aquel IRBAC que luego daría paso al Centro Morelense de las Artes. De su mano se formaron varios de los artistas que a su vez fueron maestros, pero no insistiré en ello, quiero más bien hablar de la voluntad autopoiética que anima su obra, esa que lo inscribe en las derivas de las vanguardias históricas por la vía de la creación libérrima.
2.
¿Qué es ser un pintor moderno? ¿En dónde termina la modernidad y comienza el arte contemporáneo? ¿Guardan el mismo valor los ejercicios, que las obras de intención para museo? ¿El erotismo es un disparador de ideas igualmente vigoroso a cualquier edad?
Sobra decir, que el erotismo y las piezas abstractas son dos de los 11 núcleos de aquella muestra que más llamaban la atención y al abordarlos respondemos en parte a estas preguntas. La cuestión es simple: los saturados coloridos y los vibrantes dibujos de Monroy transmiten una concepción muy particular de la condición humana. Lo erótico es para él lo “decible” mediante el lenguaje de los sentidos. Interpretación que coincide con lo que me dijo un día: “el erotismo mexicano está presente de manera pura y potente en los baños públicos”. De la mano del erotismo, que es pulsión de vida, transitó con elegancia para pasar luego, de manera natural a la abstracción que se traduce para decirlo simplemente en forma y color liberados de narrativas.
“El erotismo es la cultura del sexo; la multiplicidad, su esencia”, dice la crítica de arte Ingrid Suckaer en “Erotismo de primera mano” (Praxis, 2011) y acto seguido, influida por Georges Bataille, especialista en estos asuntos, encuentra tres grandes rubros en los que podrían dividirse, grosso modo, las expresiones eróticas de la plástica mexicana de los siglos XX y XXI: el deseo, los sentimientos y lo sagrado.
Toda obra de tono erótico persigue la permanencia del ser, pero en su infinita variedad, dicen los expertos, aluden al cuerpo en comunión consigo mismo o con la otredad. Sobra decir, que estas pulsiones van acompañadas de creencias, prácticas sociales e identitarias, intereses espirituales e influencias artísticas.
En este sentido, hay que señalar que algunas piezas del corpus erótico de Monroy evocan, en un primer momento, la idea de lo místico, a la manera de algunos orientalismos, pasan luego por la lectura del objeto antropomorfizado y derivan en la búsqueda plástica del acoplamiento de las formas y la armonía colorística.
En Monroy no son el desnudo femenino, el cuerpo cargado de sensualidad, o el atrevimiento lo que debemos aquilatar, sino la composición, coincidiendo en este punto con el interés que muestran muchos de sus dibujos abstractos, a los que con libertad podemos llamar “divertimentos”. En Estética se dice que un “divertimento” aparta la mente de las preocupaciones y está motivado por la idea de producir una agradable impresión.
De ahí que podamos decir que su obra no le ofrece dificultades técnicas o de comprensión al espectador. Elude sabiamente los agotamientos a los que llegaron otros creadores influidos por la liberación sexual de los años sesenta. Pródigo en energía, Monroy triunfa sobre el instinto de muerte que se posa sobre muchas expresiones de la plástica contemporánea.
Concluyo diciendo que es un verdadero regalo que al tiempo que festejamos los100 cien años del pintor podamos hablar del imaginario de un hombre que sin dejar de lado la reflexión política echa mano del ímpetu del joven que descubre el mundo. Escuchémoslo recordando a sus compañeros de generación y prestemos oídos a su fina sensibilidad como aquel día durante la inauguración de su exposición, esa mañana de plena época de pandemia en la que levantando los brazos animó a la gente mientras se cantaba al unísono La Internacional.
Acaso sea esta la motivación necesaria para que podamos ver de nuevo su poética, el placer del ornamento y sus piezas abstractas. Esta es pues, la invitación para que las autoridades consideren que en este palacio se exhiba el trabajo de quien hoy es tan altamente galardonado.
*helenagonzalezcultura@gmail.com
María Helena González y Guillermo Monroy. Foto: Cortesía