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Contra todo pronóstico, Araceli del Socorro Lobera Medina sobrevivió a un parto prematuro, perdió a su hermana gemela, vio caer un helicóptero en su casa y, desde muy joven, eligió el camino del Derecho. Con más de 25 años de experiencia en el servicio público, hoy busca convertirse en magistrada laboral para llevar una justicia más cercana y sensible a las personas.

Araceli nació en Cuernavaca, en el hospital del ISSSTE, y desde entonces aprendió a luchar por la vida. Fue gemela, pero su hermana falleció a los 10 días. “Los médicos no creían que sobreviviría. Mi mamá me cargaba en una almohada porque no cabía en sus brazos”, recuerda. Unas semanas después del nacimiento sus padres se separaron.

Creció en Jiutepec junto a su madre, Araceli Medina, y su hermano Adrián. La ausencia paterna, nos unió más como familia. “Mi hermano ha sido siempre mi apoyo”, dice.

Su madre trabajaba en la mañana en la Secretaría de Hacienda Federal como asesora y por las tardes vendía productos por catálogos (Jafra), así logró sacarlos adelante.

Estudió en el Colegio Fray Juan de Zumárraga y luego en el Colegio de Bachilleres Plantel 02. En 1997, un helicóptero cayó en su casa. Ocho personas murieron. “Mi mamá siempre dice que el piloto le salvó la vida al levantar el vuelo antes de caer.” Al día siguiente, Araceli presentó su examen de admisión a la Universidad Autónoma del Estado de Morelos.

Hoy, tras una carrera sólida y sin compromisos políticos, Araceli es hoy candidata a magistrada federal en materia laboral. Con la boleta rosa en mano, apuesta por su experiencia, imparcialidad y compromiso con la justicia.

Una vida entre leyes y servicio público

Desde muy joven, Lobera Medina demostró que su vocación estaba en el Derecho. Después de presentar su examen de admisión a la universidad con nervios y la mente en blanco, logró ingresar a la UAEM. Ya con certeza sobre su carrera, Araceli comenzó a trabajar en un despacho jurídico antes incluso de comenzar formalmente sus estudios, gracias a la recomendación de su madre y su tío, el abogado Cesáreo Medina Ramírez, quien fue su mayor inspiración.

“Él fue un ejemplo para mí, siempre lo vi con admiración por su compromiso y por la pasión con que hablaba del Derecho”, recuerda Araceli, destacando que su primer acercamiento a la profesión fue en su hogar, donde creció rodeada de un profundo respeto por la justicia.

Mientras estudiaba, Araceli no dejó de trabajar. Durante su licenciatura en Derecho, combinó estudios y trabajo en el despacho, hasta que, a los 20 años, ingresó al servicio público en la Procuraduría General de Justicia el 1º de septiembre de 1999. Aunque su interés inicial era el área penal, fue el derecho laboral el que marcaría su trayectoria.

Su primer trabajo en el Fideicomiso Agua Hedionda, en Cuautla, la sumergió en las relaciones laborales, un campo que le permitió desarrollarse profesionalmente. “Me encargaba de todo lo relacionado con los contratos de trabajo y las negociaciones colectivas con el sindicato”, explica Araceli. Ahí comprendió el Derecho laboral desde adentro, en contacto directo con las dinámicas del mundo laboral.

Después de su paso por el Fideicomiso, Araceli continuó en el servicio público, trabajando en la Consejería Jurídica del Poder Ejecutivo de Morelos como abogada patronal. En esta etapa litigó ante juntas de conciliación y arbitraje locales y federales, siempre con la convicción de que su labor debía estar vinculada al servicio público, nunca al litigio privado.

Tras 15 años en el gobierno estatal, Araceli decidió dar un paso más y se preparó para ingresar al Poder Judicial de la Federación. Superó el exigente curso de formación de secretarios y, a pesar de que su ingreso formal no fue inmediato, su dedicación y esfuerzo fueron claros.

De servidora estatal a juzgadora federal

Estaba en plena rutina como subdirectora de Amparos en la Consejería Jurídica del gobierno estatal cuando Araceli recibió una pregunta que la sacudió: “¿Ya perdió el interés por ingresar?”, le dijo el magistrado Mario Roberto Cantú Barajas al verla rendir un informe. Su respuesta fue inmediata: no, el interés seguía, pero el camino era cuesta arriba. Habían pasado tres años desde que terminó el curso de formación para el Poder Judicial de la Federación y aún no lograba entrar.

Entonces vino la oportunidad: “Véngase. Hay una persona que pidió licencia. Véngase a cubrir un interinato”. Ese fue el impulso que necesitaba. Dejó atrás quince años en el gobierno estatal y se lanzó al ámbito federal. El 1° de abril de 2016 ingresó como oficial administrativa, justo el día en que todos los tribunales colegiados se volvieron especializados. Entró al primer tribunal colegiado en materia de trabajo. Desde entonces, lleva nueve años en órganos jurisdiccionales a nivel federal.

“La materia de amparo siempre me pareció la más noble”, cuenta. “Es el espacio donde las personas buscan la protección de la justicia federal. Sentía que tenía el perfil para estar del lado del juzgador, aportar desde ahí”.

La jueza que eligió esperar su momento

Araceli había llegado alto en el Poder Judicial Federal. Como secretaria de tribunal, solo un paso la separaba de ser jueza. Y cuando al fin le ofrecieron el cargo, tuvo que decir que no.

Todo comenzó en 2016, cuando entró como interina a un tribunal colegiado. Luego pasó por un juzgado de distrito, presentó exámenes, concursó y ganó el puesto de secretaria. En paralelo, en 2021, participó en la convocatoria para designar a las y los primeros jueces laborales de Morelos.

—Llegué hasta la etapa de finalistas —recuerda—, pero no me seleccionaron.

En enero de 2022 fue nombrada secretaria de tribunal. “Los tiempos de Dios son sabios”, pensó. Y lo fueron. En 2024, una resolución judicial anuló ese concurso, destituyeron a las y los jueces designados, y como seguía en la lista, la llamaron del Tribunal Superior de Justicia.

—Me notificaron que me habían designado jueza laboral.

Era el cargo que había buscado durante años. Pero el contexto era otro: tenía plaza base en la federación, ganaba el doble… y estaba embarazada de ocho meses.

—¿Y no podías tomarlo y pedir licencia?

—Podía, pero con audiencias diarias en Cuautla o Jojutla, no era viable.

Ya tenía dos hijos y ese embarazo, a sus 44 años, llegó en medio del duelo por la muerte de su madre.

—A los tres meses me enteré. Fue sorpresivo.

Renunció al cargo antes de tomar protesta. Presentó un escrito y declinó.

—Ya había logrado ser jueza. Pero no era mi momento.

No se arrepiente. Eligió su salud, su familia y la estabilidad. Sabe que en la vida —y en el Derecho— las oportunidades regresan.

Una mano, dos dedos, un juicio perdido… y una segunda oportunidad

La historia de Araceli está hecha de sentencias que han cambiado vidas. En su paso por el Poder Judicial, ha entendido que detrás de cada expediente hay una historia real.

—Recuerdo mucho el caso de un trabajador que perdió dos dedos en un accidente laboral —relata—. Cuando volvió, ya no podía hacer su trabajo igual. Lo hostigaron y lo despidieron.

El juicio lo perdió. Pero interpuso un amparo directo y el caso llegó a manos de Araceli. Ella lo revisó con enfoque de derechos humanos, normas internacionales y justicia social.

—Lo que correspondía era un ajuste razonable. La empresa no lo hizo. El juicio original no lo consideró.

Propuso conceder el amparo. El tribunal le dio la razón y se ordenó un nuevo laudo, esta vez reconociendo el despido injustificado. No solo se reparó un daño: se reconoció la dignidad del trabajador.

—¿Fue corrupción? —se le pregunta.

—No diría eso. A veces los patrones tienen mejores abogados y pruebas. Y los tribunales locales son muy formalistas. Les falta perspectiva.

Por eso se ha especializado: género, protocolos de la Corte, derecho laboral internacional.

—No basta con saber Derecho Laboral. Hay que prepararse.

Y entonces vino la reforma

La reforma judicial propuesta a nivel nacional —que contempla la elección por voto popular de juezas y jueces— cambió por completo el escenario. Araceli, con dos especialidades en derecho laboral, diplomados en seguridad social y un doctorado en la materia, no dudó.

—Yo levanto la mano —dice con convicción—. Esta es la oportunidad para aportar todo lo que he aprendido durante estos años, con esta preparación y especialización, a este momento histórico.

Aunque para muchas personas esta elección representa una posibilidad de tener un cargo público más, para ella implica una responsabilidad que conoce de cerca.

—Sé lo que significa proyectar una sentencia. Sé el impacto que puede tener en la vida de un trabajador o un patrón. Hay ocasiones en las que dices: “Aquí se violaron derechos humanos y esta persona debe ser amparada”. A lo mejor suena muy elevado, pero no sabes lo que representa.

Desde su escritorio en el tribunal en el que actualmente trabaja —el mismo al que aspira a dirigir—, Araceli habla con serenidad y firmeza. No improvisa. No especula. Tiene claro que no se trata solo de llegar, sino de sostener con conocimiento, ética y sensibilidad un cargo que impacta la vida de otras personas.

—¿Por qué no? —cuestiona—. Me he preparado muchos años, he demostrado que puedo ocupar un cargo así porque he trabajado desde abajo. No soy una juzgadora improvisada.

Para ella, esta elección no es una apuesta personal. Es la continuación de una historia construida con esfuerzo, estudio y decisiones difíciles. Una historia que, dice, aún tiene mucho por aportar a la justicia laboral del país.

Del estrado al voto ciudadano

Ajena a los reflectores y a la lógica de los partidos, Araceli del Socorro Lobera Medina ha recorrido durante años los pasillos del Poder Judicial con la convicción de que impartir justicia no es un acto de poder, sino de responsabilidad. Hoy, desde su experiencia jurisdiccional, busca convertirse en magistrada federal en materia laboral. No desde el respaldo de una estructura política, sino con el aval de su trayectoria y del voto popular.

—Me inscribí en los tres comités, como lo permitía la convocatoria —explica—. No podía postularme a distintos cargos, pero sí ante los tres poderes para el mismo. Y cumplí con todos los requisitos.

Actualmente, Araceli es candidata a magistrada federal en materia de trabajo, respaldada de manera inédita por los tres poderes de la Unión: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. En un proceso sin precedentes, el Instituto Nacional Electoral diseñó una boleta color rosa para las personas aspirantes a magistraturas. Ella aparece registrada con el número 07 en el distrito 2, que abarca 32 municipios.

—No soy una figura pública ni política —aclara—. No tengo cinco mil amigos en redes. Siempre he estado en mi oficina, estudiando, redactando proyectos de sentencia. Esta reforma me obliga a salir, a participar democráticamente, y lo hago con plena convicción.

Un perfil técnico frente a estructuras partidistas

Sus contendientes no han pasado inadvertidos. Algunos han sido candidatos a presidencias municipales o diputaciones. Tienen base política, respaldo de grupos y campañas bien articuladas. En contraste, Araceli representa una carrera judicial construida a pulso, sin vínculos partidistas ni compromisos externos.

—Eso nos pone en desventaja —reconoce—. Pero también evidencia un riesgo: se está permitiendo que personas sin experiencia jurisdiccional compitan para un tribunal. Incluso hay casos en que dos de las personas aspirantes tienen vínculos familiares. Eso compromete seriamente la imparcialidad.

La conformación de un tribunal colegiado exige que sus integrantes actúen con independencia. Cuando hay mayoría automática o nexos personales entre quienes lo integran, se pierde uno de los principios más elementales de la función judicial.

—Una magistratura no puede usarse como premio político —advierte—. Resolver con base en intereses particulares sería corromper la esencia del cargo. Juzgar debe implicar ética, técnica y conocimiento de la ley. Y, sobre todo, respeto a las personas.

Araceli está convencida de que el Poder Judicial debe abrirse a la ciudadanía, pero no a costa de su autonomía. Su candidatura no es una campaña de popularidad: es una invitación a devolverle dignidad y profesionalismo a la justicia laboral.

Desde la boleta rosa y con el número 07, su nombre representa una apuesta por el conocimiento, la independencia y la imparcialidad. Un perfil que, sin escándalos ni alianzas políticas, se ha construido con sentencias, no con slogans.

Araceli del Socorro Lobera Medina candidata a Magistrada en Materia de Trabajo

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Araceli, en 2012, celebrando su titulación en la Maestría en Derecho en la Universidad del Estado de Morelos.

Araceli, en 2004, acompañada de Cesáreo Medina Ramírez, participando activamente en una reunión con la Barra de Abogados del Estado de Morelos.

Araceli, en 2024, en espera de su tercer hijo, equilibrando con éxito la maternidad y su labor en la impartición de justicia; por su embarazo tuvo que declinar su nombramiento como jueza.

En 2025, como Secretaria de Tribunal.

Estrella Pedroza