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“De una manera verdaderamente divina, poseía una belleza y gracia tan raras, que cualquier cosa que hiciera era tan admirable como nunca se había visto.”

Giorgio Vasari (1511-1574)

“Leonardo fue el primero en enseñar la libertad en el arte. Nos mostró que todo era posible cuando el genio se unía al estudio constante.”

Eugène Delacroix (1798-1863)

“Leonardo fue como un hombre que se despertó demasiado temprano, en la oscuridad, mientras los demás todavía dormían.”

Sigmund Freud (1856-1939)

“Leonardo representa la máxima posibilidad del hombre, el hombre universal. En él todo estaba unido: la ciencia, el arte, la técnica, la poesía.”

Paul Valéry (1871-1945)

“Leonardo no fue tanto un hombre del Renacimiento como el primer hombre moderno.”

Kenneth Clark (1903-1983)

“Leonardo da Vinci es el mayor genio de todos los tiempos. Un hombre que lo sabía todo y que lo imaginó todo antes de que el resto pudiera siquiera soñar con ello.”

Salvador Dalí (1904-1989)

Germán R. Muñoz G.

El rosario de epígrafes no es casual, en él se muestra parte de la admiración que la humanidad le guarda al que considera su máximo genio desde mucho antes de su muerte y que continúa asombrado a artistas, científicos, literatos e historiadores. A Leonardo da Vinci uno de sus admiradores, y genio de la pintura por mérito propio, Rafael, lo personificó como Platón en uno de sus más célebres cuadros -La Escuela de Atenas, 1511- mientras confinaba su autorretrato en la multitud. De ese tamaño era el respeto que despertaba aún en vida.

Cada 2 de mayo se conmemora el aniversario luctuoso de Leonardo da Vinci (1452–1519), una de las figuras más complejas, fascinantes y polifacéticas de la historia. Su legado abarca el arte, la ciencia, la ingeniería, la anatomía, la arquitectura, la música y hasta la cocina. Da Vinci encarna el ideal del hombre renacentista, aquel que aspira a conocerlo todo y a trascender las fronteras del pensamiento de su tiempo.

El contexto de un genio

Leonardo nació en Vinci, una pequeña localidad cerca de Florencia, en el corazón de la Toscana, cuando Italia no era aún una nación unificada, sino un mosaico de repúblicas, ducados y reinos. Su vida transcurrió en un tiempo de transición entre la Edad Media y la Modernidad, en el apogeo del Renacimiento, un movimiento que revalorizó el conocimiento clásico y colocó al ser humano en el centro del pensamiento.

En este entorno de efervescencia cultural y científica, Da Vinci se convirtió en una figura singular: autodidacta, observador incansable, poseedor de una curiosidad ilimitada y dotado de una habilidad inigualable para unir arte y ciencia.

Como pintor, Leonardo dejó obras fundamentales del patrimonio artístico universal. La más célebre, La Gioconda o Mona Lisa, no solo destaca por la técnica del sfumato y la profundidad psicológica del retrato, sino por el aura de misterio que aún hoy despierta y que han querido copiar diversos autores, el propio Rafael entre ellos.

Otra de sus obras maestras es La Última Cena, mural realizado en el convento de Santa Maria delle Grazie en Milán. Esta representación no es solo una escena religiosa, sino una composición dramática, estudiada desde la perspectiva y cargada de simbolismo.

Sus aportes al arte no se limitan a sus pinturas. Leonardo investigó profundamente la anatomía humana para lograr una representación más fiel del cuerpo. Diseccionó cadáveres —algo inusual y más que arriesgado, por lo que sus descubrimientos usualmente los mantenía en secreto y no tuvieron impacto en la ciencia médica, que tardaría varios siglos en conocer lo que Leonardo ya había dibujado — y dejó obras como el célebre Hombre de Vitruvio, donde unifica proporciones matemáticas, arte y naturaleza.

Más allá del arte

Leonardo fue pionero en muchas áreas de la ciencia y la ingeniería. Sus apuntes están llenos de esquemas de máquinas voladoras, puentes, vehículos, mecanismos hidráulicos, armas y autómatas. Aunque muchos de sus inventos no llegaron a construirse -pues no eran funcionales o prácticos para los materiales de los que disponía Leonardo en sus tiempos-, sus diseños anticiparon avances de siglos posteriores.

En anatomía, realizó estudios precisos del cuerpo humano, elaborando más de 240 dibujos detallados del esqueleto, los músculos, el sistema vascular y los órganos internos. En hidrodinámica y geología, observó el flujo de los ríos, la erosión y la formación de fósiles. En óptica, estudió la luz, las sombras y la visión binocular, lo cual también aplicó a su técnica pictórica.

Leonardo escribía sus notas en escritura especular (de derecha a izquierda), lo que ha dado lugar a múltiples interpretaciones: desde que era zurdo hasta que intentaba proteger sus ideas, quizá adelantándose también a la noción del copyright.

El pensador del todo

Da Vinci no diferenciaba entre arte y ciencia. Para él, ambas eran formas de llegar a la verdad. Esta visión holística del conocimiento lo convierte en el precursor de lo que hoy llamaríamos pensamiento interdisciplinario. No estudiaba por utilidad práctica sino por un impulso casi espiritual: comprender la estructura del mundo y su belleza.

Su capacidad para asombrarse ante lo cotidiano —el vuelo de un pájaro, la espiral de un caracol, el brillo del agua— lo llevó a reflexionar sobre fenómenos que hoy explicamos con física, biología o astronomía. En ese sentido, Leonardo fue moderno antes de su tiempo, como apuntó Kenneth Clark.

Leonardo y la cocina: el arte del alimento

Leonardo da Vinci también se interesó por el mundo de la alimentación, no solo como necesidad biológica, sino como expresión cultural, estética e incluso mecánica. También dejó apuntes, bocetos y anotaciones que revelan su curiosidad en torno a la cocina, el proceso de los alimentos y su servicio.

Según algunas fuentes, durante su juventud en Florencia, Leonardo trabajó (junto con su amigo Sandro Botticelli) en una taberna. Más tarde, se dice que administró una posada en Milán llamada «La Enseña de las Tres Ranas de la Campana», junto a su discípulo Salai. Aunque no hay documentos oficiales que confirmen que abrió el primer restaurante en Italia, sus cuadernos sí incluyen ideas para menús, organización de cocinas, y hasta utensilios de cocina y servicio, lo que demuestra un interés genuino y técnico por este campo.

Tampoco inventó el tenedor (existente desde el siglo XI) ni la servilleta, pero hay registros que indican que promovía su uso por razones higiénicas y de decoro. Le horrorizaba que los comensales se limpiaran las manos en la ropa o en el mantel y propuso el uso de vasijas con agua para limpiarse los dedos.

Hay testimonios que indican que el artista sanitizaba su área de trabajo y el piso de la cocina, aunque los gérmenes no habían entrado al conocimiento de la humanidad.

También propuso el uso de utensilios especiales para cocinar distintos tipos de platillos, creó hornos más eficientes para cocinar la mayor cantidad de carne a temperaturas controladas.

Entre sus diseños para la cocina destacan: asadores giratorios automáticos impulsados por calor; prensas para pasta y masas; sistemas de ventilación de humo en cocinas y dejó varios bocetos de utensilios ergonómicos y recipientes para almacenar alimentos.

En cuanto a los productos gastronómicos, una anécdota interesante involucra al queso Montèbore, un queso tradicional de la región del Piamonte. Según la revista La Cucina Italiana, este queso —con forma de torre escalonada— fue seleccionado personalmente por Leonardo para el banquete de bodas de Isabella de Aragón y Gian Galeazzo Sforza en 1489. La elección no solo respondía al sabor, sino también al diseño: su estética arquitectónica se alinea con el gusto de Da Vinci por las formas proporcionales y armónicas. Gracias a este vínculo, el Montèbore fue rescatado del olvido en tiempos modernos por asociaciones de Slow Food.

También se dice que creaba verdaderas obras de arte con mazapán, obras que terminaban en los estómagos de los comensales después de deleitar sus ojos.

Algunos biógrafos señalan que evitaba la carne roja y que su dieta era ligera, basada en vegetales, lo cual ha llevado a especular si fue vegetariano por razones éticas, algo adelantado para su tiempo.

Leonardo pensaba que, si una vaca lograba vivir sana comiendo solamente hierbas, el hombre también podría hacerlo y así, le daba la máxima importancia a las ensaladas aderezadas con preparados y especias, en sus notas de cocina incluso se mencionan las propiedades medicinales de algunas plantas y valoraba la utilidad del anís, el tomillo, la salvia, el eneldo y la albahaca para remediar halitosis, jaquecas y hasta el hipo.

Y también fue un buen músico

Leonardo no sólo fue un amante de la música, sino también un intérprete talentoso. Según su primer biógrafo, Giorgio Vasari, Leonardo era un virtuoso del laúd, al grado de que, cuando llegó a la corte de Ludovico Sforza en Milán, fue recibido no sólo como pintor e ingeniero, sino también por sus dotes musicales. Vasari cuenta que Leonardo llevó consigo un laúd que él mismo había fabricado en forma de cabeza de caballo —una mezcla de arte, diseño e ingenio— y que causó sensación por su belleza y por el sonido armonioso que producía.

“Además de su belleza física, poseía una gran gracia en todos sus movimientos; sabía cantar con arte, improvisar versos, y tocaba tan excelentemente el laúd que superaba a todos los músicos reunidos.”, comenta Vasari en «Vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos».

Aunque no se conserva ninguna composición musical firmada por Leonardo, existen anotaciones y bocetos en sus cuadernos que revelan su interés por los principios acústicos y por el funcionamiento de los instrumentos musicales. Estudió, por ejemplo, la relación entre la vibración del aire y el sonido, y diseñó mecanismos que pueden considerarse prototipos de instrumentos musicales experimentales.

Uno de los diseños más curiosos es el de la «viola organista», un instrumento de teclado que combinaba principios del clavicémbalo y la viola de gamba. Aunque Leonardo no lo construyó, dejó dibujos precisos en su Codex Atlanticus. Este instrumento fue reinterpretado y construido por el músico polaco Slawomir Zubrzycki en el siglo XXI, quien demostró que el diseño era funcional y que emitía un sonido profundamente melódico, como un órgano de cuerdas frotadas.

Leonardo también reflexionó filosóficamente sobre la música. La consideraba una forma de conocimiento ligada a las matemáticas y a las proporciones del universo, pero también la definía como un arte inmaterial, superior incluso a la pintura por su capacidad de tocar directamente el alma.

Germán Muñoz