Lizette Arditti es conocida por su habilidad de trasformar la naturaleza de su amado Tepoztlán en una experiencia visual y sensorial única, que ha plasmado en sus magníficas obras de acuarela, óleos y acrílicos a lo largo de 50 años de trayectoria. En su más reciente exposición que se exhibe hasta el cuatro de agosto; cada pieza es un testimonio del dominio de la artista sobre el lienzo, las texturas y el color, creando un diálogo silencioso pero profundo con el espectador.
Las paredes monumentales del Museo Morelense de Arte Contemporáneo Juan Soriano invitan a acompañar las piezas de arte que resguarda en cada sala; me encontraba entre la curiosidad de fisgonear por cada rincón del museo o dirigirme directamente a esa exposición que prometía deslumbrar a todo amante del arte contemporáneo: «Senderos Traslúcidos: Ayer y Hoy» de la talentosa artista Lizette Arditti.
“¿Se ve toda la exposición desde ahí?”, -sí-, contesté, “¿Me puedes tomar una foto que se vea todo?”, procedí a tomarla, “es que soy la autora…” me quedé atónita enfrente de aquella gentil mujer que se alejaba poco a poco, pasando los segundos de vacilo, bajé casi trotando, a su encuentro; al cruzar el umbral de la galería El Cubo, una atmósfera de serenidad y misterio se abrió a la par con esas imponentes puertas de cristal.
Empieza el sendero
– Disculpe, Sra. Lizette-, espero no molestarla, estoy haciendo un trabajo sobre su exposición, ¿le puedo hacer unas preguntas? -, con la misma serenidad que se sentía en la sala, ella respondió: “claro, me gusta platicar con los jóvenes, tienes suerte, estoy esperando porque me van a hacer una entrevista para la televisión”.
-En estos primeros cuadros el color crea escenarios diferentes, fuera de este mundo, diferentes en cada figura, como una experiencia diferente con cada pintura, empecé, “sí, esa es la finalidad, bueno, en cada cuadro te metes para tener una experiencia diferente, pero en específico esta sección tiene que ver con la estética de la técnica de la acuarela, esa característica de la abstracción, en esta propuesta tenemos dos momentos: lo que yo siento al contemplar la naturaleza y la interpretación del espectador al ver los paisajes, -como poesía visual- añadí, ¡exacto! estas son mis poesías visuales”.
El recorrido por la exposición fue un viaje entrañable, con esa música que acompaña la estadía en la sala era imposible no sentirse cautivada por la delicadeza de cada pieza, algunas flotando en el aire, suspendidas por hilos invisibles de creatividad y maestría.
–Estos de aquí parecen un planetario– proseguí, caminando a la par del trayecto que forman sus obras, “la idea de estos chiquitos fue, que cuando yo los estaba haciendo me di cuenta que a contraluz se veían por atrás y por adelante, entonces estábamos pensando en una manera de que justo pasara la luz a través de ellos, se me ocurrió la idea de traerme un árbol seco de mi casa, un gigante pino y arriba poner una nube de alambre para luego colgarlos, como si fueran los frutos del árbol, pero resultó que el árbol estaba toda apolillado y bastante maltratado, no era buena idea traerlo así al museo, entonces se nos ocurrió dejar la pura nube, pero luego resultó que era muy complicado colgarla, estaba por desistir de exponer estos bastidores; me dije, -bueno- ¿por qué no seguimos la misma línea de la sala, que de por sí ya divide un poco el espacio y los colgamos aquí? le dan muchísima vista, como atmósfera de gotas”.
¿quiénes son las personas de los retratos? Lizette responde que ya no hace más retratos: “los retratos son casi siempre de gente conocida y cercana, a veces familia. Mira, para hacer un retrato necesito estar en contacto con la persona que voy a pintar, porque, si no ¿cómo vas conectar?, sabes, tener esa cosa más interna que implica la figura, sí yo hago un retrato tuyo a lo mejor puede salirme, pero cuando me encargaban un retrato, yo pedía estar con la persona hasta 15 días interactuando, para capturar su esencia, saber cómo habla, que tono es su voz, que le gusta y a través de eso saber en qué contexto se quiere pintar a la persona, no precisamente tenía que estar inmóvil; entonces por eso muchos de estos retratos son muy personales, de la gente que me rodea. Este retrato es mi padre, pero las personas pueden ver lo que un padre representa para ellos, para ti, para quien sea que lo vea, el espectador tiene el control de la interpretación, para bien o para mal, son como ideas universales”.
La contemplación de la pequeña banca
En medio de la arquitectura moderna y minimalista de la Galería, una banca se sitiaba enfrente de la monumental pared repleta de cuadros que jugaban con la armonía del lugar, reflejando esa capacidad de Arditti para evocar emociones y sensaciones, – ¿usted eligió la curaduría de la sala? – le pregunté mientras reposábamos en la banquita, “Todo el proceso de la puesta fue muy interesante, es muy lindo trabajar con los jóvenes museógrafos, parecían como changos colgando los cuadros. sentía que poner una banca nos iba a permitir ver con más detalle alguna pintura, que alguien se detenga a preguntar, lo que pasa es que, es tan grande mi exposición, siento que vale la pena tener un lugar para que te sientes a contemplar”, mientras me contaba sobre el montaje, me era inevitable no quitar la vista de ese matiz de cuadros, “en esta parte de la exposición, están muchos de mis cuadros que he pintado a lo largo de mi vida, la idea fue romper con esta cuestión de poner cada cuadro en un soporte individual, en una linealidad, eso no va conmigo; pusimos los cuadros en grupos, los que formaban un conjunto por los colores, las formas, las plantas, etc. entonces cada conjunto cuenta una historia, pero no una historia de palabras, más bien una historia visual. Esta galería tiene un techo muy alto, por eso hicimos esto (el conjunto de cuadros), de hacer crecer para arriba las pinturas, en lugar de ensamblar la exposición horizontalmente”.
El arte para Arditti
«Para mí el arte es como un espacio contemplativo, es un espacio en donde, cuando tú estás frente a él, te olvidas del mundo exterior, te adentras en un mundo interno, en un mundo qué tiene que ver con eso que no se ve, pero que sentimos, el arte es como la vida misma, es un una cosa que sucede cotidianamente, sabes yo estoy diario pintando, ¿se ve verdad?, se escucha, el estar siempre en ese contacto, se genera un espacio en donde estoy totalmente concentrada, no en los elementos de la pintura final, ni pensando que papel van a jugar los colores o que idea voy a plasmar, siento que cuando pintas con una idea en mente esa idea termina ya no siendo la misma al final; cuando pinto se enciende un motor, digamos a una manera de seguir, un hilo que me lleva, se vuelve en un diálogo con la naturaleza que está adentro de mí, me guía, la misma pintura te va pidiendo cosas; tú puedes tener una idea de cómo quieres verlo o de cómo lo viste, pero la pintura misma te lleva por otro camino y entonces tú tienes que estar atenta; es lo mismo que pasaría en una composición musical o en un poema, si bien retrata cosas que tú sentiste o viste, al final de cuentas tú trastocas el lenguaje para decirlo a tu manera, el lenguaje que utilizo en mi obra es el color, el sonido, el tiempo, por ejemplo, en mis poesías visuales”.
La trasmutación de su pintura al lenguaje sonoro, poético y performático
Sentadas frente a frente, Arditti me seguía compartiendo su visión al montar la exposición, “la galería es muy grande, así que la dividimos en varios ejes temáticos, por ejemplo esta obra de cuadrados de colores estuvo concebida para hacer como una composición musical, ósea hacer corresponder los colores con una nota musical y después hacer una composición dependiendo de cómo los pusiéramos, por eso tenemos aquellas (señala la obra de la pared del fondo), este esquema digamos son diferentes maneras de acomodar estas piezas; le pedí a un músico que hiciera esas partituras, que las tradujera a música, el músico hizo un fragmento a razón de cada una de estas piezas, también hay una voz humana que armoniza, y eso es la música que están escuchando justo ahorita”. “Queremos hacer un concierto en vivo en la galería, a lo mejor iluminar las piezas para señalar las notas, que la iluminación nos valla guiando con la música, me gustaría que hubiera una bailarina que se inspirara en la melodía o un poeta que escriba lo que le inspira… aún está en proceso esa idea”.
Para la suerte de quién pudo asistir, la idea de Lizette se materializó en “Teñir el arcoíris” la transmutación de su obra en un viaje performático de luces y sombras, que se llevó a cabo a finales de junio, a cargo del compositor Eduardo Dyer en la música, acompañado por Estusha Grinberg en la voz, con intervenciones de la danza de Abril Gómez y lectura de poemas por Elena de Hoyos; la presencia de la artista Lizette Arditti añadió una capa adicional de profundidad al evento, invitándonos con la transmutación de su obra a perdernos en la desintegración de la natura en su arte.
A la sala entra el subdirector del MMAC Antonio Outón, quién la llama para hacer las pruebas de sonido, “ya vienen por mí, es hora de despedirnos, espero coincidir en otra ocasión con usted jovencita, es muy amable”, – le agradezco yo a usted su tiempo-.
Disfruta la exposición “Senderos Traslúcidos” Ayer y Hoy, de martes a domingo de 10:00 a 17:00, en la Galería El Cubo, entrada libre.