Cada 8 de marzo se conmemora a las mujeres y si bien es honorable el reconocimiento, es momento de reflexionar si realmente lo queremos o debiéramos hacerlo valer cada día. La lucha incansable de diversos grupos de mujeres es un síntoma de la necesidad de reivindicar nuestro rol en la sociedad actual, y esto difícilmente se consigue si no hay un reposicionamiento de raíz que nos lleve como humanidad a darle un legítimo lugar en la cotidianeidad de nuestros tiempos.
Ir a la raíz del asunto implica empoderarnos a partir de retomar actitudes y comportamientos que lo demuestren en cada interacción, reflejando así, autoestima, autoconfianza, empatía, comunicación asertiva, colaboración y genuino deseo de aportar valor al poner en marcha cualidades y talentos individuales, para que logremos marcar una diferencia con nuestra sola presencia.
Mucho hemos escuchado alrededor de la sororidad entre mujeres, y necesitamos entender y aceptar que ésta no se da de manera automática, sino que se construye a partir de respetar nuestras diferencias, apreciando la diversidad y entendiendo cómo ésta, nos faculta y nos abre posibilidades para superar la herencia patriarcal que por siglos se ha sostenido.
Tampoco podemos dejar de lado el aporte del género masculino, es justo el reconocimiento de nuestra complementariedad, lo que nos permitirá fortalecernos como sociedad en los diversos ámbitos, donde cada uno contribuye de forma distinta, sumando, multiplicando y potencializando los resultados.
Si como mujer estás convencida de que juntas podemos hacer una diferencia, como sociedad podríamos lograr una sinergia exponencial, apreciando y respetando lo que cada genero aporta en la construcción de un mundo más justo, con igualdad de oportunidades para todos. En nuestras manos está la posibilidad de acortar las brechas que hoy nos separan, de tender puentes y legar a las nuevas generaciones los cimientos de una sociedad más equitativa y en vías de seguir evolucionando.
Mari Carmen Urbina Romero