

Poesía y música son artes casi sinónimas. Aunque el tiempo y las clasificaciones hayan intentado separarlas, ambas son disciplinas sonoras cuya presencia acompaña las almas que suelen silenciarse para presenciarlas en toda su magnificencia, para que sirvan de alimento al cuerpo que, entonces, se mueve en un ritual construido por disciplina corpórea y libertad absoluta del espíritu al que hemos dado en llamar danza.
Más allá de cualquier estudio filosófico o estético, lo que Libertad Paredes en el baile, Vladimir Bendixen en canto y vihuela de arco, y Alonzo Esteban en la guitarra barroca, hacen en Con ansias en amores inflamada salí sin ser notada: la voz femenina en la lírica tradicional hispánica, es una construcción virtuosa de sonidos, voces y danzas que construyen conjuntos llenos de significados en los que la voz femenina emerge de lo oculto de una forma más traviesa (por su naturalidad) que clandestina.

El ensamble que se presentó este viernes en el Museo Robert Brady, fue presentado por Silvana Rabinovich, y después de su intervención, con la traducción e interpretación del capítulo uno del Cantar de los Cantares, los asistentes fueron deleitados con la plegaria del libro “Caminata por Cesárea” de Hannah Senesh.
Luego vino la pieza “En el mar hay una torre”, del cancionero tradicional sefardí, un recuerdo de los orígenes de las letras españolas que del mismo catálogo incluyó “Morenica a mí me llaman”.
Siguiendo la historia literaria, el ensamble interpretó “Romance de la serrana” del Cancionero de Romances; la lectura del discurso de la pastora Marcela, que Miguel de Cervantes Saavedra puso en el capítulo XIV de Don Quijote de la Mancha.
Miguel de Unamuno, el poeta más disciplinado de su periodo escribió Hay Ojos que Miran antes de 1936, sus letras fueron musicalizadas por Vladimir Bendixen para el séptimo número del concierto.

Y como Don Quijote de la Mancha es la piedra angular de la literatura hispánica, los ovillejos “¿Quién menoscaba mis bienes?”, incluidos en el capítulo XXVII de la segunda parte de la historia del Ingenioso Hidalgo, también musicalizados por Bendixen, fueron el octavo número.
Siguieron “Yo soy la locura” un poema anónimo del siglo XVIII, “Palabras para Julia” de Juan Goytisolo; “En perseguirme mundo ¿qué interesas?” de la infaltable Sor Juana Inés de la Cruz; el “Romance de la casada infiel” de Federico García Lorca; “Romance de la verde oliva” de Margarita Ferreras”, y el cierre a cargo también de la de Asbaje, Sor Juana, con el “Cantar del alma que se huelga de conocer a Dios por fe”.
Cada pieza musicalizada con impecable maestría e interpretada con la danza conceptual que, por si hubiera dudas, reforzaba cada significado, cada elemento de un discurso de presencia autonómica de la mujer en la historia, aunque hubiera a quienes no les gustara.
Vladimir Bendixen y Libertad Paredes en el concierto celebrado en el Museo Brady. Foto: La Jornada Morelos
El concierto recupera la presencia femenina en la lírica hispánica, una que se impone más allá de un tema, como una voz autónoma. Foto: La Jornada Morelos
La danza, la música y las letras formaron una colección de significados deliciosamente rebeldes. Foto: Cortesía
Vladimir Bendixen en la vihuela de arco y el canto. Foto: La Jornada Morelos
