La educación problematizadora
Uno de los componentes principales de la crítica efectuada por Paulo Freire (1921-1997) hacia la escuela fue formulado a través de una metáfora, con ayuda de la cual el pedagogo brasileño caracterizaba la relación entre el educador y el educando. La metáfora es la de la concepción bancaria de la educación, entendida como aquella en la que la o el docente deposita contenidos en la mente del estudiante, el cual, pasivamente, va acumulando información. En ese escenario en el que impera la actividad discursiva del profesor (a), se espera que los estudiantes almacenen un torrente de palabras, la mayor parte de las cuales pasarán al olvido, después de haber hecho uso de ellas para resolver el examen.
Convertido en un mero recipiente, el educando pierde progresivamente interés en aquello que el educador(a) le narra, trozos o fragmentos de la realidad desvinculados del entorno al que pertenecen, que es lo que les confiere sentido. La escena descrita se repite todos los días. Un cuasi monólogo sostenido por los docentes, el cual está referido a objetos o fenómenos de manera abstracta, provocando que las palabras escuchadas por los estudiantes comiencen a perder su valor, se vuelven huecas, carentes de significado. Quienes mayor docilidad tengan para almacenar los depósitos del “saber” serán los mejores alumnos. Presenciamos así un colonizaje en pequeña escala, en el que ese flujo de transferencias de información estéril desplegado por el profesorado, lo convierte no sólo en el que manda sino en el que sabe, por eso habla. Del otro lado, el alumnado obedece y se reconoce ignorante, por eso escucha y se subsume en una cultura del silencio. El aparato educativo, que es funcional al sistema imperante, constituye de ese modo el reinado de la enseñanza, en el que se reproduce en el aula la dialéctica hegeliana de opresor-oprimido, en este caso, educador-educando.
Aunque se gradúo de abogado, Freire consagró su vida a la educación, iniciando como profesor de portugués en escuelas secundaria. Después de obtener su doctorado en Filosofía e Historia de la Educación (1959), es invitado a trabajar en la Universidad de Recife en la que fue profesor de Pedagogía, teniendo a su cargo, además, la Dirección del Departamento de extensión cultural. En 1963 participa en la campaña nacional de alfabetización, en la que tiene oportunidad de echar a andar su propuesta educativa, consiguiendo alfabetizar a 300 trabajadores rurales en un mes y medio, haciendo uso de una concepción y metodología pedagógica novedosa, a la que conocemos como educación problematizadora, cuyas bases fueron elaboradas por Freire en su tesis doctoral. Para la educación problematizadora es imperativo erradicar la típica interrelación vertical opresora entre educador y educando, que es propia de la educación bancaria, reemplazándola por una de orden horizontal en el que el espacio sea ocupado por el diálogo y la reflexión de los participantes en torno a su propia realidad, su condición de ser y estar en y con el mundo, así como valorar las posibilidades de que su accionar individual y colectivo contribuyan a transformar las circunstancias en las que transcurre su existencia. Insertos en esta dinámica, las temáticas establecidas en el programa son revisadas y discutidas en el grupo, buscando ligarlas a la experiencia personal de cada uno de los involucrados.
La educación problematizadora impulsada por Freire fue llevada a cabo, indistintamente, en programas de alfabetización y en los distintos ciclos de la educación básica, medio superior y superior. Los aprendizajes significativos construidos por los estudiantes en cualquiera de sus escenarios fueron evidentes. No sólo habían aprendido a leer y escribir y a ejercitarse en el cálculo y demás saberes propios en cada nivel educativo. Habían aprendido, además, a leer los textos y contextos de los que está constituido el mundo.
*Integrante Casa de Estudios Sylvia Marcos-Jean Robert