La emergencia ambiental en Morelos
La emergencia ambiental en Morelos
Fleur Gouttefanjat[1]
Josemanuel Luna-Nemecio[2]
Si tuviéramos la oportunidad de hablar con los integrantes del Ejército Libertador del Sur de Emiliano Zapata, probablemente nos dirían que la belleza y fertilidad de las tierras de Morelos fueron motivos esenciales por los cuales lucharon por su restitución. En efecto, el estado de Morelos, conocido como la tierra de la “eterna primavera», siempre ha sido reconocido por la abundancia de sus recursos naturales.
Quienes transitaban por sus caminos hace un siglo quedaban maravillados ante la majestuosidad de sus ríos, cascadas, bosques y la gran diversidad de flora y fauna. La entidad también era un terreno fértil para la agricultura, donde gracias a la abundancia de agua y la calidad de las tierras, los campesinos cultivaban maíz, frijol, calabaza, chile, quelites, arroz, jitomate, y una vasta gama de flores y árboles frutales.
Aunque hoy en día aún persiste una parte de esa riqueza natural, una gran parte ha desaparecido. Las ciudades morelenses han crecido, y los bosques están al borde de la extinción; el agua escasea cada vez más y el territorio en su conjunto sufre distintos procesos de contaminación.
Este situación general es resultado de un acelerado proceso de urbanización e intentos de industrialización que ha marcado la historia ambiental del estado en las últimas décadas. Atraídas por la proximidad de Morelos a la Ciudad de México y su ubicación estratégica entre la capital y otros estados del país, diversas empresas se han asentado en parques industriales como CIVAC, el Parque Industrial de Cuautla, «Nustar» (o Ciudad de la Confección), Yecapixtla y el Parque Científico y Tecnológico Morelos. Dentro de este desarrollo destaca el auge de la agroindustria, que a través de mega granjas, viveros e invernaderos consume enormes cantidades de agua y agroquímicos para producir toneladas de hortalizas, flores de ornato y productos de exportación como berries, aguacate, nopal, jitomate y limón.
El crecimiento industrial y agroindustrial ha ido de la mano de una especulación inmobiliaria desregulada, con la sobreproducción de viviendas y el desarrollo de infraestructuras comerciales como plazas, campos de golf, hoteles, casinos y gasolineras. Estas dinámicas no solo encarecen la tierra y desplazan la actividad agrícola, sino que también aceleran una devastación ambiental cada vez más incuantificable.
El resultado es la creación de grandes corredores urbano-industriales, que tienden a fusionarse en lo que se ha denominado el «Arco Norte Urbano Morelense». Esto marca un claro predominio de lo urbano sobre lo rural en un estado históricamente agrario. Las áreas rurales se han reducido a pequeños espacios entre las crecientes manchas urbanas, lo que ha provocado procesos de descampesinización y marginación social.
Además, el territorio ha sido objeto de explotación minera, particularmente de empresas extranjeras como la canadiense Alamos Gold, que monopoliza el 25.1% del suelo estatal destinado a la minería. Estas actividades extractivas buscan minerales no metálicos, así como oro y plata, mediante el desarrollo de diversos megraproyectos extractivos de alto impacto ecológico, económico y socioambiental, como lo es la mina a cielo abierto que amenaza la seguridad de la población de San Agustín Tetlama, comunidad indígena de Temixco, así como a otras comunidades urbanas y rurales de Alpuyeca y Miacatlán.
A lo anterior se le debe de sumar los impactos ambientales, económicos y sanitarios que representa el intento de impulsar directa e indirectamente la industrialización de Morelos por medio del Proyecto Integral Morelos que, desde 2008, busca convertir a la entidad en un bastión de la producción de energía electrírca por medio tanto de la quema de gas natural que se importa de los campos de fracking de Estados Unidos, así como del uso desmedido de las aguas del Río Cuautla para enfriar las turbinas de la central termoeléctrica de ciclo combinado que se ha emplazado en la comunidad de Huexca (municipio de Yecapixtla) junto con un gasoducto y un acueducto que han hecho sonar las alarmas frente a la inmimente emergencia ambiental de la entidad.
Con lo dicho, puede darse cuenta de que la urbanización y la industrialización en Morelos representan una combinación, superposición, sincronización y sinergia de problemas que afectan gravemente al ambiente y la salud de la población. Pese a las promesas de los gobiernos sobre los beneficios de esta «modernización», la realidad para la mayoría de los morelenses ha sido un empeoramiento de sus condiciones de vida.
La deforestación creciente de zonas boscosas como Huitzilac o Tepoztlán no solo ha reducido los espacios verdes de la entidad, sino que, también, ha mermado la capacidad de recarga de los acuíferos, justo cuando la demanda de agua de las industrias y ciudades es mayor que nunca. Esta situación ha llevado a una escasez de agua en numerosas localidades, lo que afecta tanto a la población como a la agricultura. Además, el agua que se utiliza no es tratada adecuadamente, lo que ha provocado descargas de aguas residuales en ríos y barrancas, contaminadas con plaguicidas y químicos tóxicos provenientes de la actividad minera y agroindustrial, poniendo en riesgo la salud de la población.
A estos problemas se suma la producción masiva de basura, que se acumula en tiraderos a cielo abierto, rellenos sanitarios y barrancas sin regulación alguna. A diario se importa basura de la Ciudad de México, saturando los sistemas de recolección y favoreciendo negocios privados que buscan incinerar residuos para generar energía, sin considerar las consecuencias ambientales y sanitarias.
Por la interacción y sincronización de estos y otros muchos procesos de devastación ambiental, el estado de Morelos se enfrenta hoy a una verdadera emergencia ambiental que pone en peligro sus paisajes, biodiversidad, economía, salud y la vida de sus habitantes. En varias localidades se ha observado un aumento alarmante de enfermedades crónico-degenerativas como diabetes, insuficiencia renal y hepática, cáncer, leucemias, malformaciones congénitas y abortos espontáneos, todas ellas vinculadas a la degradación del entorno.
Ante esta situación, es evidente que Morelos atraviesa una emergencia ambiental con efectos devastadores para la salud de su población, generando además profundas injusticias sociales y ambientales. Por lo tanto, urge que los tomadores de decisiones dejen de permanecer indiferentes ante el grave contexto ambiental de la entidad; al mismo tiempo que toda la sociedad morelense debe enfrentar esta realidad, contando con un panoráma preciso de las problemáticas y caminos de acción posibles para reconducir el arribo a lo que sin duda sería un infierno ambiental para los morelenses.
Por tales motivos, en este primer número del suplemento Xoxoctic Morelos, buscamos ofrecer un panorama de los diversos problemas ambientales que aquejan a la entidad. Principalmente, se encontrarán notas sobre el carácter antiecológico que hoy día tiene el proceso de urbanización del territorio morelense; el problema de crisis hídrica que ha traido consigo la construcción de ciudades en Morelos; la contaminación generada por la producción masiva de basureros y rellenos sanitarios; el despojo y daños ecológicos y sanitarios ocasionados por la mineria a cielo abierto; así como los problemas que existen frente a la creciente deforestación del territorio morelense.
No nos queda más que invitar a nuestros lectores a reflexionar, a través de cada uno de las contribuciones que conforman este suplemento, sobre los principales desafíos ambientales que hoy enfrenta Morelos; pues consideramos que esta es pieza clave para el rescate de la riqueza ambiental y de la vocación agrícola de la entidad, ya que ambas dimensiones son centrales para el florecimiento humano de la población mexicana.
La voracidad antiecológica de las ciudades morelenses
Josemanuel Luna Nemecio
El crecimiento de las áreas urbanas en el estado de Morelos parece darse de manera caótica y sin dirección clara, especialmente porque no es secreto para nadie que la expansión de las ciudades en la entidad ocurre en franca violación de la política de desarrollo urbano que supuestamente las regula. Sin embargo, este desarrollo desordenado obedece a una lógica: la ley del valor mercantil, mediante la cual las empresas inmobiliarias especulan con las necesidades de vivienda de la población.
Este proceso de especulación urbana ha convertido a municipios como Cuernavaca, Cuautla, Ayala, Tepoztlán, Tlalnepantla, Temixco, Yautepec y Jojutla en los principales focos de inversión inmobiliaria. Estos municipios también concentran el mayor número de viviendas desocupadas y presentan los precios más altos por metro cuadrado de tierra. Por otro lado, los municipios de Xochitepec, Axochiapan y Jojutla destacan por su avance en la construcción de unidades habitacionales horizontales en terrenos ejidales, las cuales se sumarán a la oferta total de viviendas en el estado.
En este contexto, las zonas urbanas en Morelos ya no se limitan a las ciudades de Cuernavaca, Cuautla y Jojutla. Hoy en día, un complejo sistema de corredores urbanos se extiende por toda la entidad, conectando las ciudades entre sí. Aunque estas áreas urbanas están separadas geográficamente por localidades rurales o por la propia orografía del estado, existe una interconexión intrarregional. La articulación de estas áreas urbanas ha dado lugar a cinco corredores urbanos que se enlazan a través de las vías de comunicación y transporte que priorizan el uso del automovil privado en la entidad; contribuyendo, así, a la expansión de la mancha urbana en todo el territorio de Morelos.
La urbanización voraz del territorio morelense ocurre mediante la construcción de grandes unidades habitacionales, torres de condominios y fraccionamientos. Además, la construcción de las ciudades en la región ocurre por medio del emplazamiento de una infraestructura urbana destinada a atraer al turismo nacional y extranjero. A consecuencia de lo anterior, Morelos se ha visto repleto de casinos, hoteles, bares, restaurantes, balnearios y gasolineras.
Esto no sería necesariamente negativo si estos procesos de urbanización se realizaran de manera ordenada y con un criterio de cuidado al ambiente. Sin embargo, las afectaciones al ambiente producida por el sistema de ciudades morelenses, es permitida por la existencia de política urbana diseñada en medio de toda una serie de corruptelas entre empresarios y políticos.
En consecuencia, hoy en día podemos observar cómo es que la urbanización del estado de Morelos termina por generar una serie de efectos antiecológicos. Un ejemplo de ello es la pavimentación de áreas que históricamente contribuyeron a que la entidad recibiera el sobrenombre de «la eterna Primavera».
Otro ejemplo se tiene en los impactos negativos que la urbanización ha provocado en el ciclo natural del agua. El crecimiento urbano ha producido un aumento significativo en el consumo de agua, especialmente por los sectores turísticos, comercial, industrial y agroindustrial que acompaña, impulsa y retroalimenta el crecimiento desaforado de las ciudades. Además, no se puede ignorar el impacto negativo de las descargas de aguas grises y negras, que vierten diversas sustancias y materiales contaminantes en las barrancas, ríos, manantiales y apantles de la región.
La creciente deforestación de los territorios y la desmesurada generación de basura y residuos urbanos que desbordan tanto los rellenos sanitarios como saturan los basureros a cielo abierto que contaminan el agua, el aire y el suelo morelense, son parte de las problemáticas que hoy día han puesto en jaque que la población que habita o vista el estado, pueda disfrutar de un medio ambiente limpio.
La lista de afectaciones ecológicas de la urbanización de Morelos sigue acumulando toda una diversidad de externalidades que, desafortunadamente, se han visto traducidas en todo un complejo y grave abánico de injusticias ambientales. Sin olvidar mencionar que, en la entidad, se han agudizado las tasas de enfermedades crónico degenerativas, como la insuficiencia renal crónica, cuya prevalencia tiene una relación directa con la presencia de sustancias contaminantes.
Por todo lo dicho, es importante que como sociedad, a nivel local y nacional, nos organicemos para reverdecer las ciudades. Se deben de crear espacios democráticos de gestión colectiva de los territorios, cuya finaldiad sea la de diseñar e implementar un ordenamiento ecológico que, en primer orden, ponga sobre la mesa las verdaderas necesidaddes de habitat de la población. Al mismo tiempo que, como segundo lugar, se impulse la protección ambiental.
Lo anterior pasa porque los temas y problemas ambientales dejen de ser un elemento accesorio tanto de las políticas públicas, así como de los planes y programas de estudio de las universidaes y centros de investigación. El tema de darle un sentido ecológico a la construcción de las ciudades debe estar presente también en el día a dia de las y los ciudadanos, pues sólo como una comunidad consiciente de la necesidad defender el ambiente, así como de su capacidad de organización y transformación, se podría transitar hacia otras formas de urbanización desde la perspectiva de la vida.
Escasez y contaminación del agua amenazan el futuro de Morelos
Rafael Monroy-Ortiz[1]
En México, la crisis del agua afecta a dos terceras partes del país, impactando principalmente las regiones donde se genera la mayor parte del Producto Interno Bruto y donde vive la mayoría de la población. Esta presión hídrica se debe a la extracción masiva de agua para mantener la actividad económica y sostener las dinámicas de consumo al interior de las ciudades. Además, la sustitución de suelos agrícolas y forestales por áreas urbanas ha reducido considerablemente la capacidad de recarga de los cuerpos de agua superficiales y subterráneos.
El sobreconsumo de agua por parte del sector privado, la contaminación de los recursos hídricos y la falta de tratamiento de aguas residuales son problemas urgentes que debemos enfrentar. En este contexto, cabe preguntarse: ¿cómo ocurre la crisis del agua en el estado de Morelos? ¿Qué consecuencias ha tenido la sobreexplotación y contaminación del agua? A continuación, presento una reflexión sobre estas problemáticas:
Morelos ha experimentado un crecimiento urbano impulsado por la accesibilidad y conectividad de sus vías de comunicación regional, que facilitan la distribución de mercancías y el traslado de personas. Esto ha llevado a una expansión urbana cada vez mayor, impulsada por el sector inmobiliario, con poco o ningún control sobre el uso del suelo.
El proceso de urbanización ha afectado la capacidad de recarga de los cuatro acuíferos que abastecen a la entidad, en especial el acuífero Cuauhnáhuac. Además, el crecimiento de las áreas urbanas en Morelos ha incrementado la extracción de agua para abastecer al sector comercial e industrial, dejando en segundo plano el suministro de agua a las zonas más marginadas. Esto ha generado protestas sociales en municipios altamente urbanizados como Cuernavaca, donde la falta de agua es un problema constante.
La crisis del agua en Morelos no solo se limita a la escasez, también incluye la contaminación de ríos, apantles, ojos de agua, manatiales y barrancas. En la subcuenca del río Apatlaco se registran 311 puntos de descarga de aguas residuales provenientes de Cuernavaca. Se estima que el 85% de estas aguas no recibe tratamiento, debido a que las plantas de tratamiento operan por debajo de su capacidad o están fuera de servicio.
Además, la falta de un sistema de drenaje adecuado en Cuernavaca provoca que las aguas residuales se viertan en las barrancas, cuya escorrentía las lleva hacia el sur, donde se utilizan para el riego y cultivo de alimentos en varios municipios. Esto afecta la salud de los campesinos que trabajan con agua contaminada y de la población que consume los alimentos regados con aguas grises. La contaminación hídrica también ha afectado los ecosistemas, provocando la pérdida de flora y fauna y contribuyendo a la proliferación de enfermedades como el dengue.
Resolver el problema del agua es una tarea urgente, pero también compleja. Un primer paso es reconocer que Morelos enfrenta una crisis hídrica y que esta crisis tiene impactos ambientales y sociales graves. Estos factores deben convertirse en los pilares de la política ambiental, para crear instrumentos de ordenamiento territorial y programas de desarrollo urbano que aborden los diversos problemas relacionados con el agua en la entidad y poder avanzar hacia el rescate hídrico de la región.
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Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales y Estudios Regionales-UAEM ↑
La tragedia de la basura en Morelos
Maria Padilla[1]
La basura es una consecuencia destructiva de la urbanización que afecta tanto al medio ambiente como a la salud. En los años noventa, Morelos, al integrarse a la corona de ciudades alrededor de la Ciudad de México, vivió una urbanización salvaje, especialmente en su capital, Cuernavaca, extendiéndose rápidamente a otros municipios. Este crecimiento descontrolado impactó negativamente la gestión de los desechos.
Las áreas urbanas son las que generan más desechos, mientras que los basureros suelen ubicarse en comunidades rurales, causando efectos negativos para las poblaciones cercanas. Cuernavaca produce 400 toneladas diarias, Cuautla 199 toneladas, Jiutepec 140 toneladas y Emiliano Zapata 106.6 toneladas. En contraste, los municipios rurales e indígenas generan menos desechos: Xoxocotla produce 7 toneladas diarias, Coatetelco 4.4 toneladas y Hueyapan 4 toneladas. En términos per cápita, Cuernavaca produce 1.55 kg de basura por persona, mientras que Xoxocotla, al ser un municipio indígena, solo 0.25 kg.
La desigualdad social se refleja en los problemas ambientales, donde los sectores más pobres y rurales son los más afectados. Un ejemplo es el basurero a cielo abierto de Milpillas, ubicado en las tierras de bienes comunales de Tetlama. Este operó por más de 35 años, recibiendo basura de Cuernavaca, Jiutepec, Temixco, Xochitepec, Zacatepec, Ciudad de México y el Estado de México, sin ninguna regulación.
Este problema de la basura se hizo particularmente evidente en 2006, cuando los pueblos de Alpuyeca y Tetlama decidieron dejar de ser el basurero de la ciudad. El repique de campanas, anunciaba la resistencia de los pueblos, en donde se bloqueó la ruta de accesos de los camiones hacia el tiradero, así se obligó al gobierno a cerrar técnicamente el basurero y a realizar una biorremediación, pero que aún no se ha ejecutado. Esto expuso el problema de la basura a nivel estatal y nacional, destacando sus efectos negativos en la salud y el medio ambiente; y mostraba que, con la organización de los pueblos, se puede cerrar el basurero. El cierre colapsó a la ciudad de Cuernavaca por la cantidad de basura; por lo que se presentaron diversas protestas espontáneas, en ese contexto se logró una alianza entre los ciudadanos y pueblos en defensa del ambiente, teniendo su expresión en una gran marcha el 26 de octubre contra en defensa del ambiente y contra el mal manejo de la basura en el estado.
Tras la crisis de la basura, los gobiernos establecieron como “salidas” los rellenos sanitarios y las plantas valorizadoras, pero estos no han resuelto el problema. Algunos rellenos no cumplen con las normativas, y, en menor medida, se intenta utilizar la basura como materia prima para generar otros productos, lo que únicamente favorece la producción de más basura. Por lo que los procesos de transformación de basura en energía incrementan los efectos negativos en salud y ambiente.
Hoy, la basura en Morelos se concentra en seis rellenos sanitarios: “La Perseverancia” en Cuautla, donde se recibe 1000 toneladas de 11 municipios y Ciudad de México; “Loma de Mejía” en Cuernavaca, con 572 toneladas de tres municipios; y “Ex Hacienda de Dolores” en Emiliano Zapata, con 106.6 toneladas del municipio. Además, “El Jabonero” en Mazatepec recibe 50 toneladas de 5 municipios; “Rancho Coronel” en Tlaltizapán, 45.484 toneladas de 2 municipios; y “La Tomatera” en Yecapixtla, 24.74 toneladas de 4 municipios, donde se concentran varios pueblos indígenas.
El relleno sanitario de La Perseverancia, ubicado en las tierras ejidales de Cuautla, comenzó como basurero a cielo abierto en 1987 y en 1997 se convirtió en un relleno sanitario. En 2009, fue concesionado a la empresa DOMOS y, desde 2011, a Operadora de Ferrocarriles y Manejo de Rellenos Sanitarios SA de CV. En 2015 se transformó en una incineradora de basura, generando contaminantes y afectando a la colonia Ampliación Sur Galeana, que se encuentra a menos de 500 m del basurero. La empresa busca ampliar la cantidad de residuos para la incineración; sin embargo, los vecinos, junto con ambientalistas, se han opuesto y han logrado cierres eventuales del basurero.
El relleno de Loma de Mejía, inaugurado en 2009, fue concesionado a PASA y, posteriormente, a KS Ambiental. Ubicado en el ejido de San Antón, Cuernavaca, donde se encuentran fuentes de agua, generó oposición entre los ambientalistas, por lo que, en 2010, fue cerrado. En 2021, se reabrió y se amplió su tamaño, afectando el ecosistema. Ese mismo año fue asesinado el activista Rodrigo Morales, opositor al relleno y creador de diversos centros de acopio en las colonias de Cuernavaca.
En el basurero a cielo abierto de Milpillas, ha quedado pendiente la biorremediación e incluso posterior a su cierre se continuó tirando basura de manera clandestina, otro efecto que provocó y aún se mantiene es el desarraigo de estas tierras por los comuneros de Tetlama, el cual facilita que la tierra sea rentada a la empresa minera Álamos Gold, actualmente el área del basurero se encuentra cercada. Para esta misma región, en 2017, el gobierno de Graco Ramírez como parte de un Programa Estatal de Residuos, intentó crear una planta valorizadora en Alpuyeca, generando oposición de la comunidad debido su conocimiento previo de los efectos, su ubicación entre los ríos Colotepec y Apatlaco y cerca de un lugar sagrado. La resistencia comunitaria logró detener el proyecto, dejando las maquinarias en el olvido.
Morelos es un ejemplo significativo en la lucha contra los basureros, influenciando a otras geografías, como Atitalaquia, Hidalgo. Algunas consecuencias generales del problema de los basureros incluyen la afectación de la tenencia social de la tierra, muchas de las cuales eran destinadas al cultivo, afectando la vida campesina del estado, y los procesos de privatización de la gestión de basura, donde los municipios concesionan a empresas privadas.
La tecnología bajo el capitalismo voraz puede empeorar el problema al buscar más residuos para generar energía, ignorando los costos para la salud y el medio ambiente que esto representa. Así se evidencia la tragedia que representa el modelo de producción actual, que acelera los procesos de urbanización a pesar de las consecuencias destructivas. Si esta marcha continúa, la vida está amenazada.
La solución está en las comunidades, con centros de acopio y propuestas de «basura cero», demostrando que las soluciones efectivas provienen de abajo.
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Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental-UNAM ↑
La minería tóxica en Morelos
Juan Antonio Camacho Hernández[1]
Cuando pensamos en el estado de Morelos, la imagen que nos viene a la mente es la de un lugar con un clima privilegiado, donde las plantas florecen todo el año y la fauna es abundante: aves, insectos, mamíferos y reptiles. Sus ríos, manantiales y bosques, junto con su variada geografía, le han permitido ser uno de los estados con mayor biodiversidad de México, situándose en el quinto lugar a nivel nacional. No en vano, Morelos es conocido como la “Tierra de la Eterna Primavera”.
Esta riqueza natural ha sido fundamental para el desarrollo cultural del estado, como lo demuestran sitios arqueológicos emblemáticos como Xochicalco, Chalcatzingo y Tepoztlán. A lo largo de la historia, Morelos también ha sido escenario de luchas importantes, como la de Emiliano Zapata y el Ejército Libertador del Sur, quienes defendieron la tierra y el agua durante la Revolución Mexicana de 1910.
Sin embargo, la situación ambiental y social de Morelos ha cambiado drásticamente. Hoy, lejos de los paisajes idílicos de antaño, la naturaleza enfrenta una creciente destrucción y saqueo de recursos, incluyendo el agua. Cada municipio sufre la sobreexplotación y contaminación de cuerpos de agua, la deforestación acelerada por la urbanización, y el aumento de la contaminación del aire y generación de basura.
No solo la urbanización descontrolada y la actividad industrial están afectando a Morelos, también lo está haciendo la minería. Aunque históricamente no fue una de las principales actividades económicas del estado, durante la era neoliberal se impulsó como una actividad clave, especialmente en municipios como Puente de Ixtla, Tlaquiltenango, Miacatlán, Temixco, Jojutla, Xochitepec y Cuernavaca.
Entre 2000 y 2018, la minería en Morelos creció tanto que el 25% del territorio estatal quedó bajo concesiones mineras, otorgadas a cuatro empresas extranjeras. Entre ellas se encuentran Minera Percat en Yautepec, Minera Austral en Puente de Ixtla, Minaurum Gold en municipios como Ayala y Jonacatepec, y Esperanza Resources en Temixco.
Especial atención merece esta última, Esperanza Resources, hoy propiedad de la canadiense Alamos Gold, una de las empresas que más oro extrae en el mundo. Al comprarla en 2013, Alamos Gold adquirió más de 15 mil hectáreas para la minería, abarcando más del 3% de la superficie estatal, convirtiéndose en la mayor poseedora de tierras mineras en Morelos.
El proyecto de minería a cielo abierto “Cerro de Jumil”, gestionado por Esperanza Resources, se localiza en San Agustín Tetlama, comunidad indígena de Temixco, y busca extraer más de 50 toneladas de oro y 580 toneladas de plata. Este proyecto representa una seria amenaza tanto para el medio ambiente como para la salud de las comunidades cercanas.
Los efectos de esta minería incluyen la destrucción del paisaje y un uso desmedido del agua. Se estima que el proyecto podría consumir en un año la mitad de la cantidad de agua que usa toda la ciudad de Cuernavaca en el mismo periodo. Además, la utilización de químicos tóxicos como el cianuro y el mercurio contamina el agua, afectando la biodiversidad y la calidad del suelo.
A esto se suman los riesgos para la salud humana. Las comunidades cercanas a las minas a cielo abierto suelen enfrentar problemas respiratorios, daños neurológicos, enfermedades renales e incluso cáncer, debido a la exposición a metales pesados y productos químicos. El polvo que generan las explosiones contiene partículas tóxicas que, al inhalarse, pueden provocar enfermedades pulmonares graves como la silicosis.
Ante esta situación, el Movimiento Morelense contra la Minería Tóxica por Metales ha tomado un papel activo en la defensa del territorio y la salud de las comunidades afectadas. Este movimiento, compuesto por comuneros de diversas localidades, así como activistas, religiosos y académicos, ha organizado protestas, marchas, foros y actividades culturales para resistir el avance del proyecto minero “Cerro de Jumil” y proteger la vida y el medio ambiente en Morelos.
Es fundamental que se reconozca el riesgo que implica el desarrollo de la minería a cielo abierto en Morelos, sobre todo porque el proyecto minero “Cerro de Jumil” ha sido vendido por Alamos Gold a la empresa minera Zacatecas Silver, lo que vuelve a poner en marcha las actividades de exploración y eventual explotación de metales preciosos.
La minería a cielo abierto no solo amenaza el entorno natural, sino que despoja a las comunidades de sus tierras y recursos, beneficiando a intereses privados mientras los costos sociales y ambientales recaen sobre la población. A pesar de los graves riesgos socioambientales que la minería representa para Morelos, hay una esperanza tangible en la fuerza de las comunidades locales. El Movimiento Morelense contra la Minería Tóxica ha demostrado que, cuando las personas se unen en defensa de su tierra, su salud y su futuro, es posible frenar la devastación.
La resistencia organizada, el compromiso de los comuneros y el apoyo de activistas y expertos han generado una conciencia creciente sobre la importancia de proteger el entorno.
Esta lucha no solo es un llamado a detener el saqueo de los recursos, sino también una oportunidad para replantear el futuro de Morelos. En vez de optar por industrias destructivas, el estado puede priorizar modelos de desarrollo sostenibles que respeten su rica biodiversidad, potencien su legado agrícola y ofrezcan bienestar a sus habitantes. Al final, la verdadera riqueza de Morelos no está en el oro bajo su suelo, sino en su gente, sus tierras y su capacidad de florecer, como siempre lo ha hecho, bajo la eterna primavera.
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Movimiento Morelense Contra la Minería Toxica por Metales. ↑
Morelos en riesgo por la deforestación del Bosque de Agua
Jazmín Moreno[1]
El Bosque de Agua es una de las regiones forestales más importantes de México, ubicada en el centro del país y cubriendo partes de los estados de México, Tlaxcala, Ciudad de México y Morelos, sobre una extensión aproximada de 250,000 hectáreas. Este bosque tiene una función clave: captura y filtra el agua de lluvia, lo que permite recargar los mantos acuíferos que abastecen a millones de personas, siendo una condición indispensable para la seguridad ambiental e hídrica de la población morelense. Sin este proceso natural, sería difícil garantizar el suministro de agua potable en muchas áreas, especialmente en la zona del Valle de México y en el propio estado de Morelos.
El nombre «Bosque de Agua» hace referencia a este papel vital en la regulación del agua. Además de su función hídrica, este complejo y diverso sistema de bosques ayuda a regular el clima, prevenir la erosión del suelo y mantener el equilibrio ecológico.
Sin embargo, en Morelos, la deforestación está afectando gravemente estos beneficios naturales. Los principales municipios de Morelos afectados por la deforestación son Huitzilac, Tepoztlán, Cuernavaca, Tlalnepantla y Tlayacapan. En estas zonas, la deforestación es impulsada por diversas actividades humanas, entre las que destacan la expansión urbana y los desarrollos inmobiliarios sin control ecológico, que invaden áreas forestales. También es común la tala ilegal de árboles, que muchas veces es promovida por el crimen organizado y genera una explotación no regulada de los recursos forestales. Además, la agricultura y ganadería extensivas han llevado a la conversión de áreas boscosas en tierras de cultivo, reduciendo la cobertura vegetal.
Además de los impactos ambientales, las comunidades locales que dependen del Bosque de Agua en Morelos enfrentan graves dificultades. La tala clandestina, impulsada por el crimen organizado y prácticas corruptas, está destruyendo no solo el bosque, sino también el modo de vida de las personas que habitan la región. Las tierras que antes eran áreas de bosque están siendo utilizadas para desarrollos inmobiliarios sin planificación ecológica, lo que expande la mancha urbana y agrava la situación.
A pesar de estos desafíos, muchas comunidades en Morelos siguen luchando para proteger el bosque. Estas personas saben que el Bosque de Agua es esencial para su supervivencia y la de futuras generaciones. Preservar este ecosistema es también preservar su cultura, su identidad y su relación con la naturaleza.
La deforestación en el Bosque de Agua, particularmente en el estado de Morelos, no es solo un problema local. La destrucción de este ecosistema afecta la calidad de vida en toda la región central de México. Por eso, la protección del Bosque de Agua debe ser una prioridad para garantizar el bienestar de las personas que dependen de él y asegurar un futuro sostenible para la región.
La conservación de este territorio no es solo una tarea ambiental, sino una cuestión de seguridad nacional. Sin el Bosque de Agua, el acceso al agua potable y la estabilidad ecológica de Morelos y otras áreas del centro del país estarían en grave peligro.
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Colaboradora de la Fundación de la Biósfera del Anáhuac (FUNBA). ↑
Buzón ambiental
Este es tu espacio para hacer oír tu voz. ¿Tienes alguna inquietud, pregunta o denuncia sobre el medio ambiente en Morelos? El “Buzón Ambiental” de Xoxoctic está abierto para que compartas tus opiniones, experiencias y propuestas sobre la naturaleza, la ecología y los problemas que nos afectan a todos. Escríbenos y juntos hagamos nuevamente de Morelos el lugar de la “Eterna Primavera” ¡Tu participación es clave!
lajornadamorelosxoxoctic@gmail.com
Lectura Recomendada
Te invitamos a sumergirte en el conocimiento a través de libros que abordan temas ambientales clave. Cada recomendación está pensada para inspirarte, informarte y generar conciencia sobre la naturaleza y los desafíos ecológicos que enfrentamos en el estado de Morelos y en todo el país.
En esta ocasión te invitamos a que conozcas el libro Extractivismo, contaminación y luchas socioambientales en México, el cual fue coordinado por Carlos Lucio, Cindy Mcculligh y Victor Darcy; y publicado por Editorial Itaca
Este libro contribuye a los debates en torno al extractivismo, la contaminación y las luchas socioambientales en México en cuanto aporta evidencias empíricas y elementos teórico-conceptuales para su análisis. Se reúnen aquí investigaciones que abordan estos fenómenos desde distintos acercamientos epistemológicos y metodológicos con enfoques que van desde los estudios de caso en el ámbito local y regional hasta el análisis de las fuerzas estructurales que operan en los ámbitos nacional, internacional y global.
Se abordan temas sobre la multiplicación de los conflictos socioambientales en México como consecuencia de la expansión e intensificación de las actividades extractivas durante el periodo neoliberal y los primeros tres años de la administración de López Obrador; el extractivismo minero y las luchas de resistencia mediante un análisis comparativo y multiescalar entre México y Colombia; el conflicto provocado por la amenaza de instalación de una mina de oro y otros metales en la Cuenca de la Independencia, al norte de Guanajuato, y los procesos de sobreexplotación del agua en la misma región; el problema del sanea-miento de aguas residuales urbanas en la cuenca fluvial del río Santiago; el conflicto socioambiental en torno al Proyecto Integral Morelos, el cual consiste en una planta termoeléctrica en el municipio de Yecapixtla y un gasoducto para abastecerla con gas natural importado desde Estados Unidos; las maneras de ejercer el poder a través del control del agua en el municipio de Cerro de San Pedro, San Luis Potosí; el incremento metabólico y la intensificación agroextractiva de los destilados de agave; y finalmente, sobre el avance de la frontera extractiva en el espacio urbano en el barrio de San Francisquito, Querétaro.
El libro cierra con un breve colofón sobre la crisis socioecológica y la transición ecosocial impulsada por los movimientos indígenas y los feminismos ecoterritoriales latinoamericanos.