

Llegaron desde lejos, en grupos numerosos. Sus rostros, coloreados con el tenue rosa que aviva a las mejillas cuando hay agitación cardiaca, permitía reconocer la alegría específica que acompaña a una excursión. Eran cerca de 3 mil niños y jóvenes que ayer arribaron hasta las instalaciones del Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional Autónoma de México (IBt-UNAM), en el norte de Cuernavaca, para su Día de puertas abiertas; evento que ocurre cada dos años.
Como si fuera recinto ferial, decenas de autobuses de pasajeros entraron hasta el recinto del IBt. En sus costados se leían rótulos como: Instituto Tecnológico de Celaya; Instituto Tecnológico de Morelia; Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. Algunos viajaron cuatro horas para conocer uno de los centros científicos más importantes del país.

Preparar el encuentro tomó 8 meses. Gracias a eso, decenas de científicos compartieron, orgullosos, sus investigaciones sobre: ¿Cómo responde tu cerebro a lo que comes?; ¿En qué se parece el tráfico celular al tráfico de autos?; ¿Qué tienen que ver los espermatozoides con la electricidad?; ¿Cómo combaten las bacterias a algunos insectos?, o ¿Cuáles son las formas geométricas de los virus?
“Es muy importante que los jóvenes sepan que los Institutos, como éste, son públicos y son de la nación. Ellos son los dueños de este espacio y estamos aquí para ellos, de muchas maneras: por una parte, acercándolos al conocimiento de manera fresca; pero también con nuestro trabajo de fondo, que genera conocimiento para el bienestar de las personas”, dijo a La Jornada Morelos, Brenda Valderrama, secretaria de Vinculación del IBt, en una pausa de la agitada organización en la que participó todo el personal del instituto.
Las puertas abrieron desde las 8:30 am. A las 10:00 la asistencia ya estaba a tope. Llegaron niños desde los 6 años y también estudiantes de secundaria, bachillerato, carreras universitarias y posgrados. Además, había familiares que, concentrados, miraban a sus niños y jóvenes deambular entre microscopios, posters, maquetas y colecciones biológicas. Eran papás, mamás, abuelitas y abuelitos, convidados a la excursión científica.
Llegó gente de Chihuahua, Estado de México, Guanajuato, Guerrero, Hidalgo, Michoacán, Morelos y Puebla.

Magaly Jacqueline Quintana González salió de Tulancingo, Hidalgo, a las 6:00 am, con sus compañeros de la UAEH, para conocer el IBt. Al hablar a este diario dijo que ella quiere aplicar biotecnología a las ciencias agropecuarias para elaborar vacunas o mejorar genéticamente plantas para que resistan las altas temperaturas. Codo a codo con sus amigos, caminaba por los pasillos; orgullosos todos de su bata y su escudo universitario.
El hilo de miles de pasos llenó los pasillos, laboratorios, auditorios, patios y jardines del Instituto, donde 400 voluntarios, con camisetas color verde pistache les guiaron por recorridos no aptos para turistas, sino reservados para mentes curiosas sobre el trabajo de las tres grandes áreas de investigación del IBT: salud, agroalimentaria y ambiental.
Celia Herrera, una de las anfitrionas voluntarias, quien labora en el Instituto de Ciencias Físicas, de la UNAM, dijo, en entrevista, que muchos colegas científicos del estado vinieron a apoyar al IBt porque “todos queremos que la sociedad conozca la ciencia que se hace en Morelos. Quisiéramos que la gente sepa quiénes son los científicos de carne y hueso, dónde trabajan y quizá algunos jóvenes quieran dedicar su vida a la ciencia”
Llegaron desde lejos, en grupos numerosos. Sus rostros, revelaban rastros de emoción y agitación cardiaca.

