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Fue una reunión de amigos, la gobernadora, Margarita González Saravia y EL fotoperiodista, Pedro Valtierra se encontraron en un restaurante del centro de Cuernavaca en una cita que iba a ser formal pero se convirtió en un intercambio de anécdotas, historias, biografías y hasta descubrimiento de talentos que se mantenían en secreto.

Pedro Valtierra quería regalar a la gobernadora un original de su más famosa fotografía, aquella de las mujeres de Chenalhó que abordaremos más tarde por aquello de los hilos narrativos. Así que junto con Enrique Balp, director de La Jornada Morelos, agendaron la reunión que, de estar proyectada en la oficina de la mandataria, se trasladó por felices coincidencias al restaurante frente a Palacio de Cortés, un escenario de primera para un encuentro que lo fue igual.

Pedro y Margarita son un par de vivos anecdotarios, comparten esas afortunadas confluencias entre el fotoperiodismo y la lucha de las izquierdas en México desde por allá de los ochenta hasta hace apenas un ratito. Así que la plática va de un recuerdo a otro, de un personaje a otros muchos y después de vuelta hasta donde la memoria alcanza, cuando ésta falla, Enrique ayuda con algún nombre.

Margarita González Saravia hojea una revista Cuartoscuro, esa joya ejemplar por ejemplar que edita Pedro y confiesa su gusto por tomar fotografías. Él la anima a publicarlas pero la gobernadora no se convence, lo más que logra Pedro es que le muestre una imagen del Popocatépetl muy bien armada, “pero me gusta más la fotografía social”, acota y en eso se parece a Pedro y a La Jornada y a La Jornada Morelos, así que la charla gira hacia futuros proyectos de producción y de reuniones de amigos.

Luego viene la entrega de la famosa imagen, esa que le ha dado muchas veces desde 1994 la vuelta al mundo. Pedro Valtierra le explica a Margarita González Saravia que hace mucho le quería hacer ese obsequio mientras la gobernadora ve la imagen de las mujeres indígenas enfrentando a los soldados con una mezcla de agradecimiento y admiración que es mutua.

La charla de torna en adioses que son hasta luegos, el compromiso de seguirnos viendo todos, de construir cosas juntos, de seguir construyendo una memoria gráfica para el mundo y para Morelos quedan firmes para ser agendados. También el de conocer las imágenes tomadas por la gobernadora a la que le gusta la fotografía.

¿Y quién es Pedro Valtierra?

Pedro Valtierra nació en 1955 en Fresnillo, Zacatecas. Su contacto con el periodismo empezó desde los doce años, cuando vendía El Sol de Zacatecas, el Heraldo de México, Alarma, Memín Pinguín y Lágrimas y Risas, a los que daba una leída cada que podía. En las imágenes de El Heraldo sobre el ’68 inició su fascinación, entonces no muy bien entendida, por la fotografía periodística.

A los 18 años inició su carrera en el fotoperiodismo como auxiliar de laboratorio, dos años después ya era fotógrafo en la presidencia de la República; en 1977 ingresó al diarismo en El Sol de México, uno año después estaba en el diario Unomásuno.

Pedro creó en 1984 la agencia de fotografía Imagen Latina; el mismo año, junto con un grupo de periodistas fundó La Jornada, donde fue jefe de fotografía en dos periodos de 1984 a 1986 y de 1995 al 2000.

En 1986 fundó Cuartoscuro, la agencia de fotoperiodismo de la que es director hasta la fecha y desde 1993 edita la revista del mismo nombre.

Fue presidente de la Sociedad de Autores de Obras Fotográficas de 1988 a 1991. De 1990 a 1992 dirigió la revista Mira junto con el periodista Miguel Ángel Granados Chapa. También fundó y dirige desde 2006 la Fototeca de Zacatecas Pedro Valtierra.

Pedro Valtierra es uno de los creadores del nuevo fotoperiodismo mexicano. En su obra le ha tocado narrar con imágenes episodios como la Revolución Sandinista en Nicaragua (1979), el movimiento de las Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional (FARN) en El Salvador (1980); la lucha de la Unión Revolucionaria Nacional Guatemalteca en 1982 y ese mismo año el levantamiento del Frente Polisario de la República Árabe Saharauí Democrática contra el gobierno de Marruecos en 1982; la caída en Haití del dictador Jean Claude Duvalier en 1986; la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba en 1988; y fotorreportajes en Venezuela, Colombia, Panamá, Chipre, entre otros países.

Sus fotografías también han contribuido a entender muchas de las realidades de la historia reciente de México, como la nacionalización de la banca en 1982, los terremotos de 1985, los conflictos poselectorales de 1988, el levantamiento armado del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en 1994, el asesinato de Luis Donaldo Colosio.

Y nos ha permitido descubrir rincones que habían estado olvidados como El Trapiche en Oaxaca, Xococapa en la Sierra de Veracruz y Golochán en Chiapas, las rutas de los migrantes, los indígenas de la Sierra Tarahumara.

Como retratista, además de líderes mundiales, presidentes y gobernadores, tomo fotografías a Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Jaime Sabines, José Saramago, Gabriel García Márquez, Elena Poniatowska, Carlos Montemayor, Rufino Tamayo, José Luis Cuevas, Gabriel Figueroa, Carlos Monsiváis, María Félix, se cuentan entre éstos.

Su compromiso con la formación de nuevos valores en la fotografía periodística inició en el 1984 cuando dio el primero de muchísimos talleres con los que ha guiado a los jóvenes talentos de la fotografía en México a crear la gran escuela de fotoperiodismo en el país.

La enorme foto de las mujeres de Chenalhó

La imagen le ha dado la vuelta al mundo, es considerada una de las mejores fotos periodísticas de la historia, no solo por el momento que capta, también por el contexto y lo mucho que refleja de la realidad de México.

Un numeroso grupo de soldados el Ejército Mexicano, entonces considerada la institución más poderosa y dura del país, es enfrentado por jóvenes mujeres indígenas (uno de los más vulnerables grupos en el mundo, que buscan echarlos de la zona.

En su cuenta de Instagram, Pedro Valtierra escribe: “El sábado 3 de enero de 1998, un grupo de mujeres en Chenalhó, Chiapas, exigió a soldados que se retiraran de la zona; los militares llegaron en la víspera a X’oyep, donde el ACNUR había instalado un campamento para refugiados internos después de la masacre de 49 personas (oficialmente 45) a manos de paramilitares el 22 de diciembre de 1997 (hace 24 años). La fotografía es de mi autoría y fue publicada por La Jornada. Ha circulado desde entonces por todos lados. Los fotógrafos no somos los protagonistas de la historia, sólo retratamos lo que nuestro oficio nos permite, siempre con respeto y ética a los personajes”.

La oportunidad con que Valtierra logró la composición es insuperable. El empujón de un par de mujeres que lleva hacia atrás a un soldado que les supera en fuerza y estatura se roba la foto, un par de brazos uniformados en verde tratan de sostener al militar para que no caiga mientras el fusil colgado del hombro del miliciano apunta al regazo de una de sus opositoras. Atrás se ve más de una treintena de cascos con soldados abajo, y otras tantas mujeres que buscan también repelerlos. La acción, el drama, las posturas encontradas reflejan el rechazo, pero mucho más la valentía de las mujeres que guardan su tierra, esa donde están sus vivos, pero también sus muertos, muchos de ellos a manos del Ejército.

Un par de personas sentadas en una mesa

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Foto: La Jornada Morelos

 

La Jornada Morelos