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De mi madre Debaky, aprendí con su ejemplo de que hombres y mujeres son iguales, en cada aspecto de la vida, ya fuera el entorno familiar o en su vida pública o política. Siendo ella miembro distinguida del Partido Comunista Mexicano, donde imperaba un compacto machismo, ahí, ella nunca se doblego y hizo que se le tratara de igual a igual. Una vez le preguntaron si ella era feminista y respondió, no, no lo soy, ¿Por qué? le pregunto el periodista con un poco de asombro dada la trayectoria de mi madre, y esta le respondió, porque nunca me he sentido inferior a un hombre.

De mi tía Elena (Garro) aprendí, para no serlo, lo que es el machismo sofisticado, la soberbia de un hombre que se cree superior a una mujer, que se cree más inteligente y que dice que brilla más que ella y como, bajo todo un sistema de manipulaciones y ataques personales, Octavio Paz trató de doblegarla, humillarla y de que agachara la cabeza ante el macho alfa intelectual, pero sin éxito. Mi tía nunca se doblegó, nunca aceptó ser inferior a Paz y esto lo exasperaba, como varias veces lo vi, cuando de inteligencia a inteligencia mi tía brillaba más. Nunca se doblegó, nunca se rindió y al final, brilló con más luz que Paz. De ella, de mi tía, Julio Bracho contaba un pequeño cuento, de una luciérnaga que había sido atrapada por una horrible sapo, la luciérnaga le dijo al sapo, ya para morir, ¿Por qué me matas? y Paz contestó ¡por qué brillas!

Paco Guerrero Garro

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