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El poeta David Huerta, quien falleció ayer en la capital del país en vísperas de cumplir 73 años, consideraba que quienes cultivan esa disciplina pertenecen a la misma estirpe, debido a que todos se relacionan de alguna manera.

En el caso de los mexicanos, reconocía a Sor Juana Inés de la Cruz como “la abuela más maravillosa”. La relación que lo unía con ella, según recalcaba, era casi orgánica, lo mismo que con Ramón López Velarde y José Gorostiza, a quienes en conjunto consideraba la triple corona de la poesía mexicana.

Estos tres poetas “tienen algo en común, aunque parezcan muy diferentes: están unidos porque son poetas gongorinos; es decir, están cercanos al que considero el más grande poeta de la lengua española: Luis de Góngora. Esto no es debatible, y quien trate de hacerlo arderá en los infiernos por los siglos”, dijo en una entrevista con este diario (La Jornada, 27/12/15).

La noticia del deceso del también ensayista, traductor, editor y docente universitario fue dada a conocer por la Secretaría de Cultura federal sin proporcionar más pormenores. Las exequias se llevarían a cabo durante la tarde de ayer en la agencia funeraria Gayosso de Félix Cuevas.

El Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), mediante su área de difusión, indicó a La Jornada que mantiene contacto con la familia del poeta para ver la posibilidad de rendirle homenaje.

La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), de la que fue egresado y catedrático, le rendirá tributo in memoriam con la transmisión por Tv UNAM del programa Café de Nadie, el jueves 6 de octubre a las 18 horas. A partir de hoy y en el transcurso de los días sucesivos, Canal 22 lo recordará con la transmisión de programas especiales.

Cuna intelectual

Nacido en la Ciudad de México el 8 de octubre de 1949, David Huerta fue hijo de uno de los poetas mexicanos más grandes del siglo XX, Efraín Huerta, por lo que desde muy temprana edad estuvo envuelto en el ambiente literario del país.

“No es muy común en el caso de los escritores; crecí entre gente que escribía: periodistas, narradores y poetas, y también gente que estudiaba y se dedicaba a la militancia política. Entonces, las conversaciones sobre temas culturales, literarios, políticos en la casa eran de todos los días. Éramos una familia de izquierda con ciertas vertientes intelectuales y poéticas muy serias”, señaló en la citada charla con este diario.

Tal origen y dedicarse a lo mismo que su padre fueron aspectos que durante muchos años tuvieron en conflicto a ese autor, según comentó a la escritora y periodista Elena Poniatowska en una entrevista. Sin embargo, siempre vio a su padre como maestro, una figura que le enseñó muchas cosas y le marcó un camino en el que no compitió con él en absoluto.

David Huerta estudió filosofía, letras inglesas y españolas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Fue redactor y editor de la Enciclopedia de México, director de la colección de libros Biblioteca del Estudiante Universitario, así como coordinador de talleres literarios en la Casa del Lago, de la UNAM, del Inbal y del Instituto del Seguro Social al Servicio de los Trabajadores del Estado. A lo largo de su vida colaboró también en diversas publicaciones periódicas, además de dirigir el Periódico de Poesía (nueva época).

Su inicio en el género lírico se dio como “un lector voraz” entre los ocho y los 17 años, aunque a los 10 escribió sus primeros versos. Su vocación por esa disciplina, decía, la debió a su padre y a los amigos de éste, pero también a su madre, Mireya Bravo, además de que fue crucial el papel de mentor que desempeñó el poeta guatemalteco Carlos Illescas. Ubicaba, asimismo, a Jesús Arellano y Rubén Bonifaz Nuño como los autores que le dieron la alternativa, al publicarle su primer libro.

Autor de una bibliografía de más de 20 títulos, entre sus libros destacan Incurable, El jardín de luz, Cuaderno de noviembre, Las hojas, El azul en la flama, El ovillo y la brisa, Versión y El cristal en la playa. Además, a finales de 2014 compuso, a petición del fallecido artista y activista oaxaqueño Francisco Toledo, el poema Ayot-zinapa, sobre la desaparición de los 43 estudiantes de la normal guerrerense.

La participación social fue un aspecto que nunca cejó en su poesía, como afirmó a Poniatowska en la referida entrevista, en la que contó que estuvo en Tlatelolco en 1968 y escribió sobre el movimiento estudiantil, así como sobre la represión y el golpe militar en Chile en 1973.

El último comunista de México

David Huerta se definía como alguien de izquierda; lo mismo afirmaba que la decencia es un atributo esencial para ser de izquierda que se ufanaba de que, al igual que su padre, fue militante del Partido Comunista (PC). Incluso se aventuraba a decir que muy probablemente era “el último comunista de México” en términos formales, al tener el carnet del partido firmado por Arnoldo Martínez Verdugo poco antes de que ese organismo político se disolviera.

Becario de la Fundación Guggen-heim en 1978, fue un autor muy laureado. Entre otros galardones y reconocimientos en 2015 recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes, en el área de Lingüística y Literatura, en 2018 el Premio Excelencia en las Letras José Emilio Pacheco y en 2019 el Premio de Literatura en Lenguas Romances 2019, otorgado por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

Asimismo, en 1971 recibió el Premio Diana Moreno Toscano, en 1990 el Premio Nacional de Poesía Carlos Pellicer para obra publicada, en 1998 la medalla Mártires de Tlatelolco, en 2005 el Premio Xavier Villaurrutia por Versión y en 2009 el Premio Iberoamericano de Poesía para Obra Publicada Carlos Pellicer.